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LA MAGIA DE LA MÚSICA Y LA LITERATURA



Mendelson y el Sueño de una noche de verano

DDesde la más tierna infancia Felix Mendelson evidenció notables dotes musicales. Se presentó como pianista a la edad de nueve años.
En 1821 Zelter presentó a su alumno favorito a Goethe. Si bien Felix no tardó en entusiasmarse con la obra del gran escritor, también acercó a éste a la música de Bach y Beethoven. El banquero Abraham Mendelssohn, padre de Felix e hijo de Moisés Mendelssohn, filósofo judío de la Edad de la Razón, recibió en su casa a otros escritores tales como Heine y Müller (autor de los textos de los ciclos La bella molinera y El viaje de invierno, de Schubert), pintores, escultores e intelectuales. Todas esas presencias estimularon las inquietudes del niño, quien también abordó con habilidad la pintura y la literatura además de la música.
1825 fue un año decisivo para su futura carrera. Entonces compuso su Octeto para cuerdas y la mágica obertura para el Sueño de una noche de verano de Shakespeare; además el padre del joven se convenció que éste debería dedicarse a la música y lo llevó a París. Allá lo presentó a Cherubini, director del Conservatorio, conocido por su severidad. Sin embargo el famoso compositor no pudo ocultar su asombro y admiración al escuchar al adolescente.

El sueño de una noche de verano, es una comedia romántica escrita por William Shakespeare alrededor de 1595. Es considerada como uno de los grandes clásicos de la literatura teatral mundial. Al parecer fue escrita con motivo de la conmemoración de la boda de Sir Thomas Berkeley y Elizabeth Carey, en febrero de 1596.
Los principales temas de esta obra son los sueños y la realidad, el amor y la magia. Esta comedia relata la historia de dos parejas de enamorados que sufren y disfrutan por causa de su amor y de las argucias de sus enamorados. El trasfondo común se encuentra en las celebraciones de la boda entre el duque e Hipólita.

La visión de Felix Mendelssohn


En 1826, Felix Mendelssohn, de 17 años, descubre a Shakespeare. El milagro concretado por su pluma se genera mucho más por la asimilación subconsciente del potencial poético de la obra que por la voluntad reflexiva de hallar un equivalente sonoro a la féerie shakespeariana: el niño prodigio, a quien tuviera Goethe sobre sus rodillas recupera su alma de infante. El misterio de esos seres inmateriales que se arremolinan en un mundo irracional, en torno a dos parejas, Teseo/Hipólita y Oberón/Titania, le fascina; y despierta en él imágenes musicales asaz más originales que aquellas otras, acaso más convencionales, que circulan por el Octeto para cuerdas escrito en 1825. Cuando retome el tema en 1843, a requerimiento del Rey Federico Guillermo de Prusia, que hiciera de Mendelssohn su músico oficial, se reproducirá el milagro de 1826. Atrapado por esta ópera que jamás llegará a concretar y componer, Mendelssohn no por ello dejará de identificarse con un género en el que descuella: el "divertissement" poético.
Rebosando juventud, según Robert Schumann, la Obertura de el Sueño de una Noche de Verano propone una visión abreviada pero fiel del espíritu que reina en la comedia feérica. Pletórica y sugestiva, la música se abstiene no obstante de delinear todo programa preciso: limitándose a traducir, en cambio, un manojo de impresiones coloreadas en las cuales seria vano buscar correspondencias con la acción escénica que habrá de acaecer. A lo sumo se subrayan motivos secundarios característicos de ciertos personajes (Bottom y los artesanos en particular) que reaparecerán naturalmente en la música de escena.
Cuatro acordes mágicos ubicados en la región aguda de los instrumentos de viento bastan para crear el hechizo; poco después la Obertura emprende vuelo sobre un tapiz de cuerdas estremecidas, para organizarse en lo formal en un clásico allegro de sonata. Con medios simplistas Mendelssohn ha logrado generar una sensibilidad nueva, muy distante de la de Schubert o de Weber, en un decorado quasi-impresionista. Su orquesta, en verdad, maravilla por su flexibilidad, su luminosidad, y su eficiencia: anticipa en gran medida los hallazgos del futuro Berlioz... Y cuando, al término de la Obertura, vuelven a aparecer los acordes fatídicos, se rompe el encantamiento. . .
La música compuesta para escoltar el curso de la obra teatral, comprende una decena de trozos sinfónicos y corales entremezclados con recitativos hablados.
Comarca predilecta del verbo mendelssohniano, el Scherzo que se ejecuta inmediatamente después del primer acto, recuerda al del Octeto para Cuerdas, por la elección de las medias tintas y la sutileza de la orquesta, admirable en las oposiciones de cuerdas-vientos, que libera, al tiempo de concluir, una flauta realizando un trecho vertiginoso.
Sobre un eco de los últimos acentos del Scherzo, se entabla un rápido intercambio verbal entre el duende Puck y un hada. Luego, Titania, la reina de las hadas, hace su entrada rodeada de su séquito. La imaginación de Mendelssohn hace prodigios de esta situación: la marcha de estos seres habitualmente movidos por un toque de varita mágica es uno de los episodios más enrarecidos de la partitura, puesto que sostiene la más honrosa comparación con el Scherzo de la Reina Mab de La Condenación de Fausto, de Berlioz.
Una pirueta de Puck, y he aquí el célebre Lied en cuyo transcurso dos hadas dialogan con sus pares, en tanto Titania busca su reposo. Se trata de una suerte de berceuse, de melodía muy fresca y envuelta en un acom- pañamiento vaporoso de carácter obstinado. Y de improviso, Oberón recurre a los sortilegios y se hace invisible.
El Intermezzo, que debe ejecutarse al finalizar el segundo acto, entremezcla el drama: Hermia busca a Lisandro en todas partes y termina por extraviarse en la foresta. El pánico de la hija de Egeo (a la búsqueda de su amado) se resume en un curso jadeante a través de follajes estremecidos y cómplices, marcado por algunas detenciones dolorosamente interrogativas. La escena concluye sobre una escenilla insólita de esos torpes y groseros artesanos (Quince, Snug, Bottom, Flute, Snout y Starveling) que ensayan para representar la comedia.
El gran Nocturno que sigue, evoca el sueño de las parejas abrazadas, en el rocío de la atmósfera estival, tan propicia a la modorra. Mientras el primer corno entona la exquisita melodía, se hace oír un balanceo continuo de las cuerdas, contrariado por el delicado movimiento de las flautas. La deslumbrante escritura y la magistral orquestación de esta página deslumbrante revelan un Mendelssohn desconocido, sensual y hedonista, en oposición de la imagen puritana que la historia ha podido endosarle.
El comienzo del quinto acto resuena con los acentos de la celebérrima Marcha Nupcial que tanto ha hecho por cimentar la gloria del compositor. Marcha plena de transporte, elevación y solemnidad, que conduce a los futuros esposos a las comarcas de la felicidad terrestre. Una vez unidos, los flamantes desposados asisten a un "divertissement": una farsa tragicómica que les brindan los artesanos. En el instante en que Piramo exhala su último suspiro, se escucha una pequeña marcha fúnebre, presentada en contraste con la gran Marcha Nupcial, a cargo de un clarinete, un fagot y timbales. La farsa culmina sobre la danza rústica de los clowns, que acude al motivo central de la Obertura. La comedia va a concluir en el misterio, tal como había comenzado. Siguiendo a Shakespeare, Mendelssohn convoca a los espíritus haciéndolos surgir de una última vez: "Hadas, Espíritus -canta el coro- el Fuego cubre y va a estallar: ¡apareced!" El encantamiento inicial es quebrado con la reaparición de los cuatro acordes fatídicos.

Remi Jacobs

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