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TOP 2012


Tras varios años de lanzamientos previsibles, casi rutinarios, 2012 ha ofrecido, a juicio de los críticos de El Cultural, una buena cosecha narrativa con alguna de las mejores novelas de los autores aquí seleccionados. No ha sido fácil, pero un año más nuestros especialistas han elegido las mejores obras de ficción publicadas los últimos doce meses por autores españoles e hispanoamericanos. Cada uno ha elegido sus favoritos, por orden de preferencia, y se ha asignado el valor de 10 al número1, 9 al 2 y así sucesivamente. Además, se ha valorado con cinco votos cada mención, por lo que, por ejemplo, un autor mencionado en siste ocasiones obtiene 35 puntos más.


1. El río del Edén



Alfaguara. Madrid, 2012. 304 páginas. 18 euros. ebook: 9'49 e.


La primera novela realista de José María Merino (La Coruña,1941) narra un día en la vida de un padre, Daniel, y de su hijo Silvio, el chicodáun. En esas 24 horas recorren el Alto Tajo para esparcir las cenizas de Tere, la madre, en la laguna donde ella y su entonces novio conocieron el paraíso y comenzaron a perderlo. Mientras caminan, o miran las estrellas, padre e hijo comparten recuerdos sobre la muerta -cuya urna Silvio guarda en su mochila-, hablan de extraterrestes, de juegos y de sus vidas y Daniel se abisma en sus remordimientos y rencores por tantas traiciones propias y ajenas. La aventura final acentúa el interés de un relato marcado por la nostalgia, el amor y la culpa. Como explicaba Ángel Basanta al reseñar la novela, “en El río del Edén Merino vuelve a completar otra gran novela, con una historia de amor en múltiples sentidos (conyugal, paterno-filial, materno-filial...), construida con bien dosificada intriga”.


2. Absolución



Tusquets, 2012. 320 páginas. 19 euros


Con pericia de narrador en plena madurez, Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) relata en Absolución las aventuras de Lino, un treintañero conflictivo, tierno y desvalido, de muchos oficios y poco asiento. Con él se cruzan personajes casi tan raros como él, excéntricos y quijotescos, a los que Landero retrata con una mirada cordial, piadosa y distante hasta construir , en palabras de Santos Sanz Villanueva, "una excelente novela, divertida y triste, cálida, repleta de seres entrañables, que además se atreve a plantear, con lucidez y humor, con más melancolía que tragedia aparente, el irresoluble arcano de nuestra misteriosa existencia y enigmático destino". 


3. Años lentos



Tusquets, 2012. 232 páginas. 17 euros


“Vuelve Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) con una obra mayor”. Así comenzaba R. Senabre su análisis de esta novela de estirpe picaresca en la que el protagonista, Txiki Mendioroz, una suerte de moderno lazarillo, cuenta, a petición del propio Aramburu, su infancia desde que a los ocho años fuese enviado a vivir con su tía a San Sebastián. Eran los años 70 y ETA comenzaba a dar sus primeros zarpazos, amparada por parte de la Iglesia vasca, que alentaba a jóvenes como el primo del protagonista a coger las armas. Galardonada con el premio Tusquets y el del Gremio de Libreros “Años lentoses una novela importante por su audaz y madura construcción”. Y una apuesta segura.

(El Cultural)

BIBLIOTECA CIRCULANTE 8

"Porque una palabra es lo bastante fuerte
para romper el tiempo de la impostura."

Pere Ginferrer


Panóptico, Ricardo Menéndez Salmón. KRK ediciones. Novela

La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia Roja. Manuel Chaves Nogales. Libros del Asteroide. Prosa

Aquí todo es mejor. Justin Taylor. Alpha Decay. Traducción de Marta Alcaraz Burgueño. Relatos

Estuario. Tomás Segovia. Pre- Textos. Poesía

Poesía completa. Paul Auster. Seix Barral. Traducción y prólogo de Jordi Doce.

Un montón de gatos. Eider Rodríguez. Caballo de Troya. Relatos.

El dinero en The New Yorker. La economía en viñetas. Edición de Robert Mankoff. Prólogo de Malcolm Gladwell. Traducción de Vanesa Casanova. Libros del Asteroide.

Aquella edad inolvidable. Ramiro Pinilla. Tusquets. Novela

No leer. Alejandro Zambra. Alpha Decay. Ensayos

Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus. Agustín Fernández Mallo. Alfaguara. Poesía.

Inconvenientes del turismo en Praga y otros cuentos europeos. Mario Martín Gijón. KRK ediciones. Premio Tigre Juan 2012

Algún día este dolor será útil. Peter Cameron. Traducción de Jordi Fibla. Libros del Asteroide. Novela.

Las aguas silenciosas. Francisco Álvarez Velasco. Trea. Poesía

Diario Katherine Mansfield. Debolsillo. Prólogo de Virginia Woolf

El gran Gatsby. Francis Scott Fitzgerald. Traducción y epílogo de Justo Navarro. Anagrama.

Latidos y desplantes. Mario Martín Gijón. Rdiciones Vitrubio. Poesía.

Agata ojo de gato. José Manuel Caballero Bonald. Cátedra. Novela. Premio Cervantes 2012.




UN MATRIMONIO FELIZ, RAFAEL YGLESIAS



Enrique Sabas, guionista de cine, y su mujer, Margaret, diseñadora gráfica, tienen dos hijos y llevan una vida acomodada en Nueva York. Tras treinta años de matrimonio y alcanzada una estabilidad que parecía imposible, la pareja lleva tres años luchando contra el cáncer que ella padece y que ha entrado en fase terminal.
Margaret prepara su despedida de familiares y amigos ayudada por Enrique, quien durante estos últimos y extraños días va reconstruyendo la historia del matrimonio: la época en la que se conocieron, el desarrollo de sus vocaciones artísticas, el nacimiento de sus hijos, los altibajos de su relación… Los recuerdos de su vida en común y la intensidad de su despedida nos muestran la complejidad de una relación duradera.
En esta novela parcialmente autobiográfica, una de las sorpresas de la literatura norteamericana reciente y Premio Los Angeles Times 2009 a la mejor novela, Yglesias nos habla con valentía y sinceridad de temas universales: del amor, del dolor ante la proximidad de la muerte y del misterio que supone compartir la vida con otra persona.


Describió la sensación de poder y excelencia que le proporcionaba la escritura, el gran logro de, después de días y días, semanas y semanas, meses y meses, acabar por fin una novela, llegar al mismisimo lugar donde había planeado, una satisfacción que no palidecía ni aún cuando el libro no resultara como habías pretendido. Nada podía empañar su orgullo al crear algo que salía de su cabeza, que pasaba de lo inmaterial a lo concreto. Ahí, en sus manos, estaba su univeso, tan vivo y lleno de vida para Enrique -a veces, al menos- como el mundo el real. Confesó sin empacho lo mucho que le gratificaba el proceso de escribir. No recurrió a las quejas habituales de los novelistas: el dolor de producir, la molesta sensación de no estar a la altura, la frustrante búsqueda de sentido e innovación. Admitió que a menudo consideraba que era un mal escritor y que todavía tenía que conseguir todo lo que había pretendido lograr en sus novela, pero recalcaba que esos fracasos no echaban a perder el placer del intento.
 

UN MATRIMONIO FELIZ, Rafael Yglesias, Libros del Asteroide

EN LA CASA

 
 

EN LA CASA de de François Ozon, Concha de Oro en el Festival de cine de San Sebastián.

GUIÓNFrançois Ozon (Obra: Juan Mayorga)
MÚSICAPhilippe Rombi
FOTOGRAFÍAJérôme Alméras
REPARTOFabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner, Diana Stewart, Denis Ménochet, Jean-François Balmer, Fabrice Colson, Bastien Ughetto, Stéphanie Campion


Una historia sobre la adicción de contar y escuchar historias

OLVIDO GARCÍA VALDÉS, DEL OJO AL HUESO

Veo estos árboles que se van
haciendo árboles y todas sus orugas
se van haciendo hojas, oigo
a mujeres hablar de otras mujeres: sin
conocer la lengua, captar una ciudad
por las masas de luz, por minúsculas
tiendas, atravesarla en metro, queda
tenacidad que luego reposa junto a un árbol
y allí se está mientras juegan los niños:
-no imaginéis los bosques
como aquí en el otoño,
no se conocen las hojas amarillas,
todo verde, alzas la mano y tomas fruta.

Del ojo al hueso, Olvido García Valdés,

ROSTROS DE VALENTÍN ROMA

Carcajadas y restituciones 

Kierkegaard escribió en 1843, bajo el pseudónimo de Constantin Constantius, un libro breve e hilarante, de apenas setenta páginas, titulado La Repetición. Un ensayo de psicología experimental, en el que reflexionaba sobre el valor edificante de lo reiterativo en oposición a la tortura del recuerdo. Decía el filósofo: “El que sólo desea esperar es un pusilánime, el que no quiere más que recordar es un voluptuoso, pero el que desea de veras la repetición es un hombre, y un hombre tanto más profundo cuanto mayor sea la energía que haya puesto en lograr una idea clara de su significado y transcendencia. (…) La repetición es el interesse de la metafísica, pero al mismo tiempo es el interés en  el que la metafísica naufraga. La repetición es la solución de toda concepción ética”.
En cierto modo, una parte importante del arte del siglo XX podría entenderse como un karaoke nervioso en el que se interpretan fidedignamente las estructuras morales de la época, o por el contrario, donde se ejecutan versiones libres y perversas de éstas.

 Valentín Roma nació en Ripollet en 1970. Es historiador del arte, profesor de estética y comisario de exposiciones. Rostros es su primer libro.
 
Rostros, Valentín Roma, editorial Periférica

JUAN CRUZ SOBRE PHILIP ROTH E IMRE KERTÉSZ


 Después de que  Philip Roth e Imre Kertész  anunciaran su intención de retirarse de la literatura, Juan Cruz escribió  este artículo aparecido  en el País, 24/11/12, bajo el título NO TENGO NADA MÁS QUE DECIR.

La escritura es un oficio duro. A menudo, los autores sufren crisis creativas. 
César Vallejo, el poeta peruano, escribió: “Quiero escribir, pero me sale espuma, /quiero decir muchísimo y me atollo”. Era una impostura, en realidad, una manera de empezar el poema, una forma de posponer lo que quería decir. Luego continúa, en efecto, y no precisamente diciendo espuma: “No hay cifra hablada que no sea suma, / no hay pirámide escrita, sin cogollo. / Quiero escribir, pero me siento puma…”.

Los escritores, desde Homero a Philip Roth, que ahora ha dicho que se atora, o a Imre Kertèsz, que ha declarado que ya se quedó sin tema, han tenido ante la página en blanco la misma sensación: no les va a salir. Algunos salen a la terraza o a tomar café; otros fuman, como si en la voluta estuviera la forma del poema o la solución ardientemente buscada al crucigrama de nombres propios que se le han envuelto con el argumento del libro. Francisco Umbral lo resumía: “El puto folio”. Pero Umbral, como la mayor parte de los periodistas, o de los escritores de periódicos, tienen encima una espada que no pueden ignorar: el cierre, “el puto cierre”. El novelista, el autor de libros, puede posponer la entrega, ponga lo que ponga el contrato, pero el periodista tiene ahí, abierta, una hendidura, y le toca cerrarla, tenga inspiración o esté tieso de asunto.

A veces los escritores, como el César Vallejo de aquel poema tan humano, utilizan la referencia a su dificultad para hallar asunto como parte de su preparación para sacarlo a relucir. Un casi tocayo de Vallejo, el colombiano Fernando Vallejo, decía con ironía a este cronista: “Pero, demonios, por qué escribe ese poema si le sale espuma. ¡Que espere un rato!”. Pablo Neruda, que también se refería a veces a sus imposibilidades para decir lo que sentía antes de decir lo que de veras sentía, escribió ese verso famoso: “Quiero escribir los versos más tristes esta noche…”. De nuevo Vallejo, Fernando: “¡Pues escríbalo, deje de decir que puede hacerlo, pues hágalo!”.

En realidad, César Vallejo quería escribir y escribió: estaba haciendo dedos, que es lo que los escritores hacen mientras van viniéndoles las ideas de lo que han pensado en el paseo, en la ducha o en la duermevela. Hay escritores que tienen al lado de donde duermen un cuaderno en el que quisieran apuntar los sueños más espléndidos de su literatura dormida. Y hay autores o artistas que opinan, como Cela o como Picasso, que la inspiración no existe sino que los tiene que hallar trabajando. Mario Vargas Llosa, que acaba de recibir en México el Premio Carlos Fuentes, era como el colega que da nombre al último galardón que recibe: Vargas se levanta muy temprano, corre, trota o camina, y al regreso a casa ya tiene dispuesta la vida para que nadie interrumpa su relación con la escritura, por lo cual Juan Carlos Onetti decía que el autor de La ciudad y los perros estaba casado con la literatura mientras que él mismo se llevaba con ella como un amante a la que visitaba en medio del desvarío del deseo.

Muchos autores confiesan hartazgo de materiales literarios

ALBERTO IGLESIAS MEJOR MÚSICO EUROPEO


El músico Alberto Iglesias ha obtenido el premio al mejor músico europeo por la película británica El topo en la gala de la Academia de Cine Europeo que se celebra en La Valetta (Malta). El compositor donostiarra que declinó su asistencia a la ceremonia por estar inmerso en el trabajo de la música de la última película de Pedro Almodóvar, Los amantes pasajeros, envió unas palabras de agradecimiento que leyó en su nombre el productor español Antonio Pérez. “Escribo desde España. Necesitamos más que nunca ser Europa. Seguimos vivos” fueron las emotivas palabras enviadas por Iglesias. El topo, la historia de espías basada en la novela del mismo título de John Le Carré, está dirigida por el sueco Tomas Alfredson, el realizador de Déjame entrar.
Iglesias es uno de los músicos más valorados en Europa. El premio conseguido hoy es el tercero que recibe de la Academia de Cine Europeo, tras los conseguidos por Volver y Los abrazos rotos, los dos del director manchego.

MIROSLAV PENKOV, AL ESTE DE OCCIDENTE



Todos conocíamos bien  la historia de la iglesia sumergida. En tiempos, antes de las guerras de los Balcanes, un rico vivía al este del río. No tenía mujer ni hijos, así que mientras agonizaba, llamó a su criado para comunicarle un deseo final; construir con su dinero, una iglesia para el pueblo. La iglesia se construyó al oeste del río, y los campesinos contrataron a un joven zograf, un maestro de iconos. El maestro pintó durante dos años y allí conoció a una chica y se enamoraron, y se casó con ella, y los dos vivían al oeste del río, cerca de la iglesia.               
Entonces llegaron las guerras de los Balcanes y luego la primera guerra mundial. Bulgaria perdió todas esas guerras y mucha tierra búlgara fue entregada a los serbios. Tres oficiales llegaron al pueblo; uno era ruso, uno era francés y otro era inglés. El este del río, dijeron, se queda en Bulgaria. De ahora en adelante, el oeste del río pertenece a Serbia. Los soldados vigilaban las riberas y decidieron tirar el puente. Cuando el joven maestro , que se había marchado para trabajar en otra iglesia, volvió, los soldados no le dejaron cruzar la frontera y volver con su mujer. 

Al este de occidente, Miroslav Penkov, editorial Seix Barral.                                                      


Como hiciera James Joyce en Dublineses u Orhan Pamuk en Estambul, Penkov teje un retrato de su tierra natal y las almas de sus gentes, y constituye a través de estos relatos transcender fronteras: demuestra que el amor, la muerte y todo aquello que nos hace humanos permanece inalterable en el espacio y el tiempo.




 
 

IVÁN TURGUÉNIEV

-Eso es una cuestión completamente distinta. No tengo en absoluto por qué explicarle a usted ahora por qué permanezco con los brazos cruzados, como usted ha tenido a bien expresarse. Sólo quiero decir que la aristocracia es un principio, y sin principios en nuestros días, sólo pueden vivir las gentes inmorales o vacías. Le he dicho esto a Arkadi al día siguiente de su llegada, y ahora se lo repito a usted. ¿No es así Nikolai?
Éste asintió con la cabeza.
-Aristocracia, liberalismo, progreso, principios -dijo mientras tanto Bazárov-. ¡Tú imaginas cuántas palabras exóticas... e inútiles! El hombre ruso no las necesita ni regaladas.
-¿Y qué es lo que necesita el hombre ruso, según usted? Al oírle hablar parece que nos encontramos al margen de la humanidad, al margen de las leyes. Por favor, la lógica de la historia exige...
-¿Y para qué necesitamos esa lógica? Nos podemos pasar sin ella.
-¿Cómo es eso?-Pues así. Supongo que usted no tiene necesidad de la lógica para llevarse un pedazo de pan a la boca cuando tiene hambre. ¿Para qué queremos esas abstraciones?


Padres e hijos, Iván S. Turguéneiev, Ediciones Rialp

                                 

VENGO DE UNA PALABRA

Vengo de una palabra y voy a otra
errática palabra y soy esas palabras
que mutuamente se desunen y soy
el tramo en que se juntan
como los bordes negros del relámpago
y soy también esas beligerancias de la vida
que proponen a veces una simulación de la verdad.

Semejante a la noche, vengo
del negro y voy al blanco y busco
dispensarme de mí con este blanco y nunca
llego a ser lo que yo más deseo:
esa palabra suficiente que precede a la última.
                           
                                                 (Únicamnete soy
                                                  mi libertad y mis palabras.
                                                                             J.M.C.B.)


La noche no tiene paredes, J.M. Caballero Bonald, editorial Seix Barral



«El escritor más importante de España en la actualidad», Juan José Armas Marcelo, ABCD  las Artes y las Letras. 
 
«Una de las voces de mayor coherencia estética de la generación del medio siglo»,
                                                                                         Pere Ballart, Quimera. 

«Torrente indomable y cristalino, de aguas brillantes y salvajes... Caudal poético de una hondura y sinceridad creativa elogiables», Cambio 16.

 
«Una de las más altas voces líricas del último medio siglo español»,
                                         Luis María Ansón, El Cultural (El Mundo).

 
«Poeta riguroso, insurrecto y sibarita», Agustín Pérez Leal, Turia.

 
«Una labor de coherencia insobornable, fiel a la religión de la incertidumbre, propenso al feliz desconcierto que habita detrás de las palabras y las ensancha, por donde respira la poesía mayúscula», Antonio Lucas, El Mundo.
 
«El secreto de la calidad de Caballero Bonald está ahí: en que su reciedumbre moral de poeta exigente la ha llevado a cada página de las que escribe»,
                                                                            José María Pozuelo Yvancos, ABC

El próximo jueves 29 de noviembre, a las 19:00 horas, en la Biblioteca de Asturias, Ramón Pérez de Ayala, Ricardo Menéndez Salmón hablará con los lectores de su último libro MEDUSA.

Presenta el acto Fernando Menéndez.

Organiza Asociación de Amigos de la Biblioteca de Asturias.

Entrada libre hasta completar aforo.

MEDUSA DE RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN


 




 

 “La desnudez del mundo invita a que alguien la capture”, escribió Prohaska en Al dictado de un dios cruel. “Pero la insatisfacción permanente del hombre, su ansia implacable de razones, es la que exige que alguien la interprete. Ahí", concluye el contemplador del Reich, “en la funesta manía de explicar, se esconde el origen de nuestro concepto de culpa.”
No es sencillo satisfacer la duda que nos corroe al leer estas líneas: ¿habla un cínico o un sabio? ¿Un pesimista razonable o un asesino odioso? ¿Una víctima o un verdugo?
MEDUSA de Ricardo Menéndez Salmón, editorial Seix Barral

PIERRE MICHON; EL ORIGEN DEL MUNDO


Lo que dormía bajo el polvo, en un mueble con vitrina pegado a la pared del fondo, venía de mucho antes. Venía del siglo anterior, de la época de las barbitas puntiagudas, de la República de los Jules, de aquellos tiempos en que unos curas atléticos del Périgord se arrastraban por las cuevas, remangándose la sotana, rumbo a los huesos de Adán, y en que unos maestros, también de Périgord, se arrastraban lo mismo y se manchaban de barro con unos cuantos chiquillos rumbo al hueso que demostrase que el hombre no nació de Adán; de ahí venía lo de la vitrina, como lo atestiguaban las etiquetas pegadas en todos los objetos, en que habían caligrafiado denominaciones científicas con la letra de mano primorosa característica de aquellos tiempos, la primorosa letra vanidosa y vana, redonda, recargada, ferviente, que compartían entonces los ingenuos y los modestos de ambos mandos, los que creían en las Escrituras y los que creían en el porvenir de los hombres.

 

Pierre Michon nació en 1945 en Cards, en la Creuse francesa. Publicó su primer libro a los treinta y siete años “Vidas minúsculas” que lo consagró de inmediato como uno de los grandes escritores del siglo.


El origen del mundo, Pierre Michon, editorial Anagrama

AMOS OZ: VERSOS DE VIDA Y MUERTE





 

Tal vez sea así: escribes sobre ellos como un fotógrafo de reuniones familiares. Vas y vienes entre los personajes, charlas con todos, confraternizas, gastas bromas, les apremias a que se coloquen de una vez en sus sitios, sitúas a los altos de pie formando un semicírculo , delante haces sentar a los bajos a las mujeres a los niños, reduces los espacios que los separan, juntas una cabeza con otra, pasas dos o tres veces entre las filas y con habilidad vas estirando un cuello, el pico de una camisa, los pliegues de algunas mangas, las cintas de unas trenzas, te retiras hacia detrás de tu cámara, que está dispuesta sobre un trípode, metes la cabeza en la manga negra, cierras los ojos, cuentas en voz alta hasta tres , aprietas por fin el botón y así conviertes a todos en espectros (el único que no ha obedecido es el gato gris de Miriam Nehoarait, se ha negado a quedarse  petrificado en su sitio, quizás ha olido la presencia de Joselito, por eso ha quedado atrapado para siempre en una esquina de la foto con tres o cuatro rabos.

VERSOS DE VIDA Y MUERTE Amos Oz, editorial Siruela

JULIEN GRACQ POR MIGUEL CASADO

"Transbaikalia y otros poemas", de Julien Gracq  traducidos por Miguel Casado en la página La nube habitada, que coordina e ilustra Anxo Pastor dentro de la revista digital FronteraD .


TRANSBAIKALIA
Las citas fallidas de enamorado en lo hondo de una cantera de pórfido; la Gehena y la giga demente de los barcos en llamas, una noche de niebla, por el mar del Norte; las gigantescas matas de espinos y las altas coronas de cementerio de una fábrica bombardeada, solo podrían dar una pálida idea de este vacío espejeante de quemaduras, de este ir sin rumbo y esta deriva de restos de naufragio como las aguas del Amazonas en la crecida, en que mi espíritu no había dejado de flotar después de partir entre enigmáticos monosílabos. Ya no sabría nombrarlo sino con nombres de glaciares inaccesibles o de alguno de esos espléndidos ríos mongoles de carrizos que cantan, de tigres blancos y olorosos, con su ternura de oasis inútiles entre la grava quemada de las estepas, esos ríos que desfilan lentamente ante el canto de un pájaro perdido encima de una caña, como posado después de la retirada del diluvio en un paisaje del que se han barrido los últimos toques del hombre: Nen, Kerulén, Selenga. Nen es el nombre que les doy en sus dulces consuelos, sus grandes escapadas de ternura como bajo velos conventuales; es la suavidad de piedra de sus manos secas, su leve sudor de niño, ligero como rocío, tras el abrazo matinal; es la hermanita de las noches inocentes como lirios, la chiquilla de los juegos pudorosos, de las almohadas blancas como una mañana fresca de septiembre. Kerulén son las tormentas rojas de sus músculos vencidos por la fiebre, la boca torcida con la deslumbrante torsión escultórica de las viguetas de hierro tras el incendio, las grandes olas verdes donde flotan sus piernas agitadas entre los músculos frescos del mar, cuando yo me hundo en él como una tabla a través de estratos traslúcidos, y ese gran ruido de doblar de campanas que nos acompaña en el lecho de las profundidades. Selenga es cuando flota su vestido como un vuelo soleado de gaviotas por el medio de las calles vacías de la mañana, por entre grandes velos batientes, ocelados con sus ojos como una cola de ave que se arrastra; son los ojos líquidos que nadan en torno suyo como una danza de estrellas. Es cuando desciende a mis sueños por las chimeneas tranquilas de diciembre, se sienta cerca de mi cama y toma tímidamente mi mano entre sus deditos para el difícil paso a través de los solemnes paisajes de la noche, sus ojos transparentes a todos los cometas que se abren sobre mis ojos hasta la mañana.
Para leer más pinchar en el siguiente enlace:

 

LUIS GOYTISOLO II: COSAS QUE PASAN


En la creación literaria el impuso sexual puede tener una presencia explícita, sea por los actos que en ella se describan, sea por el papel que desempeña en la trama argumental, por su influjo en el comportamiento de los personajes. Pero su impronta puede ser más amplia, hallarse en el centro de la concepción misma de la obra, así es, por ejemplo, en Proust, en Joyce, en Hemingway; no lo es, por el contrario, en Faulkner, en Kafka. Y es que, al igual que a los sueños, el impulso sexual se halla estrechamente vinculado a la creación literaria. Así, por ejemplo, el sueño de la casa en ruinas contigua a la mía, un caserón de piedra de silleria del que resulto ser dueño y que, pese a su deterioro, el sentimiento que produce es de alborozo según se recorren una tras otra sus estancias, según se descubren sus perspectivas insospechadas, las sugerencias que ofrece todo ese espacio olvidado. Ayer, en la noche del 13 al 14 de septiembre, tras reiterarse una vez más un sueño que se repite desde hace más de veinte años, se me impuso de golpe su significado: la inminente solución de un problema, esto es, estar a punto de en el terreno amoroso, o conceptual, o de la creación literaria. Un aviso, un anuncio, una llamada de alerta que prepara una revelación.


COSAS QUE PASAN Luis Goytisolo, editorial Siruela

LUIS GOYTISOLO I

Hace unas semanas estuvo en Oviedo Luis Goytisolo. El escritor impartió una conferencia bajo el título de Novela y novelista. El acto estuvo organizado por Tribuna Ciudadana y presentado por Fernando Menéndez. A continuación aparece el texto completo de la presentación.



Luis Goytisolo: novela y novelista 

Así que aquí estoy (…) / tratando de aprender a usar palabras, y cada intento / es un arranque completamente nuevo, y un diferente tipo de fracaso / porque uno ha aprendido sólo a prevalecer sobre las palabras / para aquello que uno ya no tiene que decir, o el modo como uno ya no está dispuesto a decirlo. Y así cada intento / es un nuevo comienzo, una incursión en lo inarticulado con un desastroso equipo siempre deteriorándose / en la confusión general de la imprecisión del sentimiento, indisciplinadas escuadras de emoción. (…) sólo hay lucha por recobrar lo que se ha perdido /  y encontrado y vuelto y vuelto a perder; (…) Pero quizás no hay ganancia no pérdida. / Para nosotros sólo está el intentar. Lo demás no es asunto nuestro. (“Cuartetos”, T.S.Eliot)
 

Tal vez, con la presencia hoy entre nosotros de un escritor de la talla de Luis Goytisolo: y más aún si pensamos en el título de la que será su intervención: “Novela y novelista”, podemos albergar alguna esperanza sobre la resolución de ese debate que a menudo se asoma en los foros públicos sobre la posible pérdida de trascendencia de la novela en los tiempos que corren. Una marea creciente que no duda en afirmar que la relevancia narrativa empieza a recaer en la ficción de una nómina de series televisivas que, al calor de crítica y espectadores, se erigen como las nuevas moduladoras de la realidad circundante. Tras este ensalzamiento de la “novela filmada” se oculta (o se descara más bien) la crítica a una novela escrita que, al parecer, ha perdido el interés por plantear a la sociedad en la que sobrevive preguntas indiscretas y perdido también el interés en revisarse a sí misma como género. Pero un diagnóstico que emplazara a la novela al mero ámbito del espectáculo y el entretenimiento, obviaría de manera grave la tarea de autores como el que hoy tengo el honor y placer de presentarles. Recordaba hace apenas una semana el crítico de ABC Cultural, Pozuelo Yvancos, al hilo de su reseña de “El lago en las pupilas”, última novela publicada hasta ahora por Luis Goytisolo en Siruela, lo reconfortante que resultaba para un lector la inquietud que aún le empuja a estas alturas de su trayectoria por realizar una búsqueda en cada título escrito. Y es que la biografía literaria de Luis Goytisolo puede verse como la biografía de un escritor que busca la incomodidad, es decir, que plantea al género que practica las suficientes preguntas inesperadas, siempre desde la confianza en que es el estilo, como así emana de Proust, lo que convierte a la novela en un mundo que no ilustra la realidad sino que se conforma en realidad autónoma, emparentándose así con la naturaleza también independiente de la poesía y no con el fácil trampantojo de tildar como poética aquella novela excesivamente retórica o dulcemente lírica.

Volviendo al crítico Pozuelo Yvancos, en su opinión, la inquietud por la búsqueda hace de la trayectoria de Luis Goytisolo una trayectoria sólida, felizmente errática por ser imprevisible. Pero toda errancia tiene sus sentidos orientados; sus encrucijadas en las que el riesgo solidifica. Un primer sentido orientado supone, según mi opinión, la primera novela de un jovencísimo Luis Goytisolo, “Las afueras”, merecedora del I Primer Premio Biblioteca Breve. La novela, si bien no fue mal recibida por la crítica, se le reprochó tal vez una gratuidad en su experimentación al mismo tiempo que, paradójicamente, se elogiaban sus novedades estructurales. Modulada en capítulos de los que algunos, previamente, tuvieron afortunada vida como relatos, “Las afueras” confronta dos realidades cercanas pero alejadas de una gran urbe como Barcelona. La de sus extrarradios con sus habitantes que física y socialmente viven afuera y la de los burgueses y terratenientes que viven dentro, por expresarlo así.

En palabras del profesor Fernando Valls, los capítulos / relatos de “Las afueras” al verse reunidos conforman una novela de enriquecida complejidad. La errancia, pues, asume su perfil desde el inicio, si por errancia entendemos un camino reacio a la conformidad y a las soluciones fáciles.

Desde 1958 (año de la concesión del Biblioteca Breve) transcurren cinco años hasta 1962, año en el que comienza la escritura de su obra magna: la tetralogía “Antagonía”. Proyecto que llevó a nuestro autor diecisiete años de escritura. He aquí la segunda encrucijada o sentido orientado. “Antagonía” vive este año en el que estamos una puesta al día en su vigencia por la decisión de celebrar la editorial Anagrama sus quinientos números de la colección Narrativas Hispánicas publicando la novela en un solo volumen prologada por Ignacio Echevarría. Este acontecimiento, lo que hace, es subrayar la capitalidad de un título clave para entender la obra de Luis Goytisolo y la historia de la narrativa contemporánea en nuestro país. Escuchemos sino por un momento a un ilustre lector como Claudio Guillén: Antagonía, en efecto, aspira a ser una summa novelesca y lo consigue. Sus dimensiones, que en resumidas cuentas se superponen, son varias y siempre amplias, es más, panorámicas, abiertas a todo cuanto puede abarcar el narrador ficcional. Ese narrador cultiva la exactitud y asimismo la abundancia, sin temor a la profusión de detalles y hasta la prolijidad. La creación literaria puede dar cabida lo mismo al afán de síntesis, que en este caso no se pierde nunca de vista, que a la atención más paciente a la infinidad de cosas y objetos y sucesos y personas y personillas que producen la prolijidad de lo real. Estamos en Cataluña y en Barcelona durante los años del último franquismo y la inminencia del régimen político siguiente. Una dimensión principal es la consciencia de la Historia, propia de la mejor tradición de la novela europea, y especialmente adecuada a las actividades clandestinas de los militantes antifranquistas que aparecen en la novela.

Simultáneamente se va profundizando en una conciencia de la sociedad, es decir, en el ejercicio del análisis sociológico, encarado con la evolución de las clases, profesiones y grandes familias catalanas por aquellos años. Barcelona es París, es Dublín, es Berlín, es el escenario de la novela de la gran ciudad; pero cuidado, ni Cataluña ni el mundo se reducen a ella, y junto a las escenas de la vida barcelonesa tenemos unas escenas de la vida catalana y a ratos también española.

Si se me permite afirmarlo, la contradicción de asentarse en la incomodidad, es la que marca el discurso literario de Luis Goytisolo sin obviar ninguno de los desafíos planteados a un novelista que percibe el género como un imponente interrogante o como un ámbito insular, con sus propias reglas y que no necesita de ninguna instrumentalización externa. El lector que se a alguna de las obras de nuestro autor debe ser consciente de esto último. Digamos que es a éste al que le toca levantar la pared de un edificio en marcha (o, quién sabe, tal vez derribarla). Uno no puede menos que pensar en alguno de los principios de la estética de la recepción que aguardan la participación activa del lector y no una mera contemplación.

Sin ir más lejos, la última novela publicada por Luis Goytisolo, la ya citada “El lago en las pupilas” es un clarísimo ejemplo de lo que acabo de decir. Narrada a través de una fragmentación de voces y con una alta capacidad de sugestión; al lector que culmina su lectura (al menos al que suscribe) le queda la sensación de que, una vez leída, queda pendiente otra novela (la misma y distinta): la que ha de (re)construirse en mi cabeza.

En honor a la verdad, lo que yo he denominado de manera reiterativa “errancia” o incomodidad ante las convenciones de un género, habrá que definirlo como la transición del verbo “representar” al verbo “interpretar”. La renuncia a la vieja (aún reincidente) intención realista de representar, de imitar la realidad, para optar por la interpretación de dicha realidad, cuya plasmación en términos literarios es la creación, no de un mundo independiente y paralelo al mundo que conocemos, sino de un mundo independiente y en muchas ocasiones perpendicular pues, no pocas veces, el mundo de ficción interpela al mundo real y en esa interpelación y en el lenguaje utilizado se ubica la única realidad válida para el novelista.

El barcelonés Luis Goytisolo es miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1994. Además de Biblioteca Breve, ha recibido el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica. De sus obras publicadas me van a permitir que cite y ponga el acento en aquellas que al lector que ahora les habla mayor huella le han dejado: son los casos de “La paradoja del ave migratoria” (1987), “Estatua con palomas” (1992), “Diario de 360º” (2000) o “Placer licuante” (1997). Pero más allá de mis gustos particulares es de justicia destacar obras como “Liberación” (2003), “Oído atento a los pájaros” (2006) o “Cosas que pasan” (2009).

No me quiero olvidar de su labor como documentalista que dio lugar a celebradas series documentales como “Indico.”

Querría finalizar mi intervención recurriendo de nuevo al magisterio del profesor Claudio Guillén: (…) para Luis Goytisolo la novela no puede reducirse a la convivencia del lector con unos pocos personajes representativos o unos sucesos simbólicos. Ninguno de ellos es un signo suficiente ni plenamente significativo por sí solo. Lo principal es su inserción en una visión total, o su vinculación con un vasto conjunto, mediante una índole de comprensión que se vive dinámicamente como ciclo sin comienzo ni fin precisos, como aprendizaje de un futuro quizás más descifrable.

 

                                                          Fernando Menéndez

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ: ESPACIO Y TIEMPO

Espacio y tiempo Juan Ramón Jimenéz. Editorial Linteo
 
Cada día de los que pasó en el exilio, Juan Ramón Jiménez pudo al menos tocar piedrecitas de Moguer. A todas horas, donde quiera que fuera, le acompañaban en un bolsillo.  El poeta dejó de hacer poesía. Solo cuando el paisaje cambió y le hizo sentirse en casa volvió al verso. Ocurrió en La Florida (Estados Unidos), donde se instaló junto a Zenobia Camprubí en “una casita andaluza” y donde todo le recordaba a su tierra. “En La Florida empecé a escribir otra vez en verso. Una madrugada me encontré escribiendo unos romances y unas canciones que era un retorno a mi primera juventud, una inocencia última, un final lójico (sic) de mi última escritura sucesiva en España”, escribió en una carta en 1943.

Esos versos que pertenecen a la obra del exilio apuntaban en muchas direcciones. Una de ellas fueron los Romances de Coral Gables. Otra, un poema que arranca con un desafío —“Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo”— que comenzó en verso libre mayor titulado Espacio. Muchos especialistas lo consideran el testamento poético del Nobel andaluz. No así Joaquín Llansó, que reserva esa simbólica corona para Dios deseado y deseante. “A través de los manuscritos se puede demostrar que Espacio está escrito antes de 1945. A partir de los cincuenta comenzó a prosificar su obra entera. Cambió y corrigió cosas, pero todo estaba escrito antes de ese año”, sostiene.

La editorial Linteo ha publicado una edición especial de Espacio y Tiempo, donde Joaquín Llansó y Rocío Bejarano desmenuzan el contexto en el que surgieron ambas obras, la historia de su escritura y la controversia suscitada por las dos copias de Espacio. “Había divergencias sobre la fijación del texto, nosotros hemos establecido cuál es el texto definitivo”, comenta Llansó, que también destaca el carácter abierto de la edición. “Mostramos todos sus manuscritos para que los especialistas puedan tener sus propias conclusiones”. El volumen, de cuidadísima edición, incluye acuarelas y reproducciones facsimilares, que permiten seguir las correcciones manuales del autor de Diario de un poeta recién casado.

 

El lector de Monet
 
Ignacio Echeverría, artículo aparecido en EL CULTURAL de El Mundo el 26/10/2012
 

Puede que lo que me propongo decir suene insufriblemente elitista. Aun así, me arriesgo a volver sobre el tema (pues lo traté ya en otra ocasión), desde la confianza de que vale la pena al menos planteárselo. Para comenzar, me remito otra vez a la memorable entrevista a Kurt Vonnegut publicada por The Paris Review en 1976. Preguntado por la situación supuestamente deplorable a la que, a juicio del entrevistador, parecía estar abocándose la literatura estadounidense en aquellos años, Vonnegut responde tajantemente: “No escasean los buenos escritores. Lo que nos falta es una masa de lectores fiables”.

Me interesa, en boca de un escritor tan poco sospechoso de elitismo como Vonnegut, esta idea de que escasean los lectores “fiables”. Pues mucho se ha venido hablando en los últimos años, con acentos más o menos agoreros, de la muerte del lector; cuando, lejos de extinguirse, lo cierto es que los lectores no dejan de aumentar, y parece incuestionable que cada día se lee más. Cosa distinta es que se lea peor. Pero habría que hablar, en este caso, ya no de la muerte del lector, sino, más propiamente, de su decadencia. Habría que hablar -como sugiere Vonnegut- de la proliferación de lectores de baja calidad, responsables -tanto o más que los editores, y hasta que los propios escritores- de que se escriban tantos libros mediocres, y bastantes menos obras admirables de las que cabría esperar en un caudal tan abrumador de literatura como el que no cesa de generarse.Lo dice Paul Valéry en una anotación de sus cuadernos del año 1916: “No es nunca el autor el que hace un ‘obra maestra'. La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Lector riguroso, con sutileza, con lentitud, con tiempo e ingenuidad armada. Sólo él puede hacer obra maestra, exigir la particularidad, el cuidado, los efectos inagotables, el rigor, la elegancia, la duración, el impulso. Pero ese lector, cuya formación y cuyas fluctuaciones constituyen el verdadero objeto de la historia de la literatura, se está muriendo”.

Ya se hablaba entonces, vemos, de la muerte del lector. Pero no se trata aquí de la muerte de los lectores en general, sino de una determinada franja de los mismos: los lectores de calidad, capaces de enfrentar la obra con la actitud que Valéry describe tan bien (“con sutileza, con lentitud, con tiempo e ingenuidad armada”, qué bueno).

JOSÉ ÁNGEL VALENTE

En la ventana
las gotas de lluvia fingen llanto
del prematuro rostro frío de este otoño.

Hay días
en la estación que baja
con las niebla primeras
hacia la fronda aún verde
del jardín tan íntimo,
velados días como tenues telas,
días tejidos en el hueco oscuro,
suspendidos del borde
                                                                                    de los días iguales,
                                                                                    como ayer, como siempre. 
                                                      
                                                                                                                       (Otoño,1994)


                                         José Ángel Valente " Fragmentos de un libro futuro" Galaxia Gutenberg"


En febrero de 1969, cuando los tumultos ya habían destrozado gran parte de los barrios negros de Newark, ciudad natal de Philip Roth, en el Ayuntamiento se votó la eliminación del presupuesto municipal de 2,8 millones de dólares necesarios para financiar el Museo de Newark y la Biblioteca Pública de la misma ciudad. Centenares de residentes se opusieron con vehemencia a tal medida que había clausurado dos instituciones públicas excepcionales. Ante la protesta, finalmente los ediles rescindieron su decisión. El texto que escribió Philip Roth  sobre el tema se publicó en la página editorial de The New York Times unas dos semanas después del anuncio de que iban a recortar el presupuesto. Hoy aparece recogido en su libro LECTURAS SOBRE MÍ MISMO de la editorial Mondadori.


LA BIBLIOTECA PÚBLICA DE NETWARK

¿Qué harían  los lectores de Netwark si el Ayuntamiento sigue adelante con su plan de ahorro y clausura la biblioteca pública el primero de abril? ¿Saquearán las estanterías a la manera en que los habitantes de Netwark saquearon las tiendas de electrodomésticos durante los disturbios de 1967? ¿Llamarán a la policía para que reduzca con gases lacrimógenos a los ladrones que huyan con la Enciclopedia Británica? ¿Tomarán los eruditos posiciones de francotiradores en las ventanas de la sala de obras de referencia y los escolares ocuparán el edidficio principal en la calle Washington a fin de completar sus trabajos de fin de curso? Si el Ayuntamiento encierra los libros, ¿se unirán los portadores de carnets de biblioteca para liberarlos?
En los años cuarenta, cuando yo crecía en Netwark, dábamos por sentado que los libros de la biblioteca pública pertenecían  al público. Puesto que mi familia no poseía muchos libros ni tenía dinero para que un niño los comprara, era agradable saber que por el mero hecho de estar empadronado en el municipio podía acceder a cualquier libro que quisiera leer de aquel edificio espléndidamente austero en la calle Washihgton, en el centro de la ciudad, o bien en la filial de la biblioteca en mi barrio, a la que podía ir andando. No era menos satisfactoria la idea de la propiedad en común y por el bien común. Si tenía que cuidar de los libros que tomaba en préstamo, devolverlos intactos y dentro del plazo establecido, se debía a que no eran solo míos, sino que pertenecían a todo el mundo. Esa idea contribuyó a civilizarme tanto como cualquiera de las que encontrara en los propios libros.
Si la idea de una biblioteca pública era civilizadora, no menos lo era el lugar, con su grato silencio, sus pulcros estantes y sus informados y serviciales empleados que no eran profesores. La biblioteca no era simplemente el lugar a donde uno tenía que ir en busca de los libros, sino una especie de riguroso refugio al que un muchacho de la ciudad iba de buen grado para recibir su lección de comedimiento y adiestrarse en el dominio de sí mismo. Y luego estaba la lección de orden, del que la misma enorme institución servía como instructora. ¡Qué confianza inspiraba, tanto en uno mismo como en los sitemas, decodificar primero la ficha del catálogo, luego avanzar por los pasillos y escaleras hacia las estanterias abiertas y, una vez allí, encontrar, exactamente donde se suponía que estaba, el libro deseado! Para un niño de diez años, descubrir que es capaz de orientarse entre decenas de millones de volúmenes hasta el que desea leer no carece de satisfacciones. Tampoco era moco de pavo llevar en el bolsillo el carnet de la biblioteca, pagar una multa, sentarse en un lugar desconocido, lejos de los padres y la escuela, y leer lo que quisiera en una atmósfera de anonimato y de paz. Finalmente, llevar a casa a través de la ciudad, e incluso de noche a la cama, un libro con un linaje local propio, un árbol genealógico de lectores de Newark a los  que ahora se había añadido tu nombre.
En los años cuarenta, cuando todavía la población de la ciudad era mayoritariamente blanca, que los libros no pertenecían y que la biblioteca pública tenía mucho que enseñarnos sobre las reglas de la vida civilizada, así como  placeres cicilizados que ofrecer, era un hecho incontrovertible de la vida. Resulta extraño, por decirlo cortésmente, que ahora, cuando Netwark es sobre todo negra, el Ayuntamiento (por razones fiscales, según nos dicen) haya tomado una decisión que da a entender que, al fin y al cabo, los libros no pertenecen al público, y lo que la biblioteca proporciona a los jóvenes ya no es esencial para su educación. Lo cierto es que, en una ciudad plagada de agravios sociales probablemete pocas cosas podrían ser más esenciales para el desarrollo y la sensatez de los joven reflsexivo y ambicioso que acceder a esos libros. De momento, el Ayuntamiento de Netwark puede haber resuelto su problema fiscal; sin embargo, es una lástima que los concejales sean incapaces  de calcular la frustracción, el cinismo y la rabia que inevitablemete ha de generar ese insulto, e imaginar lo que cerrar bibliotecas puede costarle al final a la comunidad.

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