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OSPA;BRITTEN


Viernes, 31 de Mayo de 2013, 20:00 h. - Auditorio Príncipe Felipe
B. BRITTEN.- “Funeral ruso” para metal y percusión
M. RÓZSA.- Concierto para viola, op. 37
D. SHOSTAKOVICH.- Sinfonía nº 5 en re menor, op. 47
Director: Gamba Rumon
Solistas: Power, Lawrence (Viola)

JOSÉ ÁNGEL VALENTE



EL AMOR ESTÁ EN LO QUE TENDEMOS 

 

EL AMOR está en lo que tendemos
(puentes, palabras). 

El amor está en todo lo que izamos
(risas, banderas). 

Y en lo que combatimos
(noche, vacío)
por verdadero amor. 

El amor está en cuanto levantamos
(torres, promesas). 

En cuanto recogemos y sembramos
(hijos, futuro). 

Y en las ruinas de lo que abatimos
(desposesión, mentira)
por verdadero amor. 

 

(José Ángel Valente, “Punto cero. Poesía 1953-1979”)

 

 


RYAN ADAMS- SYLVIA PLATH

Ryan Adams - Sylvia Plath

MALA SANGRE

Parpadea el semáforo. "La lengua es un ojo", "la lengua es un ojo", "la lengua es un ojo"... Este verso de Wallace Stevens parpadea a lo largo de la lectura de Penúltimo danzante, poemario donde Fernando mezcla la sonoridad natural exterior y su naturaleza sonora interna, esa expresión/impresión godariana (meter algo de fuera a la vez que se saca algo de dentro, o viceversa) que hace que nuestros oídos de lector vean lo que sus ojos de autor escuchan. Y así coleccionar pasos: un paso, dos pasos... un paso doble...



MALA SANGRE, Francia, 1986

Director y guión Leox Carax

Fotografía Jean-Yves Escoffier

Reparto Denis Lavant, Michel Piccoli, Juliette Binoche, Hugo Pratt, Serge Regiani, Carrol Brooks

NEGRO ES LA NOCHE; FERNANDO FONSECA


Dejadme que os diga una cosa. Acabo de leer Rue de l´Odeon, hermoso libro testimonial de Adrienne Monnier y otros que la homenajean como sin duda se merece, y os confieso que he experimentado durante el trayecto solipsista de la lectura una sensación impagable por la que el arrobamiento y la confusión de los tiempos, las sensaciones, los afectos e incluso las admiraciones sanas y provechosas me han guiado con encantador don de mando. (Me habrá ayudado escuchar de fondo a Patti Smith interpretando People have the power, poesía beat y lamento punk a partir de la poesía francesa finisecular)

Como alguien cercana a mí, la Monnier me ha trasladado a cierto estado metafísico de obligada publicidad por mi parte. Pero no me veo capacitado, como el Rey Lagarto, para ofreceros arabescos de electrónica borrachera cabalgando en la tormenta. Así que vuelvo enseguida a la rectitud.

A título de anécdota, diré que la primera noticia que tuve de La maison des amis des livres fue a partir de un malentendido al que me llevó una pequeña agenda, con tapas de piel marrón claro y fuerte olor a tabaco rubio, que se dejó olvidada en cierta cafetería de Oviedo Juan Benet. Me tocó recuperarla y la tuve en casa, eso sí, entregado a la indiscreción de revisarla atentamente; hasta que otro mediador, en este caso fue mi amigo Paco García, al parecer representante de Benet en la Tierra, supo que la tenía yo y me la pidió para, según me dijo, hacérsela llegar a su propietario, que la andaba buscando. Con la urbanidad decadente que me caracteriza y me lesiona, le entregué la agenda a Paco no sin reservas. Allí figuraba, entre otras, una dirección y teléfono de París que me llamó la atención: La maison des écrivains, como todo lo demás escrito, por el propio Benet, con letra muy menuda y a bolígrafo azul. De modo que una ligera confusión de nombres me llevó a descubrir la tienda de la señorita Monnier. Puedo decir que se lo debo a Benet. De inmediato evoqué un punto de encuentro de escritores en París. Todavía no sabía yo que aquel mágico nombre descubierto por mí al azar —el de la librería— respondía a un lugar sagrado situado justo enfrente de Shakespeare and company, de la que ya tenía yo noticia entonces, la tienda de Sylvia Beach, americana que tanto hizo por la literatura europea; entre otros logros, publicar entero por primera vez en Europa el Ulises y recibir en su librería como asiduos a Joyce, Hemingway, Eliot, Fiztgerald, Pound, Madox Ford, Barnes, Beckett y casi todos los arcángeles del modernism, de la lost generation y de mis sueños a voces. Los demás —ángeles de mis sueños susurrados— debían de encontrarse en la acera de enfrente (Valéry, Gide, Romains, Breton, Larbaud, Fargue, Linnosier…)

Me fío de una librera —Adrienne Monier— que entre otras perlas es capaz de vislumbrar que “el estado de ánimo de los libros es una sonrisa universal”. Que apuesta por Romains y nos enseña el unanimismo, donde inscribe, con certero olfato, a Claudel, en quien percibe antecedentes surrealistas, pese a que éstos —los surrealistas— lo despreciarían con crueldad injustificada, tanto como a Gide (sí, el de Paludes). Que sigue apostando por Fargue o por Reverdy o por Rachilde —de quien nuestro Rubén escribió: “satánica flor de decadencia, mala como un pecado” (v. Los raros)—, y que publicita una hermosa plaquette titulada Bibi-la-Bibliste, incomparable composición que en dos cuartillas —novela minimalista y poemática como ninguna— se eleva con todos los derechos como pieza imprescindible, adelantándose a Dadá (bumbum, bumbum, bumbum) y sirviendo de manifiesto —avant la lettre— para el grupo de los potassons. Su autora era una joven inteligente y digna de todo rescate por nuestra parte, Raymonde Linnosier. Es inevitable, he ahí la literatura francesa que a tantos amamanta…

            Hace pocos años he leído otro libro de similar factura. En este caso se trataba de los testimonios de Sylvia Beach y sus recuerdos en torno a Shakespeare and company, como ya se dijo, situada enfrente de La maison des amis des livres. Por eso ahora se me ocurre recomendar tres libros para completar una trilogía de la culminada vanguardia literaria parisina. Recupero, pues, París era una fiesta, de Hemingway, y esos dos libros testimoniales —cuyos títulos responden al nombre de la tienda, en el caso de la americana, y al de la calle, en el de la francesa— de dos amigas, vecinas, amantes, confidentes, apasionadas alumnas, eficaces mecenas y locas por los libros y los escritores y las escritoras y las vanguardias (avant garde): Sylvia Beach (la vanguardia anglosajona en Paris) y Adrienne Monnier (la vanguardia francesa en Paris). Por eso hemos de ver la pequeña rue l´Odeon como el pasillo de una casa particular, benefactora y punto menos que celestial, con puertas a ambos lados que dan a habitaciones repletas no tanto de libros como de proyectos e ilusiones que han servido de salvaguarda de una literatura universal e irrepetible por desgracia. Una literatura y una atmósfera. Fue en otro tiempo, lo sabemos, pero se nos ofrece el porvenir, porque estas cosas, mientras estemos vivos, tienen lugar en una espiral llamada Laberinto que gira en nuestro interior. Mientras estemos vivos... Es por eso que el pasillo de la casa pertenece a mi brumoso mundo anhelado, y a esas dos mujeres-madres se lo debo en buena medida.

            En 1955 la Monnier, que padecía el síndrome de Ménière, se suicidó. Un año después nacía un servidor y treinta años después, treinta años atrás o treinta años quietos, surgía el reencuentro en la rue l´Odeon, reencuentro que hoy añoramos con la esperanza de que una eternidad por delante nos permita sustentar la liviana emoción de homenajear entre versos y silencios musicados por Satie a nuestra querida Adrienne la Francesa, como la llamaba cariñosamente Saint-John Perse. Ella lo dijo: “El negro es el negro y la noche”.
Fernando Fonseca
 

Rue de l´Odeon, Adrienne Monier, Edic. Gallo Nero. 249 págs.

 
 
 
 
Rue de l´Odeon, Adrienne Monier, Edic. Gallo Nero. 249 págs.

 

 

MANUEL GARCÍA RUBIO

El jueves 23 de mayo a las 19:00 horas, en el Salón de Actos de la Biblioteca de Asturias, Manuel García Rubio hablará con los lectores sobre algunas de sus obras; Green, Sal, La casa en ruinas. Presenta el acto Fernando Menéndez. Organiza: Asociación de Amigos de la Biblioteca de Asturias.
 
El lugar parecía abandonado. Los raíles del tren apenas podían verse, colonizados por las hierbas salvajes y la arena que el viento había traído desde la playa. Al fondo, una vieja locomotora permanecía en pie, paralítica y herrumbrosa. El inmueble de la estación, sin embargo, estaba como siempre, como él lo recordaba, en un estado de conservación deficiente pero, al menos, en pie, y tal vez más pequeño, aunque eso fuera imposible.
La casa en ruinas , Manuel García Rubio, ediciones del viento


Manuel García Rubio reside en Asturias desde los diez años. Ha practicado con éxito el ensayo, y algunos de sus relatos breves figuran en antología españolas e hispanoamericanas. Con todo es en el campo de la novela en el que, paso a paso, ha ido haciéndose con uno de los huecos más interesantes y originales de la narrativa contemporánea española. Con Sal fue finalista del Premio de la Fundación Lara a la mejor novela publicada en nuestro país en 2008. La casa en ruinas ha merecido el Premio Ciudad de Salamanca 2012.
 
 
 

EL VERANO DE KIKUJIRO: te encontré
 
 


Datos personales. Fernando Menéndez. Soy un escritor que va a menos; y digo esto sin ningún atisbo de falsa modestia o victimismo. En mi juventud la escritura se comía la lectura a dentelladas. Todo lo leído era un borrador infinito sometido constantemente a reescrituras. Sin embargo, a estas alturas de  partido, la lectura va desplazando lenta pero inexorablemente a la escritura. Así estoy, situado entre una inercia que ya es pasado y otra que  se hace merodeo, pero pie de página imprescindible para conciliar el sueño.


Kikujiro, 1999, Japón
 
Director y Guión Takeshi Kitano
 
Música Joe Hisaishi
 
Fotografía Katsumi Yanagishima

FERNANDO MENÉNDEZ; PENÚLTIMO DANZANTE

El jueves 16 de mayo a las 19:00 horas, en la Biblioteca del Fontán, presentación del libro de Fernando Menéndez PENÚLTIMO DANZANTE Ediciones La Baragaña

Presenta el acto Hermes González    


Todo poema es una totalidad cerrada sobre sí misma: es una frase o un conjunto  de frases que forman un todo. Como el resto de los hombres,  el poeta no se expresa en vocablos sueltos, sino en unidades compactas e inseparables. La célula del poema, su núcleo más simple, es la frase poética. Pero, a diferencia de lo que ocurre en la prosa, la unidad de la frase, lo que constituye como tal y hace lenguaje, no es el sentido o dirección significativa, sino el ritmo. Octavio Paz El Arco y la lira

 


 


entiendes que pasado un tiempo volver a leer lo leído /
cortázar y más resabios es un gesto elocuente de desesperación
/ que la lectura es antesala // me gustaba que se
dijese otra vez hall con la seguridad con que la pronunciaba

mi familia en los setenta // una palabra extranjera
al colocar decidida paños de versalles / paga extra primer
hijo / y al imitar uno va seleccionando su biblioteca
como quien va descontando enfermedades / después
aceptar que la escritura llega de la urgente necesidad de
ser barroco / cumplir lo suficiente para dejar restos en el
plato sin gravedad que me sancione / conseguir el gesto y
la memoria suficientes // el respeto al fin y al cabo
(Ritos, 1985) 

PENÚLTIMO DANZANTE, Fernando Menéndez, ediciones La Baragaña

EL AZAR DE LA MUJER RUBIA; MANUEL VICENT

El escritor Manuel Vicent  participó en el III Encuentro de clubes de lectura de Asturias que tuvo lugar el sábado 11 de mayo,  en el auditorio Príncipe Felipe, organizado por el grupo de trabajo de animación a la lectura de las Bibliotecas Públicas del Principado, y mantuvo un debate con más de setecientos asistentes llegados de todos los rincones de la región y de Cantabria.
Preguntado por el origen de «El azar de la mujer rubia», Vicent aclaró que se inspiró en la conocida fotografía que muestra al Rey y a Suárez caminando juntos, de espaldas, por el jardín de la casa del ex presidente del Gobierno el día que recibió el Collar de la Orden del Toisón de Oro en 2007. «Me enterneció e hizo que me diera cuenta de que Suárez es el prototipo de un héroe; estuvo al frente de una gran gesta y al final perdió la memoria. Merecía ser contado en una novela».
"Érase una vez un príncipe que partía ladrillos con la mano, un simpático político de billar y una mujer rubia malherida. Con ellos la historia formó un triángulo, dentro del cual echó los dados el azar, principio y final de este relato."
Para Manuel Vicent "La lectura tanto en el libro tradicional como la realizada en otros formatos electrónicos nos conduce sin duda a la isla del tesoro. La diferencia es que con el libro vuelas y con los  demás sistemas  navegas."




Adolfo Suárez ya no recordaba el nombre del actual jefe del Estado Mayor del Ejercito ni el de los cuatro generales más gordos del escalafón que habían ido a la Zarzuela a pedir al rey que lo echará de la Moncloa antes de que florecieran los almendros; también había olvidado el gesto de aquel milico que se negó a cuadrarse y a darle la mano en un acto oficial. Esa desmemoria del nombre de los generales la compartía con la mayoría de los ciudadanos. España había cambiado, pero Suárez tampoco lo sabía. En medio del bosque lácteo él creía que el país seguía teniendo un olor a sardina en arenque envuelta en papel de estraza, aquella sardina que había que aplastar con el quicio de la puerta para separarle la piel. Creía que había todavía ciegos cantando los iguales en las esquinas, que los feriantes de ganado lucían un cinturón confeccionado con monedas de un  real, que subsistía todavía un tiempo de plomo en que no había forma de hacer una foto en la calle sin que apareciera al fondo una monja, de uniforme, un caballero mutilado, un niño vendiendo barquillos, un abrecoches con gorra de plato o un guardia con el pitillo en la boca indicando la dirección a un extranjero que parecía un ser de otro planeta simplemente porque vestía colores claros. Adolfo Suárez ignoraba que la democracia y las proteínas habían hecho síntesis y la sociedad había mudado la piel.


El azar de la mujer rubia, Manuel Vicent, editorial Alfaguara

 
 
Recopilación de relatos en el que lo irreverente, lo dulce y lo descorazonado conviven entre sus páginas, teniendo un peso mayoritario sobre el conjunto los relatos sobre literatura, libros y el mundo de la creación literaria, definiendo éstos el tema central de La vida interior de las plantas de interior.
Henry David Thoreau afirmó alguna vez que en su cabaña del bosque de Walden tenía tres sillas: «una para la soledad, dos para la amistad, tres para la sociedad. Cuando inesperadamente venía un gran número de visitantes, sólo estaba la tercera silla para todos ellos, pero por lo general economizaban espacio quedándose de pie.»
No importa cuántas personas se queden de pie, los personajes de La vida interior de las plantas de interior sólo tienen una silla: una mujer que llora al ver la portada de una revista de decoración en un supermercado, un anciano encerrado en el baño de un avión que cree que se va a pique, el jurado de un concurso literario de provincias que por fin descubre al genial escritor que siempre ha estado buscando, un perro que aparece en cincuenta y cuatro pinturas de Pablo Picasso y odia a los comunistas, un albatros que vive en la gran Mancha de Basura del Atlántico, un caballo prehistórico que piensa en Empédocles de Agrigento, una joven que sólo come puré de patata deshidratado, un escritor que descubre las potencias de la ficción, una mujer en una lavandería en Bélgica que lee noticias de actrices porno muertas, dos aspirantes a escritores que giran en la nada y otro que vive bajo el gran escritor argentino vivo, un niño que se corta las piernas y el rostro con un cuchillo, dos amigos que les ponen caras a las nubes, una florista obsesionada con un viejo cliente suyo, un actor porno que huye de sí mismo. Todos ellos experimentan el bloqueo, pero también la liberación que promete este libro, a ellos y a sus lectores.
 
Me pregunté si el escritor argentino vivo no escribía principalmente para sí mismo porque eso era lo que lo  convertía en un escritor y no en cualquier otra cosa, por ejemplo en alguien que escribe o que repara coches o lleva a los niños al colegio, y me pregunté también cómo hacía el escritor argentino vivo para que la existencia de grandes libros escritos previamente por otros, libros tan jodidamente perfectos que yo jamás iba a poder escribirlos porque presuponían cosas como una buena educación primaria y no pasar hambre ni frío y no haber crecido lleno de terror, para que la existencia de esos libros, digo, no le impidiese escribir los suyos. Entonces pensé que tal vez el escritor viera esos libros y a sus autores como ejemplos a seguir y demostraciones palpables  de que la práctica incesante de la literatura  podía salvarla de sus propios errores  y de sus defectos y salvar  así también a su autor, y esa certeza más imaginaria que real  me acompañó y me acicateó y me hizo pensar que yo estaba  perdiendo el tiempo, dando vueltas en la cama en lugar de escribir, y de esa forma empecé a escribir  yo también de nuevo.

LA VIDA INTERIOR DE LAS PLANTAS DE INTERIOR, Patricio Pron, editorial Mondadori



El Proyecto Tesoros es una iniciativa del Colectivo de hijos de desaparecidos durante la dictadura de Vileda en Argentina,  cuyo principal objetivo es la creación de un archivo que contenga los registros de aquellos objetos y documentos que pertenecían a nuestros padres, detenidos-desaparecidos y asesinados por el último genocidio en nuestro país. Muchos de estos objetos y documentos nos acompañaron a lo largo de nuestra vida, otros los hemos descubierto con el tiempo. Todos dan cuenta de nuestra experiencia, que es particular pero también compartida con muchos otros. Y es a través de estos fragmentos que podemos hoy hablar de nuestra propia condición, la de ser huérfanos producidos por el genocidio. El Proyecto intenta dar visibilidad a estas experiencias, y es por eso que elegimos una herramienta virtual para extender lazos hasta donde nos sea posible.
Además de fotografiar los objetos y documentos, registramos el relato de quien los atesora y les da un sentido, centrándonos en la relación de esos objetos con la propia historia. También realizamos tareas de restauración y conservación, con recomendaciones para guardarlos de la mejor manera posible para que no se deterioren.

En sintonía con otros proyectos del Colectivo de hijos, el Proyecto Tesoros es una apuesta que
busca incorporar otras voces, para inscribir nuestro relato en el de la historia de nuestro pueblo.


“Esta modalidad abre un espacio para una nueva clase de relato, que no es la denuncia ni el testimonio”, dice el Colectivo de hijos. “Un relato donde aparece lo subjetivo, la experiencia propia de la filiación en la ausencia a través de los objetos que nos conectan con la materialidad de la vida cotidiana de nuestros padres. Así, el Proyecto Tesoros apunta a visibilizar diversos modos de experimentar la orfandad por la acción genocida del Estado”, explica la agrupación. Entre los objetos fotografiados hay una cámara fotográfica, un cubilete con dados, una prenda de bebé y una botella.

UN DÍA CUALQUIERA; MIQUEL MARTÍ i POL

 


Y RECORDAR NO ES VIVIR

Ahora recuerdo los blandísimos atardeceres,
los atardeceres de espliego y luciérnagas,
cuando, al salir del cine, paseábamos
por las afueras del pueblo y nos uníamos
-excúsame , por favor, la palabra- por la cintura
y nos besábamos y todo, entre silencios,
ruborizados de tanto atrevimiento.
Ahora lo recuerdo clara y fríamente
-nada más puedo hacer- y veo tus ojos dulcísimos
y te siento jadear, temerosa y dócil,
pero ya no me recorre la espalda
aquel escalofrío de entonces, ni hallo
la redondez de tus pechos en las manos. Ahora
ordeno palabras: un juego, un ejercicio;
y soy plácidamente feliz, tal vez
profundamente feliz. Ahora las venas
se me han endurecido tanto que no siento
latir la sangre. Ahora sólo recuerdo.
                                                             Y recordar no es vivir de nuevo.
        


                                                                                                     (De la piel del violín, 1972-1973)

Miquel Martí i Pl (Roda de Ter 1929-Viç 2003)
Poeta, escritor y traductor catalán. De origen obrero, comenzó a trabajar en una fábrica de su pueblo a los catorce años. A los diecinueve sufrió una tuberculosis pulmonar que le obligó a permanecer en cama una larga temporada, lo que marcó su obra. En 1954 publicó su primer libro de poesía y ganó el Premio Osa menor con Palabras al viento. En 1977 recibió el Premio Lletra d'Or por su obra El largo viaje, y a lo largo de su carrera recibió tres veces el Premio de la Crítica de poesía catalana del año 1979 por Amada Marta, en 1991 por Suite de Palavà y en 1994 por Un invierno plácido.
En 1997 el Parlamento de Cataluña propuso a Martí i Pol como premio Nobel, con el aval de 400 ayuntamientos.

EL JOVEN NATHANIEL HATHORNE; VÍCTOR SABATÉ

El joven Nathaniel Hathorne, de Víctor Sabaté, una nouvelle que alimenta una perversión literaria: el gusto por los libros que hablan de otros libros y por los escritores que escriben sobre otros escritores. La acumulación de referencias bibliofílicas crea un vértigo endogámico que, bien administrado, llega a convertirse en vicio. Sabaté ha escrito una historia de historias que utiliza referencias explícitas -Melville, Kafka, Hawthorne, Ocampo, Bioy Casares, Vargas Llosa, Borges- para avanzar, retroceder, intrigar y fascinar. El autor lo define como un juego literario autorreferencial, y, sin embargo, el juego también tiene que ver con la fuerza de las vocaciones y la naturaleza, a menudo irreal y azarosa, de decisiones vitales que, retroactivamente, disfrazamos de destino. Cuanto más vicioso sea el lector, más elementos tendrá para disfrutar las prestaciones de un texto escrito con una deliberada voluntad de género -el que, para entendernos, denominamos fantástico- pero que, al mismo tiempo, nos despeina con ráfagas de realismo introspectivo. El libro está editado por Rayo Verde, un sello editorial de los llamados pequeños (relativamente nuevo) que se consolida como proveedor fiable de alegrías para lectores (viciosos o no). Son libros que, en función del grado de depravación de cada uno, conviene leer con un lápiz en la mano, dispuesto a experimentar la irrefrenable urgencia de subrayar frases (frases que, dentro de unos años, no sabremos por qué subrayamos). SERGI PAMIES


La literatura no era nada; mis ilusiones de juventud habían sido vanas, una mentira, y el contacto con aquel mundo irreal, el mundo  de fuera de los libros, así lo había confirmado: "Es una buena y dura lección, para un hombre que ha soñado con la fama literaria, salir del círculo estrecho en el que se le reconocen estas pretensiones y descubrir hasta qué punto está vacío de significado, fuera de este círculo, todo lo que consigue  todo lo que se propone", corrobora fraternalmente Hatwthorne desde dos siglos atrás, transformando mi antipatía inicial primero en familiaridad y luego, a medida que avanzaba en la lectura de sus libros, en una especie de identificación que rozaba la camaradería: su desesperación encarnizada ante los trabajos de subsistencia que lo alejaban de la escritura; su tendencia al aislamiento y a una vida tranquila; el reconocimiento de los defectos de mis textos en los defectos de los suyos, como la inclinación irrefrenable de la alegoría, que Poe le reprocha en un famoso ensayo, o la rigidez de sus personajes ( No son creaciones, son expedientes ", escribió sobre ellos el crítico W.C Brronwell); el pudor superlativo e insustancial de sus diarios, de los que Henry James dijo que parecían cartas dirigidas a sí mismo por un escritor temeroso de que en Correos pudieran leerlas y que, en consecuencia, decidiera no contar en ellas nada comprometedor.

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