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LA TIRA DE CHARLES M. SCHULZ

LA TIRA DE J. A. MARTÍNEZ DEL VAS

RETROSPECTIVAS: ONETTI, EN "A FONDO




¿El principal rasgo de su carácter?
La pereza.

¿La cualidad que desee en un hombre?
La bondad.

¿La cualidad que prefiere en una mujer?
La ternura.

¿Lo qué más aprecia en sus amigos?
Lealtad.

¿Su principal defecto?
Ninguno.

¿Su ocupación preferida?
Leer novelas policiales

¿Su sueño de dicha?
Whisky y una buena novela policial que todavía no he leído.

¿Cuál sería su mayor desdicha?
Superstición. No la nombro.

¿Qué quisiera ser?
Yo, en las condiciones presentes, pero con veinte años.

¿Dónde desearía vivir?
En cualquier sitio, pero de rentas.


¿Sus autores preferidos?
La Biblia, Faulkner, Proust, Céline, Dostoievski, Cervantes, Hemingway.

¿Sus poetas preferidos?
Shakespeare, Walt Whitmann, Pablo Neruda, César Vallejo, Luis Rosales.

¿Sus héroes de ficción?
Los que yo invento

¿Sus heroínas favoritas de ficción?
Las que yo invento.

¿Sus compositores preferidos?
Tchaikowsky, Prokofiev, Beethoven, Ravel, Mozart.

¿Sus pintores predilectos?
Gaugin, Van Gogh, Picasso, Goya, Klee, Braque.

¿Sus héroes de la vida real?
El Che Guevara.

¿Sus heroínas de la vida real?


¿Que detesta más que nada?
Ver sufrir sin poder hacer nada para remediarlo.

¿Qué caracteres históricos desprecia más?
Los dictadores.

¿Qué hecho militar admira más?
La campaña de Napoleón en Italia.

¿Qué dones naturales quisiera tener?
Hacerme invisible.

¿Cómo le gustaría morir?
De ninguna manera.

¿Estado presente de espíritu?
Resignado.

¿Hechos que le inspiran más indulgencia?
Todo lo que se haga por amor.

¿Su lema?
Que me dejen en paz.

Fuente: Miradas sobre Onetti(Montevideo 1995, Coord. Omar Prego)

LA TIRA DE MAURO ENTRIALGO

THE PARADE ENDS, DE REINALDO ARENAS





Paseos por las calles que revientan,
pues las cañerías ya no dan más
por entre edificios que hay que esquivar,
pues se nos vienen encima,
por entre hoscos rostros que nos escrutan y sentencian,
por entre establecimientos cerrados,
mercados cerrados,
cines cerrados,
parques cerrados,
cafeterías cerradas.
Exhibiendo a veces carteles (justificaciones) ya polvorientos,
CERRADO POR REFORMAS,
CERRADO POR REPARACIÓN.
¿Qué tipo de reparación?
¿Cuándo termina dicha reparación, dicha reforma?
¿Cuándo, por lo menos,
empezará?
Cerrado...cerrado...cerrado...
todo cerrado...
Llego, abro los innumerables candados, subo corriendo la improvisada escalera.
Ahí está, ella, aguardándome.
La descubro, retiro la lona y contemplo sus polvorientas y frías dimensiones.
Le quito el polvo y vuelvo a pasarle la mano.
Con pequeñas palmadas limpio su lomo, su base, sus costados.
Me siento, desesperado, feliz, a su lado, frente a ella,
paso las manos por su teclado, y, rápidamente, todo se pone en marcha.
El ta ta, el tintineo, la música comienza, poco a poco, ya más rápido
ahora, a toda velocidad.
Paredes, árboles, calles,
catedrales, rostros y playas,
celdas, miniceldas,
grandes celdas,
noche estrellada, pies
desnudos, pinares, nubes,
centenares, miles,
un millón de cotorras
taburetes y una enredadera.
Todo acude, todo llega, todos vienen.
Los muros se ensanchan, el techo desaparece y, naturalmente, flotas,
flotas, flotas arrancado, arrastrado,
elevado,
llevado, transportado, eternizado,
salvado, en aras, y,
por esa minúscula y constante cadencia,
por esa música,
por ese ta ta incesante.

LAS PALABRAS



Las palabras cuentan historias que nos emocionan
y nos hacen soñar.
Las une caprichosamente la mano de un autor
que decide que "Érase una vez" va antes que "Una princesa en un reino muy lejano"
que, pese a las adversidades, tendrá un glorioso futuro.
Coge aire.
Las palabras son símbolos, imágenes,
pero también son sueños: tus sueños, mis sueños,
los sueños de un desconocido
Me gusta soñar.
Me gustan las palabras.
Dejarme llevar a mundos lejanos
en el tiempo y en el espacio.
Las palabras causan alegrías, tristeza, risas y lágrimas.
Nos hacen viajar, nos hacen dudar:
¿Conseguirá escapar?
¿Volverán a encontrarse?¿Lo logrará? ¿Tendrá un final feliz?
La curiosidad nos deja absortos en la lectura
y la intriga se apodera de nosotros.
No puedes parar de leer. ¡Imposible!
Deseas saber cómo acaba la historia pero al mismo tiempo
no quieres que termine nunca.
Alguien llama a tu puerta
Vuelves a la realidad. ¿Quién será? ¿Por qué me arranca de mi historia?
Vences a la intensa atracción que te une al libro como a un imán.
Tus pies avanzan hacia la puerta
pero tu mente sigue cautivada por el relato.
Tres pasos, uno, dos, tres, abres la puerta, sonríes: Lo siento. Se equivoca.
No puedes esperar más, te abalanzas sobre el libro como un depredador.
¿Qué va a pasar? Abres el libro y ante ti más de 354 páginas de suspiros,
250.000 frases que hacen que tu corazón lata más rápido
palabras que resuenan en tu cabeza.
Me gusta la intriga. Me gusta emocionarme.
Me gusta el suspense. Me gusta dudar. Me gusta imaginar.
Me gusta. Sí, me gusta leer.
(Fuente: http://www.megustaleer.com)

LA POESÍA QUE SE VE

¿Qué es poesía? No caeremos en el recurso fácil de citar lo obvio. No es sencillo dar una definición de la poesía. Entre esta definición:

"...La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa..."
José Hierro(España, 1922 - 2002)

o esta otra:

Idealidad, lirismo, cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje. RAE

o ésta:

La poesía es el abrir y el cerrar de una puerta que deja a los que miran pensando en lo que se ve durante un momento.
Carl Sandburg (1878/1967)

hay toda una gama de definiciones, de sentires, de opiniones.
En el caso que nos ocupa, el de la poesía visual, es todavía más complejo. Y aquí sí que no queda más remedio que decir aquello de: "Una imagen vale más que mil palabras".
La poesía visual, dicen, es el soporte perfecto de la metáfora, es una creación en la que se entremezclan y entrelazan silencio, música, magia, espacios en blanco. Cuando le sobran las palabras a la belleza, nos encontramos cara a cara con la poesía visual.

LAS TIRAS DE LINIERS

99 PALABRAS


Nuestro compañero en la diáspora, Juan Manuel Rodríguez Gayán, ganó el tercer premio en el concurso de Relatos Breves de Renfe Cercanías de Madrid.
El escritor Javier Reverte, como presidente del jurado, fue el encargado de entregar los premios del Certamen “El tren y el viaje”, organizado por Renfe Cercanías Madrid en colaboración con ERRESE Libros.
Desde aquí nuestra sincera enhorabuena a Juan. Los triunfos -pequeños o grandes- de nuestros compañeros, siempre nos sirven de estímulo.

Amanece desde el este, otro día más; si lo hiciera por el oeste, muchos no se enterarían. El perfume del jazmín coquetea con el sudor de tres días; tras un cortejo imposible, huye despavorido. Desagradecidas las carteras que arropadas por la masa buscan el calor de otros bolsillos. Ojos que roban las noticias de un periódico gratuito. Cuerpos en equilibrio sostenidos por el párrafo que se asoma desde la página siguiente. Algunos duermen de pie, caminan sobre los sueños. Tras millones de probabilidades, años de espera, dos pares de zapatos hermanos se encuentran, se rozan, se pisan... se alejan


Cuando Antonio Muñoz Molina encuentra la primera frase, esa inspiración casual en apariencia, surgida sin esfuerzo, sabe que de ella se desprende todo lo demás. "Surge como venida de ninguna parte, y sin embargo ha requerido toda la experiencia de la vida, todo lo que se recuerda y todo lo olvidado". Así prenden sus novelas, así inicia el autor andaluz sus viajes literarios, sobre los que disertó ayer en la última jornada de Lecciones y maestros, en Santillana del Mar.El escritor compartió los secretos de su oficio, como en días anteriores hicieron Luis Mateo Díez y Ángeles Mastretta, ante otros colegas, críticos, expertos en su obra y admiradores. Fue un paseo emocionado y honesto por sus referencias, sus métodos y los recovecos de su escritorio. "Ahora sé que seré un principiante por muchas novelas más que escriba y que si tengo alguna seguridad demasiado sólida será porque me estoy equivocando", confesó.

Quería ser como Julio Verne. Pero también como Simenon. Deseaba penetrar en los mundos de Emily Dickinson, pero sin dejar de escuchar a Thelonious Monk o contemplar a Paul Klee, "esos maestros de la concisión". Se dejó de experimentalismos vacuos y optó por la mezcla de géneros sin complejos, como muchos otros autores de su generación. "Hubiera querido escribir en el mismo libro La educación sentimental y El fantasma de la ópera, El gran Gatsby y Cosecha roja o El sueño de los héroes y La historia de secreto e infamia de Ramón Mercader. Hubiera deseado que en el salón de la duquesa de Guermantes se cometiera un crimen y que el narrador indolente de Proust consagrara toda su inteligencia y su capacidad de observación a resolverlo".

Pero le esperaban otros mundos. Esas "moradas y viajes" que Ángel G. Loureiro, catedrático de Cine y Literatura en la Universidad de Princeton, indicó como motores de su obra. Muñoz Molina siempre ha sabido vivir en esa contradicción entre el ansia de movimiento y el profundo deseo de arraigo que puebla toda su creación: "Un amigo mío que vino a visitarme me dijo una vez: 'Siempre estás mudándote y siempre estás viviendo en la misma habitación". Da lo mismo que se trate de Granada, Madrid o Nueva York. Siempre se sentará frente a una mesa contra la pared, en un espacio desnudo pero al tiempo lleno de artilugios y discos. Con hojas disecadas recogidas en cualquier parque, unas entradas para la ópera y esa crítica enmarcada que Juan Carlos Onetti le dedicó a El jinete polaco...

En la obra de Muñoz Molina se cruza la memoria con los territorios imaginados, la violencia, con el destierro, la piedad y el amor, con el desamparo, esa palabra que sorprendentemente se repite tanto en su obra, según Loureiro. Tras las primeras frases llegan los desvelos.
Trabajar día tras día es necesario, pero a veces el empeño en el trabajo no lleva a ninguna parte, y sin embargo, aparece algo venido de no se sabe dónde que tiene todos los síntomas de una iluminación casual y gratuita.

Si la disciplina importa tanto, ¿por qué algunas de las mejores ocurrencias vienen de improviso, no cuando estamos amarrados al escritorio, sino en un momento de abandono en el que nos hemos apartado de él?


(Publicado en El País,25/06/2009)

DECLARACIÓN RENTABLE



Erguido, impecable, maletín lustroso.
Susurra a mi oído fruto del marketing
Dulce empresa que me halaga.

Mercado de pasiones.
Inunda sin competencia
Tramite que encadena
Enlaza certificación.

Unidos hasta los fondos
Ningún factor nos separa.
Si en grupo nos acompañan.
Formarán eterno analisis
¿Será blanco el porvenir?


Mar Cueto Aller

SINTIENDO ASTURIAS




Asturias es cremallera de dos colores: verde y azul.
Verde del agua de cielo reconvertida, azul de agua de mar removida.
Si cerrada la cremallera, sus dientes son las montañas, hijas de la tierra.

Si abierta, un abismo insondable de historia y leyenda se abre a nuestros pies.
Es, pues, necesario caminar con los ojos bien abiertos, para no caer en las trampas de sus hechizos, pues no son magia de poca monta, no.

Asturias se te cuela en el corazón y se instala allí silenciosa, prudente...
Si vives en ella, casi no te percatas entre el bullicio de lo cotidiano, de la gente de sonrisa fácil y corazón grandote (y... ¡demonios!, tan relimpios que hasta lavan el carbón). Pero si te vas -yo no lo sé, sólo lo intuyo- tiene que orbayarte el alma.

Asturias, además, suena. Suena a gaita, a voces profundas que cantan canciones sencillas. Suena a hojas que se mecen en los árboles, a mugidos en los prados. Suena a arroyos y a ríos rápidos, a lagos calmos, a gotitas tiernas, a rumor de olas.
Suena, pero muy quedo -tan quedo que casi no se oye- a niebla. A niebla que es escondite de duendes. A niebla que va desde azulada a gris oscura, que si está más alta ya no se llama niebla, se llama "nubes".

Y las nubes son panzudas, como rellenas. Se mueven lentamente. Están vivas porque se juntan, se separan, algunas son más rápidas -pocas- y cuando se enfadan o están tristes, lloran. Lloran gotas de lluvia. Las nubes están casi siempre ahí.

Por eso el sol en Asturias se vende embotellado. Porque a granel, casi no hay. Al sol embotellado le llaman sidra. Son rayos mejorados, que fueron en su día capturados por las manzanas y que tienen propiedades curativas. En dosis adecuadas, según cada cual, limpian el cuerpo y el alma por dentro (y los bajos de los pantalones y los zapatos por fuera). Y huelen, primero a dulce y después a ácido. Porque la sidra también madura, como la gente. Dulce se toma con castañas y es fiesta de niños y grandes. Madura se toma, generalmente, en compañía frente a mostradores repletos de pinchos y marisco de tacto rugoso y de color rojizo.

Porque Asturias también se toca: en lo escurridizo y resbaloso de las truchas, en lo pegajoso del pulpo. Se toca en las plumas perdidas de los pájaros en el bosque, en el tacto húmedo de las setas, en el rugoso de las rocas o el flexible de la vegetación.

Se toca en la humedad que se mete por poros y oquedades, que se tiende a dormir perezosamente en las sábanas estirándose como los hilos de plata de los dedos de la luna, que acarician a la Asturias que quisiera dormir, pero tiene turno de noche... que huele a bosque, a carbón, acero y mar.


Carmen Salgado Romera (Mara)







EL CORRECTOR



El Premio de la Crítica de la Feria del Libro de Bilbao ha recaído en “El Corrector” (Seix Barral) la última novela de Ricardo Menéndez Salmón. En otras convocatorias, dicho premio se otorgó a escritores como: Enrique- Vila Matas, Alberto Méndez, Julian Barnes o Adolfo García Ortega.
Ricardo Menéndez Salmón nos ha visitado en nuestro taller de lectura en varias ocasiones.
Nuestra más sincera enhorabuena.







LA PLUMA DE GAMONEDA


El poeta, Premio Cervantes 2206, Antonio Gamoneda ofrecerá una conferencia esta tarde en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad, invitado por la Cátedra Emilio Alarcos Llorach. El acto comenzará a las siete y media de la tarde y será presentado por el escritor y profesor de Literatura Moisés Mori. Gamoneda comentará su último libro «Un armario lleno de sombra».


De Exentos II
Pasión de la mirada

Vivo sin padre y sin especie; callo
porque no encuentro en el osario ciego
del sonido aquéllas como frutos
antiguos, las adánicas, redondas
palabras oferentes. Van perdidas
las prietas de salud; quedan vestigios:
astillas, soledad, tierras, estatuas.





LEER, LEER, LEER


Artículo aparecido en el periódico El País el o6/09/2007

La lectura para mí ha sido, y sigue siendo, el placer supremo", confesaba el escritor Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936), en el 2007 en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de La Rioja.

El escritor lo recibió con un discurso titulado El viaje a la ficción. Un viaje que, en general, empieza con las primeras lecturas. No hace falta más que mencionar esta actividad para que se despierten en el autor una serie de reflexiones tan apasionadas como sensatas y reveladoras en torno a su importancia. "Las mejores cosas en la vida me han sucedido leyendo", continúa. "Mi vocación no se habría despertado si no me hubiera fascinado hasta tal punto el universo de la fantasía literaria que descubrí a los cinco años, en Cochabamba (Bolivia), con mis primeros libros. Recuerdo cómo se enriqueció y creció la realidad gracias a las lecturas".


"Una persona que lee, y que lee bien, disfruta muchísimo mejor de la vida, aunque también tiene más problemas frente al mundo"
"Reyes u Ortega cumplieron una función de puentes entre la cultura y el público corriente. Eso, por desgracia, se ha perdido en gran medida"










Para el autor de Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros, "la lectura no es solamente embarcarte en ese mundo de fantasía. Es que de ese mundo regresas armado con toda clase de preguntas, de dudas, de críticas, de sueños y de designios que transforman totalmente tu conducta en el mundo real".
Y también transforma el lenguaje. "La lectura es lo que te permite hacerte dueño de un lenguaje. Una persona que no lee tiene necesariamente un vocabulario pobre y se expresa mal. Y eso no significa solamente que su conocimiento del lenguaje es limitado, sino que piensa mal, porque se piensa en la medida en que se habla y a la inversa", sentencia.
"Creo que la lectura es fundamental para aprovechar toda la riqueza potencial que tiene el idioma. Tener ese dominio del idioma ayuda a pensar con mayor claridad, poder matizar tu pensamiento. Nada enriquece tanto los sentidos, la sensibilidad, los deseos humanos, como la lectura. Estoy completamente convencido de que una persona que lee, y que lee bien, disfruta muchísimo mejor de la vida, aunque también es una persona que tiene más problemas frente al mundo. Hay una problemática que se te desarrolla con las curiosidades, con las incertidumbres que hacen nacer en ti los buenos libros, indudablemente. Lo cual no quita que sea una manera de vivir mejor"
El escritor asegura que "la libertad humana es un producto de la imaginación y de los deseos atizados, inseminados por las buenas lecturas". "Somos mucho más libres cuanto más y mejor leemos", sentencia. "Por eso es imprescindible si se quiere tener una sociedad democrática, con ciudadanos activos, que participan, que intervienen no sólo en el debate público, sino en la marcha de lo que es la civilización. Y es la razón por la que la lectura no es un mero placer o entretenimiento sino un instrumento básico en la formación de un ciudadano libre, moderno, participante. La literatura es una expresión de todo ello".
"En nuestra lengua tenemos a personalidades como el mexicano Alfonso Reyes o a Ortega y Gasset", pone como ejemplo. "Son los dos más excelsos, aunque podría citar más. Sus obras fueron publicadas principalmente en periódicos y revistas, pero eso no les quitó rigor, elegancia, inteligencia. Es un placer leerlos hoy en día, y ellos siempre estuvieron cumpliendo una función de puentes entre lo que era la cultura y el público corriente. Eso, por desgracia, se ha perdido en gran medida. En un momento en que la crítica es más necesaria que nunca, porque hoy es imposible orientarte entre los cientos de títulos que aparecen cada semana. Creo que habría que alentar mucho esa vocación, que es además una vocación de grandes escritores".
Para él, los mejores críticos son los que escriben literatura. "Es lo que Eliot llamaba el crítico practicante", explica. "El que practica un arte y a la vez ejerce una función crítica. En España, además del citado Ortega y Gasset, tenemos a Pedro Salinas, que hizo una labor crítica formidable. Y Azorín. Gracias a Azorín empecé a leer a los clásicos. Sus crónicas maravillosas que están en libros como Al margen de los clásicos y La ruta de Don Quijote, me permitieron leer el Quijote. Yo intenté leerlo en el colegio pero fui derrotado por el lenguaje hasta que el librito de Azorín, tan atractivo, tan bonito, me llevó a leer por fin y a gusto todo el Quijote. Pienso que ese tipo de contribución de los escritores es muy importante en esta época, si queremos que el lector no ande perdido y que la basura literaria no reemplace o se imponga a la literatura de verdad".







CORRER EN SECO


Correr en seco es
querer llegar
al infinito,
estar contigo
un minuto
que pareciera
una hora,
o tal vez
fuera una hora
tan corta
como un minuto.

Correr en seco es
recuerdo,
sentimiento,
alegría y dolor,
estar a tu lado
en silencio,
porque mi amor
es tu amor.

Correr en seco es
deseo de volver a
aquél día siete,
siete, siete...
que golpea
mi cerebro
como recuerdo
implacable.

Todo ocurrió
en esa fecha,
que se repite
y repite,
y acompañará
mi vida,
hasta volver
a encontrarte.

Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán.











SOBRE MONSIEUR BARUCH


Versión sobre "Nada que hacer, Monsieur Baruch" de Juan Ramón Ribeyro por Evelia San juan Aguado


Yo seguía echando por debajo de la puerta una publicidad a Monsieur Baruch que permanecía completamente insensible. En los últimos tres días había deslizado un folleto de la Sociedad de Galvanoterapia en cuya primera página se veía la fotografía de un hombre con cara de cretino bajo el rótulo “Gracias al método del doctor Klein ahora soy un hombre feliz”; había también un prospecto del detergente Ayax proponiendo un descuento de cinco centavos por el paquete familiar que se comprara en los próximos diez días; se veía por último programas ilustrados que ofrecían las memorias de Winston Churchill pagaderas en catorce mensualidades, un equipo completo de carpintería doméstica cuya pieza maestra era un berbiquí eléctrico y finalmente un volante de colores particularmente vivos sobre “El arte de escribir y redactar”, que lancé con tal pericia que estuvo a punto de caer en la propia mano de Monsieur Baruch. Pero éste, a pesar de encontrarse muy cerca de la puerta y con los ojos puestos en ella, no podía interesarse por esos asuntos, pues desde hacía tres días estaba muerto. Su nula respuesta a mi lanzamiento me hizo sospechar que sucedía algo anómalo. Me acerqué: permanecía sentado como solía hacer a diario desde tantos años. Las manos descansaban relajadas sobre el regazo: ¡Cuántas veces le había echado la correspondencia de este modo y él la había recogido con una sonrisa y un gesto amistoso de despedida! Tenía que hacer algo, necesitaba pensar, el resto de correspondencia sin repartir era urgente, pero Monsieur Baruch carecía de familia cercana. Cambié la ruta del reparto y me fui directa al hospital para dar cuenta del hallazgo. Quedaron en acercarse a la casa de modo inmediato.





Por mi parte, aceleré cuanto pude la entrega, deseaba volver para conocer más detalles y ayudar en lo posible. Ya lo habían llevado al depósito municipal. Me dijeron que la muerte le había llegado de modo súbito, sin sentir nada especial, que se habría cansado de vivir por falta de alicientes…Yo no quedé satisfecha con esta explicación y me propuse averiguar algo más sobre su pasado. Me había contado que apenas le quedaba familia: acaso un primo por parte de su madre, viudo como él, que vivía en una ciudad lejana, de la que me había dicho el nombre, pero ahora no recordaba. Busqué su agenda de direcciones: estaba situada encima de la mesita de noche. Tuve que llamarle dos veces, a la primera nadie respondió. Me dijo que se encontraba demasiado viejo para poder hacerse cargo de él y que no podría viajar.
Me pareció que le debía un pequeño homenaje póstumo, por las múltiples veces que me había invitado a tomar con él un café a media mañana, mientras hacía el reparto. Solía preguntarme acerca de las novedades del pueblo: él apenas salía, sus piernas estaban demasiado débiles. Charlábamos un poco, nunca se quejaba de su estado; a veces me pedía que le trajera alguna revista de actualidad para entretener las largas horas de soledad. Le distraían mucho los folletos publicitarios, que leía en su totalidad y luego me comentaba. Nos reíamos a menudo con las exageraciones y falsedades que suelen publicar en su intento de vender. Su compañía era para mí gratificante, representaba el abuelo que nunca tuve. En un gesto de verdadera amistad, me había confiado una llave “por si algún día me pongo enfermo y tienes que llamar para que me lleven al hospital”, a partir de lo cual mis visitas se hicieron algo más frecuentes, procuraba hacerle compañía algunas tardes. Echaba mucho de menos a su difunta, bastantes años antes un cáncer cerebral galopante se la había llevado en tan poco tiempo…No me agobiaba con sus recuerdos, nada más lo dijo en una ocasión. Solíamos merendar y jugar un rato a las cartas: el tiempo pasaba casi sin darnos cuenta y yo notaba al despedirnos sus ojos reflejando felicidad. Para mí este último año había sido muy distinto: me habían dado este destino lejos de la casa familiar, estaba viviendo sola y el lugar era tan provinciano, que procuraba distraerme como podía, a base de lecturas y poco más. Decidí poner una esquela en el periódico de la capital; el resto quedaba a cargo de los servicios municipales.
El entierro se celebró en una penosa soledad; lo inhumaron en un nicho mientras el sacerdote rezaba con desgana las oraciones habituales. Colocar una lápida costaría más de lo que yo podía permitirme, tal vez si hablara con la asistenta social podría conseguir alguna ayuda.
Me preguntaba qué pasaría a partir de ahora con la casa y las pertenencias. Desde luego, Monsieur Baruch era una persona ordenada, cuidadosa, que mantenía limpias y bien colocadas sus cosas. Yo no conocía hasta ahora todas las dependencias, sabía que se preocupaba por mantenerlas lo mejor posible, cada vez con mayor esfuerzo, sin quejarse lo más mínimo por ello. Le arreglé el salón, adecenté el dormitorio y terminé de guardar los cacharros en la cocina. Habría que cuidar las plantas, con una visita semanal sería suficiente. De momento, no sabía qué hacer con la llave.
A la semana siguiente volví por la tarde para ventilar y regar las plantas. Antes de que me diera tiempo a cerrar las ventanas sentí un timbrazo y abrí la puerta. Una mujer de edad incierta y aspecto fatigado preguntaba por la casa de Monsieur Baruch.
-Me llamo Adeline Baruch. Soy su hija.






PUNTO Y SEGUIDO


No diremos que hemos puesto punto y final a los talleres de escritura y de lectura. Más bien será un punto y seguido en espera de retomar nuestras actividades en septiembre. Durante estos meses de verano el blog permanecerá activo. Podéis enviarnos vuestros relatos y sugerencias al correo acostumbrado. Los relatos que enviéis los colgaremos en un nuevo apartado que llamaremos Microficciones de verano.

Como puente entre el final de curso y el verano un relato de Mara.


Edificios y palabras

Recuerdo los comienzos de curso del taller de El Fontán: frío, baldosas húmedas y edificios de piedra a cuya historia siempre fui impermeable. Recuerdo la emoción del reencuentro semanal con mis compañeros y el sentimiento de orgullo cuando llevaba los deberes hechos. La creciente inquietud a medida que pasaban los minutos de la hora y media que duraba la clase. ¿Me tocaría hoy leer? Si no era así, el deseo crecía a lo largo de la semana hasta desembocar en otro martes de lluvia y frío. Pero, de vez en cuando, mi momento llegaba. Y las letras se nublaban y la voz me temblaba al vibrar con la emoción de lo escrito. Y oía el silencio y sentía el pensamiento de los compañeros. Esperaba sus palabras. ¡Por favor, dadme caña, que así aprendo!, les decía mintiendo a medias, porque también quería escuchar que les gustaba.
Sus palabras... Este año no ha habido principio de curso para mí. ¡Echo tanto de menos sus palabras! Porque, así como nunca sabré la historia de los edificios que enmarcan El Fontán, ni creo que tampoco sus nombres, sí sé cómo se llaman mis compañeros y recuerdo sus historias: las que me han contado de sus vidas y, sobre todo, las inventadas: las que han leído sobre papeles empañados de emoción esperando, anhelantes, nuestras palabras.

Mara








BORGES, UN ESCRITOR BRILLANTE



Mar Cueto nos ha enviado algunas curiosidades sobre el escritor Jorge Luis Borges, (Buenos Aires 1899, Ginebra 1986) que nos llevan a conocer un poco más sobre la personalidad de este autor.

Las distintas anécdotas que circulan sobre Borges son ricas y variadas. Sus observaciones, ocurrencias y comentarios siempre estaban dotados de una singular agudeza. Formulaciones que, en su conjunto, asoman como un juego de la inteligencia y el sentido de humor del autor de “El Aleph”

Esteban Peicovich Buenos Aires, 1930, poeta y periodista, autor entre otras obras de “El palabrista, Borges visto y oído”, lo explica así: “En esto debe verse su gran sentido lúdico y su mirada fresca de niño grande”.

Aquí va una porción de anécdotas con el sello de Borges, que han trascendido como si fueran parte inseparable de su "otro" perfil:

Cuenta Héctor Yanover que durante una reunión de la SADE sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: "¿Y qué vamos a hacer por nuestros jóvenes poetas?" Desde el fondo llegó otro grito, éste de Borges: "¡Disuadirlos!"



Newton.
En la pausa de un acto cultural, el novelista Oscar Hermes Villordo acompañó a Borges al baño, situado en un primer piso al que se llegaba por una empinada escalera de madera. Cuando volvían, Villordo notó que Borges descendía los escalones demasiado rápido y, temiendo lo peor, le preguntó: "¿No deberíamos ir más despacio?" "Pero no soy yo - aclaró Borges -, es Newton."

Mala junta.
Borges charla con Antonio Carrizo, en un bar. Por la radio del local se anuncia un tango con letra de León Benarós, amigo de Borges. El locutor propone escucharlo y el escritor acepta. Cuando el tango termina, Carrizo le pregunta qué le pareció. Borges mueve la cabeza y dictamina, muy preocupado: "Esto le pasa a Benarós por juntarse con peronistas".

Borges conjetural.
El poeta Eduardo González Lanuza, uno de los introductores del ultraísmo en la Argentina y gran amigo de Borges, descubre a éste en Florida y Corrientes, solo, con su bastón, esperando para poder cruzar. Lo toca y le dice: "Borges, soy González Lanuza". El vuelve la cabeza y, después de unos segundos, contesta: "Es probable".

Desconcertado.
En Maipú y Tucumán, un grupo de adictos a Isabel Perón descubre a Borges y lo sigue unos metros, insultándolo. Al ingresar en su casa, un periodista le pregunta cómo se siente. "Medio desorientado -manifiesta-. Se me acercó una mujer vociferando: ¡Inculto! ¡Ignorante! "

Título.
Por último, algo personal. Allá hacia fines de los años 70, tras una nota, Borges le pide a un redactor que lo acompañe a tomar un taxi. En el trayecto, nos surge la curiosidad de saber cuál de sus libros es el que lo ha dejado más conforme. “Historia universal de la infamia”, declara. Seguimos en silencio, hasta que llega un taxi. Antes de abordarlo, se vuelve y dice: "Ahora que lo pienso, mejor título hubiera sido Historia universal de la infancia






ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE CÓMO TITULAR


Titular un cuento, una novela, un poemario, un libro de cuentos o una colección de ensayos es tan difícil y delicado como crearlos. Hay títulos que revelan el contenido de la obra, y otros que lo disipan. También los hay exageradamente pretenciosos. Cuando ocurre esto último, el lector siempre termina decepcionado.

Tres ideas a tener en cuenta a la hora de titular:
1.- El título debe jugar a favor de la intención del narrador.
2.- Jugará al lado de la historia aparente, jamás de lo oculto.
3.- Los títulos siempre tienen que abrir expectativas, nunca cerrarlas.

A continuación un artículo del poeta Fernando Beltrán, publicado en el periódico “El País” el 21 de marzo de 2009 sobre el modo de titular.



Sin tambores ni trompetas

"Cada escritor tiene sus propias exigencias espirituales y una de las mías es encontrar el título adecuado para mis libros". Así justificaba Ciro Alegría esa piedra preciosa llamada El mundo es ancho y ajeno con que bautizó su obra maestra y estableció al tiempo una lúcida metáfora de la vida y la condición humanas.
Titular bien, en todo caso, nunca fue fácil. Los escritores lo saben. Y de hecho son legión los libros que sólo comenzaron a escribirse a partir de un buen título. Un título encontrado de pronto, o un título desesperadamente buscado, como le ocurrió hace años a Vila-Matas cuando, preguntado sobre el proyecto que se traía entre manos, respondió: "Por el momento, estoy escribiendo un título...".
Y es en esa puja por invertir cuanta imaginación sea necesaria para alcanzar el mejor nombre donde Ciro Alegría vuelve a marcar la pauta. Porque tras escribir durante cuatro meses El mundo es ancho y ajeno, gracias a la beca que varios amigos le concedieron para dedicarse a ello en cuerpo y alma, les dijo que necesitaba el mismo tiempo para encontrar el título adecuado, por lo que les sugería prolongar su filantrópico mecenazgo.
Hablamos de cualquier forma de una auténtica pesadilla para todos aquellos que no acaban de dar con él o, peor aún, para quienes página a página construyen su obra bajo la amenaza de un título frágil, conscientes de que a medida que el texto avanza el título provisional tiende a convertirse en definitivo, si antes no lo remedian las musas, la mala memoria, la mala sangre o hasta un golpe de suerte, que de todo hubo en este pagano viacrucis del nombrar literario. Títulos prestados, títulos vendidos, títulos trocados, títulos hurtados por desmemoriados que hicieron suyo el nombre de un proyecto ajeno escuchado a altas horas de la madrugada; títulos sustraídos por consagrados jurados copiando la frescura y el fogonazo de algún joven concursante; y hasta títulos ganados en inconfesables partidas de cartas.
Pero no demos pistas sobre otra de las benditas paranoias de esta especie capaz por un buen título de vender su alma al diablo. Y de forma además tan innecesaria, cuando es tan fácil dejarse llevar, como hizo Vargas Llosa con La ciudad y los perros, verso de un poema que su editor Carlos Barral tenía sobre la mesa cuando le entregó el manuscrito; o abrir el texto al azar por la página equis, verso no sé cuántos, como le sugirió un inspirado Juan Carlos Mestre a Dulce Chacón para encontrarse ambos con la sorpresa de aquel Contra el desprestigio de la altura, que constituyó uno de los primeros títulos de la autora; o la conversación entre Blanca Varela y Octavio Paz, en la que al defender ella un topónimo que no gustaba al poeta, le decía Pero si ese puerto existe de verdad, ante cuya frase el fino y sensible oído del mexicano sentenció de pronto un título que transformaba un nombre local en una sugerente y universal alegoría de plural significado: Ese puerto existe.
Como existe una última opción para casos terminales. La de aplicar el resabiado consejo de Balzac cuando preguntado por un joven sobre cómo podría titular una novela de la que no le daba mayor información, le dijo... "Muy fácil, ¿sale algún tambor? No ¿Y alguna trompeta? Tampoco".
-Pues entonces, está clarísimo... Sin tambores ni trompetas.

Fernando Beltrán (Oviedo, 1956). Poeta y creador del estudio El nombre de las cosas. Sus últimos libros son Mujeres encontradas (Sins Entido) y El corazón no muere (Hiperión).

BIBLIOTECA CIRCULANTE



"El día que uno decide leer únicamente cosas que comprende, empieza a hacerse viejo. Conviene mantenerse alerta y que sea tensa la elección de nuestras lecturas, buscar textos nuevos o distintos y asomarse a ellos sin miedo, por mucho que puedan parecernos incomprensibles".
Enrique Vila-Matas


Recomendaciones para este verano:
  • Un lugar llamado Oreja de Perro. Iván Thais. Ed. Anagrama. Novela

  • Desde ahora te acompañaré a casa. Kjell Askildsen. Ed. Lengua de Trapo. Relatos

  • Acontecimiento. Concha García. Tusquets Editores. Poesía

  • La soledad de las vocales. José María Pérez Álvarez. Ed. Bruguera. Novela

  • La isla. Gianni Stuparich. Ed. Minúscula. Relato

  • Saña. Margo Glantz. Ed. Pre-Textos. Relatos

  • Los nenes. Patricio Fernández. Ed.Anagrama. Novela

  • Drive. Jaime Sallis. RBA Libros. Novela

  • La frontera de cristal. Carlos Fuentes. Ed. Anagrama. Relatos

  • Amapola y memoria. Paul Celan. Ed. Hiperión. Poesía

  • Apuntes 1992-1993. Elías Canetti. Muchnick Editores

  • Piedras labradas. Miguel Torga. Ed. Alfaguara. Relatos

  • La mujer zurda. Peter Handke. Alianza Editorial. Novela

  • Pequeños equívocos sin importancia. Antonio Tabucchi. Ed. Anagrama. Relatos

  • Flores de plomo. Juan Eduardo Zúñiga. Ed. Alfaguara. Novela

  • Viaje de estudios. Menchu Gutiérrez.Ed. Siruela. Novela

  • El Danubio. Claudio Magris.Ed. Anagrama. Prosa

  • Noche abierta. Hugo Mújica.Ed. Pre-Textos. Poesía

  • El ladrón de chicles. Douglas Coupland. El Aleph Editores. Novela

  • Chico de barrio. Ermanno Olmi. Libros del Asteroide. Novela

  • La voz cantante. Eloy Tizón. Ed. Anagrama. Novela


LAS VERDADES VERDADERAS


Ayer día 4 de junio, la Biblioteca Nacional rindió un merecido homenaje a Juan Eduardo Zuñiga, Madrid, 1927. Escritor, crítico y traductor español. Es premio Nacional de Traducción 1987 y uno de los escasos especialistas españoles en lengua eslava. Estudió en Madrid, ciudad en la que ha centrado los argumentos narrativos de sus novelas.
Vivió en la capital de España durante la Guerra Civil, hecho que le marcó profundamente. Lo movilizaron a finales de 1937, pero debido a su lamentable estado físico, lo destinaron a los servicios auxiliares. Cursó en Madrid estudios de Bellas Artes y Filosofía y Letras, y se especializó en literaturas eslavas y en el siglo XIX español. Precisamente como especialista en literaturas eslavas, principalmente la rusa y la búlgara, ha editado numerosos estudios y ensayos.
Entre sus obras, destaca una biografía de Turguenev titulada Los imposibles afectos de Ivan Turgueniev (1977), varios ensayos sobre escritores rusos como Chejov, y numerosos artículos acerca de la cultura búlgara. En esta misma línea, Zúñiga elaboró en 1945 su primer ensayo titulado La historia de Bulgaria. También ha traducido a importantes novelistas y poetas de los países del Este, y a autores portugueses, entre los que destacan Urbano Tavares Rodrigues o Mario Dionisio. Gracias a esta labor obtuvo en 1987 el Premio Nacional de Traducción por la versión castellana de las obras del escritor portugués Antero de Quental.
En 1951 editó su primera novela, Inútiles totales, y más tarde, en 1962, publicó El coral y las aguas. Entre 1962 y 1967 realizó otro tipo de trabajos literarios para poder sobrevivir, como labores de crítica e investigación sobre literaturas extranjeras, así como varias traducciones. En 1967 escribió el ensayo Los artículos sociales de Mariano José de Larra, y en 1980, publicó el libro de relatos Largo noviembre de Madrid, basado en la situación de la capital española en plena Guerra Civil, que se convirtió en uno de los mejores libros escritos acerca del conflicto. En 1983 obtuvo el Premio Opera Optima, que otorga la Asociación Colegial de Escritores, y ese mismo año publicó El anillo de Puskin, libro considerado a la vez relato y ensayo. En 1986 salió a la luz La tierra será un paraíso, libro con el que fue finalista del Premio Nacional de Narrativa en 1990. Un año antes fue también finalista del Premio de la Crítica. El 21 de abril de 1992 presentó Misterios de las noches y los días, compuesto por cuarenta relatos breves, que en febrero de 1993 fue finalista del premio de literatura "Elle", situación que volvió a repetirse ese año con el Premio Nacional de las Letras Españolas, en el apartado de Narrativa.
En abril de 1999 apareció su novela Flores de plomo, una crónica basada en datos históricos de la noche en la que Mariano José de Larra, a los 28 años, se suicidó en Madrid. El autor de Largo noviembre en Madrid y La tierra será un paraíso culminó en 2003 su trilogía sobre Madrid y la Guerra Civil con la obra Capital de la gloria, un decálogo de relatos ambientados en los últimos días del Madrid republicano, con la que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica a la mejor obra de narrativa y el Premio Salambó.


En la página de la Biblioteca Nacional, encontramos este artículo de Fernando Valls:

Las verdades verdaderas de Juan Eduardo Zúñiga

Hay escritores que están ya en la historia literaria, sin hacer ruido, sin haber tenido apenas reconocimiento público, porque sin su obra no podríamos entender el transcurrir y la evolución de las formas narrativas breves en castellano, sobre todo durante las tres últimas década. Y ello aunque la obra de Juan Eduardo Zúñiga se remonte a Inútiles totales, cuento barojiano que publicara en 1951, y escribiera como aportación personal a la tertulia de amigos del café de Lisboa, en la Puerta del Sol, a la que también asistían Buero Vallejo, García Pavón, Arturo del Hoyo, Corrales Egea y Vicente Soto. El caso es que Zúñiga forma parte de ese selecto grupo de escritores, cada vez más escaso, que casi en silencio, con la más absoluta discreción han ido componiendo, a lo largo de seis décadas, entre susurros, una obra literaria que perdurará más allá de nuestro tiempo, como un testimonio fabulístico de la confusa época en que nos tocó vivir.

Su trabajo como ensayista, traductor, articulista y, sobre todo, su obra como narrador, se extiende desde Largo noviembre de Madrid (1980) hasta su último libro de cuentos, Capital de la gloria (2003), para la que se ha valido de las estéticas del realismo, del romanticismo fantástico y del simbolismo, adecuando siempre su escritura, con su peculiar estilo alusivo, a lo que deseaba contar de la forma más verdadera posible. Entre sus ficciones, aparece también, de hecho, una sutil reflexión sobre el arte de la escritura. Zúñiga, a través de sus relatos, nos ha proporcionado una visión diferente, humanizada, de la guerra civil española y de los primeros años de postguerra. Su épica, más perdurable sin duda, se sustenta en ese heroísmo que supone sobrevivir día tras día, en medio de los difíciles tiempos de la guerra y de la posterior Victoria. Pero también nos ha proporcionado imágenes ya inolvidables de autores como Larra, Flores de plomo (1999), y de grandes escritores rusos, entre ellos Puskin y Turguéniev, a quien -según ha confesado- le debe su vocación de escritor, sus almas y los paisajes de sus obras.
Zúñiga es un maestro, un hombre querido tanto por sus compañeros de oficio como por sus lectores. Sospecho que incluso es venerado incondicionalmente por los críticos, esos seres sin corazón. Así, quedan dichas algunas de las razones confesables por las nos reunimos en la Biblioteca Nacional; pero también estaremos allí para celebrarlo, para alegrarnos con él, y con Felicidad, de toda una vida cumplida, como escritor y ser humano, entrañable, discreto y sensible, por su búsqueda de la verdad y por la excelencia literaria de sus obras. Gracias, Juan Eduardo.
Fernando Valls



AUNQUE SEA UN INSTANTE



Aunque sea un instante

Aunque sea un instante, deseamos
descansar. Soñamos con dejarnos.
No sé, pero en cualquier lugar
con tal de que la vida deponga sus espinas.

Un instante, tal vez. Y nos volvemos
atrás, hacia el pasado engañoso cerrándose
sobre el mismo temor actual, que día a día
entonces también conocimos.

Se olvida
pronto, se olvida el sudor tantas noches,
la nerviosa ansiedad que amarga el mejor logro
llevándonos a él de antemano rendidos
sin más que ese vacío de llegar,
la indiferencia extraña de lo que ya está hecho.

Así que a cada vez que este temor,
el eterno temor que tiene nuestro rostro
nos asalta, gritamos invocando el pasado
–invocando un pasado que jamás existió–

para creer al menos que de verdad vivimos
y que la vida es más que esta pausa inmensa,
vertiginosa,
cuando la propia vocación, aquello
sobre lo cual fundamos un día nuestro ser,
el nombre que le dimos a nuestra dignidad
vemos que no era más
que un desolador deseo de esconderse.

Jaime Gil de Biedma
de Compañeros de viaje. (Joaquín Horta, 1965)



Con el libro "Las personas del verbo", de Jaime Gil de Biedma, finalizamos hoy en la Biblioteca el taller de lectura.

Interesante y variada ha sido la lista de libros y autores de este año:

  • Ochenta y seis cuentos, Quim Monzó

  • Muerte en Venecia, Thomas Mann

  • Léxico familiar, Natalia Ginzburg

  • Las horas, Michael Cunningham

  • La mancha humana, Philip Roth

  • Carreteras secundarias, Ignacio Martínez de Pisón

  • Derrumbe, Ricardo Menéndez Salmón

  • Cuentos, Ernest Hemingway

  • Matar un ruiseñor, Harper Lee

  • Las personas de verbo, Jaime Gil de Biedma

El verano se extiende como un lienzo ante nosotros. El ritmo es más lento. El tiempo se ralentiza, indolente y perezoso. Mientras los entendidos nos aturden con recomendaciones acerca de dónde ir, qué comer, qué visitar...abramos ese libro. Ése que nos ha esperado pacientemente en la mesita, que hemos dejado para más adelante por muy ligero o por demasiado denso.
...¡Hay que leer! Leer para aprender, para tener éxito en nuestros estudios, para informarnos, para saber de dónde venimos, para saber quiénes somos, para conocer mejor a los otros, para saber a dónde vamos, para conservar la memoria del pasado, para iluminar nuestro presente, para sacar provecho de experiencias anteriores, para no repetir las tonterías de nuestros abuelos, para ganar tiempo, para evadirnos, para buscarle un sentido a la vida, para comprender los fundamentos de nuestra civilización, para alimentar nuestra curiosidad, para distraernos, para informarnos, para cultivarnos, para comunicarnos, para ejercer nuestro espíritu crítico. (Pennac. 1993: 68-69).


Hay que leer para vivir.
¡Buen verano!

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