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ÚLTIMO DÍA DEL AÑO

Marina Tsvietáieva (Moscú 1892, Yelabuga 1942)

Para Marina Tsvietáieva el trabajo del poeta era la realización física de una tarea espiritual. La verdad de su deseo era su identidad. En ella no existía separación entre poeta y persona.



SOLA RECIBÍ EL AÑO NUEVO.
Rica- pobre me encontré,
alada- me encontré maldita.


Muchas manos por doquier
apretadas- y mucho vino añejo.
¡Pero, alada, me encontré maldita!
¡Pero sola me encontré la única!
Como la luna- ¡solitaria!-
en el ojo de la ventana.


31 de diciembre de 1917

SLOW MOSCOW

Slow Moscow (ART) from Andrey Stvolinsky on Vimeo


Hipnóticas imágenes de escenas cotidianas de la capital rusa filmadas y montadas por Andrey Stvolinsky. La música que suena es de Kilimanjaro Darkjazz Ensemble.

LOORRIE MOORE


“¿Qué había aprendido hasta ahora en la universidad? Puedes eludir la mediocridad, pero cuando conduzcas hacía un lugar más concreto y solitario verás por la ventanilla que todo el que conoces vive en ella.
Había aprendido que en el terreno de la literatura—quizás al igual que en la vida—, uno debía hablar no de la intención del autor sino de la intención de la obra en sí. El creador era un estorbo. Dios había muerto. La creación en sí, por otra parte, tenía una personalidad, y esperanzas, y sus propios deseos y planes, pequeños guiños y pasos de baile e intenciones entrelazadas.”

Con la respuesta a esta sencilla pregunta, Tassie la protagonista de la última novela de Lorrie Moore “Al pie de la escalera”, publicada por Seix Barral, resume las claves de lo que nos vamos a encontrar entre sus páginas.
Una muchacha del medio Oeste comienza a trabajar de canguro para una pareja de blancos que ha adoptado una niña afroamericana. Poco a poco la muchacha se va sintiendo más unida a la niña. Pero los padres adoptivos esconden un terrible secreto. Todo ello aderezado con la amenaza de la inminente guerra de Irak.
Éste es el argumento que aparece en la contraportada del libro. Pero en realidad tras cada línea de esta historia, aparentemente sencilla, de la escritora de Pájaros de América, aparece una segunda escritura más profunda y crítica donde nos vamos a encontrar con las sombras que sacuden a la sociedad americana: racismo, obcecación, burocracia, intrasigencia.
Una novela escrita de manera impecable que nos hará revolvernos incómodos durante su lectura.

EL QUE VIGILA DESDE EL ABISMO

El que vigila desde el abismo
Bathory_love

La taza de café negro humeante simulaba formas macabras.

Como venidos de otro mundo, diminutos puntos negros me recorrían las manos.
Permanecí inmóvil, durante al menos cinco minutos, contemplándolas expectante y dispuesto a arrancarme la piel si fuese necesario.

Al cabo de unos segundos cesa y puedo sentirme más tranquilo.
El insistente zumbido que siento en el oído izquierdo varias veces al día también reduce su intensidad.
Hay determinados momentos del día en los que creo que acabaré por enloquecer.
Los ataques pueden darme en cualquier parte. En el baño, en la cocina, bajando por las escaleras que me conducen al mundo exterior, en el supermercado o en el trabajo al que por suerte ya no acudiría más.
Porque cuando me sucedía en el trabajo era otra cosa. Allí todos me conocían más o menos, o al menos creían conocerme. Resultaba imposible pasar desapercibido. No era como estar ante los estantes de fruta en un gran supermercado. Nadie tenía por qué fijarse necesariamente en un tipo delgaducho que tiene toda su atención completamente centrada en las sandías. Podía tratarse de un tipo al que simplemente le gustaba contemplar la fruta antes de poder escoger la pieza perfecta.
Pero allí, en mi puesto de trabajo de la empresa de seguros, era otra cosa. No podía quedarme paralizado mirando al vacío cuando estaba hablando con un cliente. No podía permanecer de pie ante la máquina del café mientras algún compañero me hablaba sobre temas triviales como sí a mi alguna vez me hubiesen interesado lo mas mínimo. No podía permanecer más de lo debido en los pasos de cebra mientras que, como buen ciudadano que siempre he sido, dejo a una señora mayor con su carro de la compra cruzar la calle a paso tortuga.
Había determinadas cosas que nunca se podían hacer en un lugar como el que habitamos los humanos. No a la vista de otros, no ante el escrutinio de miradas indiscretas. Había cosas que no quedaba más remedio que llevar en la más absoluta intimidad.
Por eso no tuve más remedio que fingir una tremenda depresión para poder permanecer el mayor tiempo posible en casa. Al menos, mientras fuese de día.
Aunque no sabía con certeza hasta que punto esa depresión era fingida o no. Tal vez, llegue a sentirla de forma tan real que acabo por manifestarse. Porque lo cierto es, que desde que empecé a caminar cabizbajo por los pasillos de las oficinas, a dejar de comer y a dejar de hablar, lo sentí como una manifestación de mi cuerpo. En realidad, no tenía ganas de hablar, ni de comer, no quería ser nadie. Me llegó a molestar incluso que alguien se atreviese a dirigirme la palabra. Las voces humanas me llegaban extrañamente retardadas, como venidas de otro mundo, de criaturas extraterrestres que me eran completamente desconocidas. Otros que no eran yo. Seres odiosos y blasfemos, con sus voces de serpientes y su curiosidad.
Comencé a despreciar todo lo que me rodeaba. Comencé a convertirme en un extraño incluso para mí mismo. A no disfrutar con nada, a no ser capaz de llenar mi alma con nada perteneciente a este mundo. A necesitar mucho más que todo lo que las trivialidades de la vida podrían llegar a ofrecerme. Me convertí en el insaciable, en el perturbado, en el completo desconocido.

La camarera se apoya en la barra del bar exhausta mirando la hora. Absorta en sus pensamientos, en sus preocupaciones. El hijo que no llegaba a casa a la hora, las facturas que no podía pagar, su precioso gato enfermo…
Siempre me había llamado la atención aquella hermosa mujer de negros y profundos ojos. Había algo melancólico en su mirada, era vieja y joven a la vez. Parecía haber sido arrancada del tiempo.

En alguna ocasión la había seguido hasta su casa al amanecer.
Me escondía detrás del contenedor de basura enfrente de la cafetería y la seguía como un gato en celo.
Era la única mujer sobre la tierra a la que no me habría importado poseer.
Deseaba besarla. Deseaba besar su cuello.

Vivía a unos diez minutos de la cafetería, en un bloque de edificios bastante viejos y corrompidos por el paso del tiempo.
Lo cierto es que el barrio no era precisamente de gente adinerada sino más bien todo lo contrario. Estaba seguro de que en la mayor parte de aquellos pequeños pisos vivía la peor gente de la ciudad.

Estaba obsesionado con ella desde hacía ya algún tiempo.
Dese la primera vez que la vi. Una de aquellas primeras noches en las que empecé a no poder dormir demasiado bien, divisé una de las pocas cafeterías que había abiertas desde el otro lado de la calle. Tan iluminada, con su enorme cartel en colores chillones.
Nunca había demasiada gente. Algún otro hombre solitario como yo y de vez en cuando prostitutas que pasaban a tomar un bocado después del trabajo.
Y siempre aquella camarera. Trabajando de noche sin poder apenas ver a su hijo.
No tenía otra forma de ganarse la vida, era lo único que sabía hacer.
A su edad ya nadie quería contratarla en otros bares. No tenía más remedio que permanecer en aquel. Por eso su jefe se había aprovechado y le había cambiado al turno de noche hacía unos cuantos años. No pudo negarse, no le dejó ninguna opción.
Me parecía de una tremenda crueldad haberle hecho aquello. El ser humano algunas veces es despreciable. Por no decir que lo es casi todas las veces.

A veces me descubría a mí mismo pensado en ella de forma lasciva.
No podía evitarlo. Es como si se me hubiese metido en la cabeza.
Nunca me atreví a hablar con ella. Pero un tipo solitario como yo que también acudía cada noche a aquel bar si hablaba con ella. Procuraba sentarme cerca y no me perdía ni una palabra de sus conversaciones. Hablaban de la vida, de sus problemas. Dos desgraciados que se habían hecho amigos en un bar sucio y destartalado.
El tipo fumaba un cigarrillo tras otro mientras le hablaba de su esposa, y de su hijo homosexual del cual no quiere saber nada.
Aquella noche había permanecido solo un rato charlando con ella pues tenía que ir al hospital.
Al parecer su mujer había tenido una embolia. Pero el pasó primero por el bar a pedirle consejo a aquella dulce camarera. Parecía su confesor.
No sé muy bien porque demonios tenía que pedirle consejo en un tema como aquel. Pero estaban tremendamente separados de forma emocional y aquel tipo no tenía ni idea de cómo comportarse.

Había amado a una mujer una vez, pero de eso hacía ya mucho tiempo.
Después de haber estado con ella, no me había vuelto a interesar por ninguna otra mujer. Como sí a ella se lo hubiese dado todo, como sí dentro de mí ya no hubiese quedado nada más que ofrecer, nada más que alguien pudiese querer.
Era tan despreciable para mi mismo, que de ningún modo podría quererme nadie.
Al tener esa idea tan arraigada dentro de mí, al igual que con la depresión, acabó formado parte de dí de forma inevitable.

Rompiendo el silencio logré penetrar en su mente.
Para ella, fue un chillido desgarrador que le hizo salir de su ensimismamiento. Para mi fue muy sencillo, solo tuve que alzar la voz. Nunca antes lo había hecho. Nunca me había atrevido a defenderme. Era el sumiso, dejaba que me dominase. Que fuese ella la que llevase a cabo todas y cada una de las decisiones. Me había convertido en el débil, en un patético instrumento. Hasta que me cansé.
Me miró asombrada, con esa cara de tonta que ponía cuando no sabía que decir.
Entonces la anhelaba. La idolatraba como a una diosa griega.
Y ella nunca sabe hasta que punto era así.
Pero fue una situación que logró acabar con mi paciencia, la cual siempre había sido prácticamente infinita. Tal vez acabé por darme cuenta, de que si no salía cuanto antes de aquella situación en la que yo solo me había metido, acabaría por convertirme en un objeto y por tanto, ya no lograría salir nunca.
Solo alzar la voz, eso fue todo.
Me miró fijamente durante unos segundos, lo suficiente para helarme la sangre. Luego se dio la vuelta y se fue. Ahí me quedé, con todo y con nada. Y la voz se me apagó y desde entonces, creo que nunca llegué a recobrarla del todo. Pero a ella le dio igual; eso fue lo más doloroso de todo.
Cuánta ironía.
Mala hierba nunca muere mientras la belleza se marchita.
Pero no hizo nada por confortarme; me dio por perdida. ¿Qué motivos le di para creerlo? ¿Por qué pensó que estaba perdido? Entonces era cuando aún estaba allí. ¿Qué fue lo que cambió tan radicalmente? Se alejó de mí emocionalmente como de la peste. No quiso entender que aún no estaba roto.
Me hacía sentirme como un enfermo. Frío como el mármol. Incapaz de pronunciar palabra cuando clavaba sus pupilas grises en las mías.
Nunca me amó. Solo me utilizaba.
Me veía de forma muy distinta a como yo la veía a ella. Me miraba como se mira a quien ha perdido la razón por la locura.
El odio no es más que un lastre. Unas cadenas del lado oscuro soldadas a nuestras muñecas.
Temo a una jaula más que al dolor y a la muerte. Temo que la frustración que me causa el abandono me encierre en un círculo vicioso del que no pueda salir. Me irá quitando la vida más lentamente que cualquier veneno.
De nuevo, esta triste jaula se queda en silencio. Con cada recuerdo, con cada día que pasa.

Me despedí de ella, eso es cierto, pero lo hice a mi manera.
Aquella tarde miró hacia arriba, hacia donde yo estaba, como sí supiese que estaría allí observándola. Pero ella no podía verme porque yo estaba escondido entre las sombras.
Su pelo negro se agitaba mientras atravesaba el gran patio de piedra donde nos conocimos.
Supe que no volvería a verla, y eso me partió el alma. Pero ésa fue mi decisión. Me quedé solo, como el decorado de un escenario vacío. A veces es necesario tomar decisiones trágicas. Una tragicomedia, en eso se había convertido mi vida.
Me costó años aceptar que aquella a la que yo tanto amaba, me había estaba robando la vida. Su maltrato estaba eclipsando mi mente y anulando mis sentidos. Mi dependencia insaciable se estaba convirtiendo en un veneno tóxico. Cundo tomé mi decisión, juré no echarme atrás. No hacer caso a sus divinas palabras. No estremecerme ante el contacto de su joven cuerpo.
Dormía a mi lado cuando lo decidí. Hubiese sido más fácil seguir como estábamos…sobre todo para ella.
Se que ella pensaba que no podían herirme sus palabras, pero lo hacían. Las palabras por sí solas no son nada, pero ella les daba un poder devastador. Pensaría que estaría ahí a su lado, como siempre. Soportando su indiferencia, fingiendo que no pasaba nada, fingiendo que no echaba de menos aquella felicidad que tanto nos había unido al principio el maravilloso día en el que nos conocimos.
Nunca fui capaz a comprender cómo había sido posible que nuestras vidas cambiasen de esa forma tan drástica. Fue prácticamente de la noche a la mañana, sin que se produjese ningún acontecimiento puntal.
Nunca dejé de echarla de menos, ni olvidé su olor, ni su tacto.
Aún así, cada mañana cuando me levantaba solo y triste no hacía más que repetirme a mí mismo, que ese sentimiento adictivo algún día acabaría por desaparecer.
Hasta que finalmente el dolor desapareció. Y fue entonces cuando ya no me quedó nada.

La camarera no se percató que en un momento dado, me levanté de la alta butaca a la que hacía unos momentos parecía fusionado.
Me fui sin pagar el café negro sin apenas ser consciente de ello, pues temía que bichos infectos pudiesen empezar a brotar de la carne de mis manos si me atrevía a moverlas.

Salía a paso ligero alejándome de las miradas de los pocos transeúntes que aún merodeaban por las húmedas calles oscuras.
Y cuando estuve seguro de estar lejos de toda alma humana eche a correr.
Corrí para evitar que me alcanzase el diablo. Pues si me paraba un momento, podía penetrar en mi cuerpo como había hecho otras veces y obligarme a cometer los más terribles actos.

Como un poseso busqué la Iglesia más cercana, temiendo quedarme sin aliento. Temiendo que llegase un momento en que mi anciano cuerpo dijese “¡basta! ¡Esto es todo lo que voy a ofrecerte!”; que mi corazón se detuviese y acabase todo en un suspiro, sin más dolor, pero quedando expuesto a merced de las alimañas.
Que ese horror que se desliza como una serpiente encontrase morada en mi cuerpo marchito.
Absorbiese mi pureza humana y me convirtiese en su instrumento.

Así que mientras corría, dejaba que esas ideas inundasen mi mente y así llenarme de energía. La energía que te da el miedo a lo desconocido. El miedo a un horror cósmico que pulula entre los vivos acechando a toda alma perturbada.

Y a mí, como hombre débil y demente, me acosaba más aún. Pues sabía que me quedaba poco tiempo, que me faltaba poco para fracasar.

Me vigilaba como halcón a su presa. Y esa presa no podía cometer ni un solo error.

- Perdóneme padre, porque he pecado. He blasfemado, he tomado el nombre de Dios en vano. He sentido la llamada del abismo. En momentos de debilidad, he cedido a las exigencias del mal.
- Hijo mío, el Demonio no se atreverá a entrar en ti. Eres un buen católico, Dios te protegerá allá dónde vayas.
- Me temo que el Demonio me encontró antes que él, padre.

Pero de camino a mi casa, ya más calmado y sintiéndome protegido por una sombra blanca, sentí de nuevo ese horrible cosquilleo en las manos.

Transcurrieron los días sin tener nuevas noticias del cosmos.
Aún así no estaba tranquilo.
Preferí permanecer en casa porque siempre es donde mejor comunicación puedo establecer con el altísimo.

Hacía tiempo que había tapado todas las ventanas con cinta aislante para que la luz no pudiese entrar a raudales. Solamente dejaba algunos pequeños espacios para saber cuándo había anochecido.
Desde que el médico me dio la baja por mí supuesta depresión recurrente había tirado por la ventana todos los relojes que había en mi casa. No quería saber nada del tiempo. Al menos con el anochecer y el amanecer no lo sentía de forma tan evidente. Se intuían simplemente las horas que habían pasado. Pero no era comparable al horror de ver moverse las agujas con sus inagotables giros.
Solo de pensarlo me entraban náuseas.

Con las maravillas de la tecnología podía permitirme permanecer en casa.
Lo único que me molestaba de mi ordenador, era el pequeño reloj de la parte inferior derecha. Pero también lo había tapado con cinta aislante.
Ojala pudiese cubrir todo lo que no me gusta con cinta aislante. Pero la vida no podía de ningún modo ser tan sencilla.
Al menos tenía la opción de quedarme en casa y poder así tranquilizarme y aguardar las órdenes indicadas para por fin lograr liberarme.
Estaba seguro de que ya no podía faltar mucho para que todo terminase.
No sabía si sería capaz de retomar mi vida donde la dejé. Pero siempre me quedaba lo opción de mantenerme oculto para siempre. No tenía ninguna necesidad de salir al exterior. En casa tenía todo lo que pudiese hacerme falta. Y sí algo no había en algún momento determinado, no tenía más que teclear algunas cosas y alguien vendría a traérmelo.
Como ya he dicho, la tecnología moderna era el octavo arte, de eso no me cabía ninguna duda.

Lo que de verdad me llegaron a preocupar, fueron mis visitas nocturnas.
Venía a visitarme en mis sueños, en las noches más frías y eternas de que aquel invierno que parecía no acabarse nunca.
Aparecía como un reflejo dorado a los pies de mi cama que con solo una mirada de sus ojos bronce me hacía olvidar hasta mi nombre. Como una sombra del más allá se difuminaba en un abrir y cerrar de ojos del mismo modo que aparecía.
A veces, si me concentraba y lograba escapar unos segundos del torbellino de su mirada, la sombra permanecía más tiempo a mi lado inundándome de una extraña sensación de calor antinatural.
Y como si pudiese escuchar mis más profundos pensamientos, se inclinaba sobre los pies de mi cama y me acariciaba suavemente la cara con sus largos dedos de fuego.
Era una experiencia cósmica, extrasensorial, como procedente de un lugar tan lejano que las sensaciones se vuelven del revés.
Nada más que absorto en mis más delirantes pensamientos, navegando entre sábanas de seda en las que surgían sus manos como veneradas islas del tesoro. Y solo a veces, cuando lograba entrar en los sueños más profundos e inconscientes, aparecía él.
De forma extraña me sentía despierto, pero no podía mover ni un músculo. En parte resultaba muy frustrante, porque lo que más anisaba, era poder estirar la mano y rozar su rostro de oro.
Pero no podía, sentía como una fuerza invisible me mantenía atado a la cama y me atenazaba la garganta para que no pudiese pronunciar ni un sonido.
Solo me dejaba abrir los ojos y contemplar su hermosura cuando aquella criatura se dignaba a hacerme una visita divina.
Temblaba de pies a cabeza, teniendo espasmos epilépticos en la cama que era el mayor movimiento que podía hacer, cuando él me tocaba inundándome de una serie de sensaciones contradictorias tan insoportables como anheladas.
Tal vez fue entonces cuando dejé de vivir para poder pensar en él. Quería ser su servidor. Quería que me indicase qué era lo que debía hacer, cuáles eran sus órdenes para ser cumplidas sobre la tierra.
Dejé de disfrutar de todo lo que antes me gustaba. La comida perdió el sabor, la ropa perdió su suavidad, las duchas perdieron su calor.
Me volví un muerto en vida, un autómata, un zombi que se despertaba por las noches deseando ver aquel espíritu dorado y lascivo inclinarse sobre él. Pero era precisamente aquellas terribles noches en las que me constaba conciliar el sueño cuando aquella criatura mística no se dignaba a aparecer.
Odiando el amanecer cuando llegaba de forma inevitable y él no había aparecido.
Me había traicionado y no me había visitado aquella triste noche.

Y en una ocasión, tuve el sueño más revelador de toda mi vida.
No podría afirmar con seguridad en qué momento inicié ese viaje.
Es posible que todo empezase cuando traté de imaginarme como sucederían las cosas desde el otro lado, desde el lado de la muerte.
Desperté en un lugar oscuro, como sí estuviese en un pozo sin fondo.
Traté de orientarme, de poder tocar algo a mí alrededor.
La oscuridad resultaba asfixiante.
El silencio era tal que me provocaba una angustia indescriptible. Se metía dentro de mí e inundaba mis órganos, mis venas…todo lo que siempre he sabido que era mío.
Al fin logré tocar la pared de ladrillo, de frío inquebrantable, como él más pútrido de los silencios.
Pude caminar, aunque descalzo, mientras el afilado suelo desgarraba mi carne.
Me mordía con fuerza los labios para evitar que los gritos saliesen de mi boca por aquel dolor insoportable.
Avanzo famélico como un autómata.
He superado el umbral de miedo.
Podría haber presenciado el más enloquecedor de lo horrores y aún así, no podría haber sentido más temor del que sentí entonces.
Estuve y lo estoy desde entonces, por encima de lo humanamente posible.
Al fin llegué a un pasillo iluminado por una tenue luz blanca que parecía formar parte de la propia tierra.
Me sentí completamente incapaz de separar mis manos de la pared, a pesar de que por primera vez desde hacía un buen rato, era capaz de distinguir con total claridad lo que tenía delante.
Como sí de una fuerza hipnótica se tratase, me hacía creer que podría guiarme al lugar donde se me ha enviado. Corría algo de brisa y mis pantalones blancos del pijama ondeaban a la altura de mis pies, ahora ensangrentados por culpa del rocoso suelo.
Distinguía el curioso y fuerte olor de mi propia sangre. Ese olor tan característico que la hace inconfundible.
Poco a poco, mis sentidos fueron agudizándosele de forma extraordinaria; podía oler también la piedra, la roca y el agua.
Hasta que al final, fui capaz de distinguir un sonido claro y constante. Me repetí interiormente a mí mismo que era imposible, que no podía ser; pero es inconfundible: el sonido de un reloj.
El sonido monótono que no puedo soportar por las noches, que viene como martillazos desde todas las esquinas de la casa, entonces me pareció el canto de un ángel.
Es algo que un humano de nuestra época conoce bien, pues no es lo habitual llegar a conocer la oscuridad absoluta, ni el aislamiento absoluto, ni el silencio absoluto…
Al fin el pasillo por fin acabó, y me encontré en una estancia elíptica e iluminada por la misma luz fantasmal.
No fui capaz por mucho que lo intenté de mirar atrás, pues mi mente había quedado de lleno sumergida en el magnífico reloj de cuco que tenía delante. Es lo más hermoso que había visto en mi vida. Sus trazados eran perfectos, la madera brillaba perfectamente pulida, y el péndulo dorado flotaba de un lado a otro como los latidos de un corazón. Mis sentidos entonces se colapsaron y volví a aislarme en mí mismo como al principio de aquel extrañísimo suelo. El intenso miedo siempre resurge.
Lentamente el péndulo de oro comienza a detenerse dentro del alma del reloj. Entonces floté, y puede verme ahí abajo, paralizado frente al reloj. Como si mi alma cansada hubiese decidido con su propia voluntad salir por fin de mi cuerpo y lograr la independencia que ansiaba.
Entonces comprendí que fui yo, el que en un momento dado había roto aquella estructura perfecta. La desencaje, hice que sus partes no pudiesen unirse para funcionar.
Por tanto, a pesar de obtener a cambio otros privilegios, perdí el derecho a seguir en este mundo. Tendré que ir, desplazándome poco a poco y con las órdenes del más allá, a la otra orilla, esa que tanto me ha llamado la atención: donde van todos los relojes rotos. Porque deseé verlo todo desde el otro lado, desde el lado de la muerte. Y una vez que la ves, deja de impresionarte. Se torna trivial, algo inevitable. La vida efímera se hace cada vez más evidente.

Por ello dejé de utilizar la noche para dormir y la utilicé para estar atento y esperar.
Dejé de llevar la vida que llevaban los demás, la que llevaba antes de mi revelación, de que todo empezase.

Después de haber traspasado el límite de todas las cosas, haber llegado al extremo absoluto del placer y del odio, lo cotidiano resulta insípido y aburrido. Solo aquel que ha contemplado lo extraordinario, puede burlarse de lo meramente terrenal. Existen poderes ocultos para muchos insospechados. Detrás de cada esquina, puede esconderse lo inimaginable.
Descubrí demasiado tarde que buscar lo absoluto era un gran error. He visto la cara de la muerte y me he echado a reír. He contemplado horrores fantasmales que han hecho que algo reventase dentro de mi cabeza. Ahora lo sé, ahora entiendo la locura; querer despertarse de no estar vivo es lo que hace aficionarse a la sangre.
Yo nunca hablo solo, porque nunca estoy solo. Mi espectro de visión se ha ensanchado y distingo las suaves formas de los espíritus. Sus voces son dulces, están rodeados de aureolas místicas. Lo único que me duele es no poder tocarles.
Los demás humanos están sumidos en la más profunda ignorancia. No lo creerán hasta que ellos también puedan verlo. Pero entonces será tarde, porque perderán el juicio y nadie cree a un loco.
Es indescriptible la sensación de poder que me embarga. “Delirios de grandeza” lo llaman. La euforia que me calienta el alma es tal que sino pudiese expresarla moriría. Me abrasaría por dentro y me convertiría en un catatónico.
Cuando era niño, mi madre siempre me decía que sería capaz de todo. Lo que otros piensen no importa; uno tiene que tener fe en sí mismo aún cuando todas las circunstancias sean adversas. Sí uno es fuerte, puede crear dentro de sí una fortaleza tan grande que nadie jamás podrá echarla abajo.
El mayor punto débil de un ser humano es no tener fe en sí mismo. Por ello inicié mi viaje a lo más profundo de las entrañas del mundo. Encontré más de lo cabría esperar. Recorrí senderos ocultos y conocí criaturas del mundo antiguo. Aquellos que aún no eran humanos, pero que poseen conocimientos más grandiosos de los que nosotros alcanzaremos jamás. Trataron de compartir conmigo su ciencia. Aprender una pequeña parte de lo que ellos sabía fue suficiente para convertirme en un sabio.
Hice un viaje cósmico sin la necesidad de salir de mi humilde morada. Solo necesité el poder de mi mente, solo necesité que él creyese en mí y me permitiese realizar el viaje de mi revelación.
La única razón por la que podría considerar mi aventura un error, es porque los vivos me van a abandonar. Nadie me creerá jamás, nadie podrá compartir esta maravillosa experiencia conmigo. Pues había conocido los extremos, la finalidad de las cosas. Ahora la verdad no estaba para mí flotando en el espacio vacío en un silencio impenetrable, sino que cuando quisiese podía atraparla con las manos.

En las calles oscuras se respiraba un aire putrefacto y contaminado.
Como buena criatura de la noche, solo salía tras el crepúsculo, el momento más seguro. A veces más entrada la noche, otras de madrugada, pero nunca de día.
En pleno día es más sencillo que te encuentren las sombras.

Tras meses de baja laboral, mi una preocupación era protegerme de los que se esconden. Deambular por las calles en plena noche buscando al foco de mis delirios, al príncipe oscuro al que todas las bestias aladas siguen.
Pero no le encontraba. Y cuanto más tiempo pasaba, más me impacientaba.
Suplicaba a Dios para que acabase con aquella locura, con aquellas ensoñaciones macabras, con las voces de mi cabeza gritándome cosas sin sentido, con las visiones, con los calambres de mi cuerpo.

Ni con la ventana abierta logré dormir.
El sol se había ocultado hacía horas.
Extrañas sombras se dibujaban en el techo como tétricas elucubraciones. La brisa nocturna parecía envenenada.
Un miedo terrible me recorrió la espina dorsal encogiéndome como un feto en plena gestación.
Los ojos me ardían como si el sol los hubiese abrasado.
Sentía pinchazos en cada músculo de mi cuerpo obligándome a retorcerme en posturas imposibles tratando de mitigar el dolor.

Pero lo peor, era la lengua. La hinchada y pesada lengua oprimida en la boca a punto de estallar. Me costaba trabajo respirar, me costaba trabajo pensar.
Influido por una fuerza externa me levanté de la cama apartando las mantas con violencia.
Me había despertado con la sed insaciable de los vampiros.

El espejo me devuelve la mirada de un ser marchito y deformado. Hay agujeros donde debería haber carne. Hay tonos amarillentos allí donde debería estar rosado.
Mi espalda se curva cada vez más por culpa del peso que ha de soportar.
Las rodillas me tiemblan débiles y estropeadas. Los nudillos con marcas profundas de dientes dejadas al tratar de calmar mis ansias.
Me quedé impresionado la primera vez que contemplé mi imagen en un espejo. Hacía ay algunas semanas que no lo hacía.
Como tantas otras cosas, los espejos me resultaban bastante desagradables. Solo tenía uno en toda la casa que estaba formando parte de la puerta de un armario Estaba en una de las habitaciones a las cuales no solía entrar pues solo había trastos.
Pero no se muy bien por qué, en aquella ocasión decidí hacerlo. Entré sin pensar y me quedé desnudo plantado ante el espejo sorprendido de mí mismo.
La piel de los brazos hecha jirones cuelga de los huesos como sábana vieja. Recordándome cada vez que me contemplo a mi mismo cómo es posible que puedan soportarme la mirada los demás. Cómo no apartan la vista ante mi presencia fantasmal.
Dese aquella vez que me vi en el espejo después de tanto tiempo sin hacerlo, tuve que repetirlo varias veces al día. Me quedaba ensimismado conmigo mismo, con aquella imagen que me devolvía el espejo. Puede que pasase horas ante él.
Y no alcanzaba a comprender por que, pues era un ser deforme, era un feto, un esqueleto infecto. Pero me resultaba de algún modo como una especie de droga que lograba apaciguar mi alma. Cuando me observaba me quedaba tranquilo, no pensaba en nada, era capaz de dejar la mente en blanco. Y era impensable, que en cualquier otra situación fuese capaz de hacer algo así.
Consumido por la desidia y el pesar me he convertido en la sombra de lo que era.
Un saco de huesos amarillento en completo declive.

Descalzo y semidesnudo bajé las escaleras de frío mármol de dos en dos.
Algo había ahí fuera. Algo me había llamado con una fuerza atronadora.
Fuese lo que fuese, necesitaba que acabase con mi sufrimiento cuanto antes.
Corrí de nuevo con el asfalto desgarrándome la piel de los talones con brutalidad.
Dejaba un rastro de sangre caliente a mi paso.

Al girar la manzana, ante mi encontré al respuesta.

Una figura apoteósica se erguía sobre sus pies de cabra y clavaba su mirada roja en mis pupilas abrasadas.
Su cuerpo rosado estaba cubierto de pelo negro asemejando a una criatura semihumana. Las garras negras sobresalían de sus nudillos como si le hubiesen atravesado la carne.

Supe que debía acabar con él de inmediato. Librar al mundo de tan horrible existencia.
Más líbranos del mal, amén.

Y con toda la fuerza del miedo me lancé sobre él cual pantera.
Y cual pantera mordí.
Hundí mis desgastados dientes en su carne putrefacta y rosada, conteniendo las nauseas cuando la sangre caliente brotó de su cuello.
Aún así trague el líquido elemento y sentí inmediatamente su poder.
Produjo un chillido que desgarró el silencio antes de derrumbarse en el suelo pesadamente.
Mordí sin piedad en toda la superficie de su espantoso cuerpo como un animal. Desgarrando a mi presa aquí y allá. Desangrándola como a un cochino.

Las primeras luces del alba me hicieron despertar de mi trance, de mi fuerza anormal, del poder que el bien me había otorgado.
Me levanté resoplando como un caballo y limpiándome la sangre con el dorso de la mano.
El miedo me paralizó cuando contemplé lo que quedaba de mi víctima.

En el suelo sin vida y mutilado, yacía el cadáver de la camarera.

VIVIR SIN POESÍA


Poesía completa de Peter Handke, publicado por Bartleby editores.


Peter Handke (Austria, 1942) poeta, dramaturgo, novelista, guionista y director de cine austriaco nacido en Griffen. A su obra se la considera representativa del estilo de la nueva subjetividad.






“Este invierno está durando demasiado.
Los árboles continúan moviéndose agitados”.
Confusión de los sentidos
y necesidad de espacio.
La estación del año que transcurre en los espacios
allanada hasta convertirla en una acostumbrada
[eternidad.

Pero hoy giran las hojas sueltas en el claro invierno.
“¡Nuevos fríos un nuevo espacio alrededor de las casas,
y el cielo del interior del país!”.

Me alegré,
soporté el desorden
y lleve a cabo pequeñas tareas.


“El Fin del deambular”

LÁGRIMAS DE EROS

Desde el 20 de de octubre de 2009 al 31 de enero de 2010 permanecerá abierta en el Museo Tyssen-Bornemisza la exposición “Lágrimas de Eros” comisariada por Guillermo Solana.
El título de la exposición está tomado del último libro que publicó Georges Bataille(1897-1962), Les larmes de Eros( 1961), donde el autor francés aborda un problema clásico: la íntima relación entre Eros y Tanatos, entre la pulsión sexual y el instinto de muerte.

Ex seminarista, pornógrafo, comunista revolucionario, bebedor, orgiasta, cercano al círculo surrealista, bibliotecario, místico, ateo (convertido), nietzscheano de izquierdas –en la tradición de Palante a Foucault–, pueden ser descripciones atinadas de la vida o las vidas de Georges Bataille. En este sentido, quizás el mayor logro de su trabajo intelectual haya sido la libertad absoluta para pensar y escribir. Martin Heidegger dijo acerca de él que podía ser considerado como "la mejor cabeza pensante de Francia en el siglo XX". Calificado de genial y contradictorio, Bataille fue un apasionado escritor y un profundo filósofo que vivió y escribió hechizado y seducido por los enigmas del erotismo y la muerte. Su vasta producción incluye novela, crítica, ensayo y poesía. En ella queda patente que, para Bataille, el placer y el dolor están siempre inexorablemente unidos y que el erotismo es "la aprobación de la vida hasta la muerte".
El erotismo es objeto de un tabú, de una prohibición que ilumina lo prohibido “con una luz a la vez siniestra y divina: lo ilumina en una palabra con una luz religiosa”. Para Bataille el erotismo como es lo sagrado, la prohibición no existe sin la transgresión. Desde el momento que es formulada, la prohibición provoca el retorno de lo excluido; los impulsos reprimidos regresan en el sacrificio religioso, donde su violencia es moldeada como un material precioso y peligroso. El sacrificio es para Bataille el escenario último del erotismo.
La exposición se aproxima al erotismo desde un puñado de mitos, tanto grecorromanos como judeocristianos. Desde la figura de Venus recién nacida y su contrapunto bíblico Eva, tentada y tentadora. Doce capítulos abarcan esta exposición: Nacimiento de Venus, Eva y la serpiente, Esfinges y sirenas, Tentaciones de San Antonio, El Martirio de San Sebastián, Andrómeda encadenada, El beso, Apolo y Jacinto, Endimión dormido, Bellas suicidas. Cleopatra, Magdalena penitente, Cazadoras de cabezas.

La segunda parte de la exposición se expone en la Sala de las Alhajas de la Fundación Caja Madrid, y en ella es la muerte misma la que se ve erotizada.
Cuadros de Coubert, Lefebre, Munch, Camille Corot, Gericault; Fotografías de Man Ray, Richard Avedon, Tom Hantes; Esculturas de Rodin, John Andrea y Bernini entre otras obras componen la exposición.

En el siguiente enlace se puede acceder a algunas de estas obras.
ESPECIAL.- 'Lágrimas de Eros'

A continuación encontraréis el artículo de Francisco Calvo Serraller aparecido el 12/12/2009 en el periódico El País.


Lágrimas de Eros.

Las Lágrimas de Eros (1961), el último libro publicado en vida por Georges Bataille (1897- 1962), escritor francés ligado circunstancialmente al surrealismo, fue un compendio ilustrado de su obsesión por el erotismo, que interpretó en esa clave romántica antirracionalista que engarzó el pensamiento de Schopenhauer, Nietzsche y Freud. De la etapa final de este último tomó el componente destructivo que tiene el amor de los humanos mortales, cuya extrema excitación sexual produce un éxtasis; esto es: un paroxismo, una "parada", un instante absoluto en el que todo se detiene como cuando adviene la muerte, pero "no tan callando", como apuntaba el muy cristiano vate español, sino en el puro grito del placer que estalla en un mundo sin Dios. Leyendo ahora la correspondencia que Bataille cruzó con J. M. Lo Duca con motivo de la preparación de Las lágrimas de Eros, que iba a editar Pauvert, en la que las ilustraciones del texto desempeñaban un papel crucial, se comprende la pertinencia de hacer una exposición con el tema del erotismo bajo esa bella advocación. También los peligros, que no sólo se ciñen a la siempre dificultosa tarea de trasladar el libertinaje de unas páginas impresas a una sala de exposición, sino a todo lo que ha ocurrido al respecto en arte durante el medio siglo que ha transcurrido entre la publicación del libro y la actualidad. Que yo sepa, aunque sobre erotismo se han multiplicado las convocatorias de muestras y libros durante el periodo temporal antedicho, nadie se había atrevido a afrontar el candente tema apelando al título de Bataille, como lo ha hecho Guillermo Solana, lo cual le hace merecedor del adjetivo de gallardo tanto por su personal arrojo como por subrayar la fuente de la que otros manan sin apenas citarla.
De todas formas, el problema para afrontar el desafío no estriba sólo en las limitaciones funcionales de que muchas de las obras que, según Bataille, deberían servir de ejemplo de la humana pulsión sexual pertenezcan al mundo del arte rupestre paleolítico, sino a su naturaleza obscena o abyecta, que no es exactamente lo mismo que lo que se entiende hoy por pornográfico. Porque para Bataille la expresión misma del sexo era la violencia, un auténtico tabú para nuestra higienizada sociedad de lo políticamente correcto, donde hacer el amor es un ejercicio de gimnástico relax en la antípoda de un acto de desesperación visionario.
Creo que ya lo he dicho todo, pero aún me puedo aventurar a ilustrarlo a costa de la selección realizada por Guillermo Solana, que salva como puede el atosigante engorro social. Lo hace, a mi juicio, con brillantez a través, principalmente, de la obra elegida de artistas actuales, pero no sólo por ser, cómo decirlo, hermosamente obscena, sino, sobre todo, porque, consciente o inconscientemente, retoma los viejos mitos, lo que, a la postre, demuestra que Bataille tenía razón acerca de la naturaleza regresiva del ser humano por más que progrese. En este contexto, sin embargo, las obras de arte históricas se nos muestran como antiguallas. Significativamente, hay sólo un momento que salva este abismo de separación: el del arte perverso del fin del siglo XIX, muy justamente explotado en la presente exposición.
Lágrimas de Eros, que se exhibe simultáneamente en el Museo Thyssen-Bornemisza y Caja de Madrid, comienza con el icono de una célebre fotografía de Man Ray de 1932, en la que unos bellos ojos femeninos maquillados están circundados por unas gotas de cristal, foto perfectamente acompañada por cinco lágrimas de cristal diseñadas en 1994 por Kiki Smith. Si las lágrimas se vitrifican es porque la pasión -amor y muerte- ha sido higienizada, todo lo cual se resume en el eslogan político, completamente deprimente, del "sexo seguro". Con lo que ¿qué seguridad vamos a tener de que, en un museo, se nos adentre en las fascinantes y aborrecibles profundidades del sexo mediante una exposición pública, asediada por mil ojos vigilantes? A la postre, esta experiencia sirve como espejo de la vergonzosa y vergonzante mirada perversa del espectador, sin que pueda verbalizar nada de lo que allí haya podido atrapar en las entretelas, o lo haga para sus adentros.

SÓLO ESO



Sin música.
Sin estridencias.
Sin el brillo dorado de las palabras huecas...
Sólo un deseo sincero:

Felices fiestas para tod@s

CONTADORES DE HISTORIAS, 18-DICIEMBRE-09


Temas para el relato del viernes, 8 de Enero:

* Tema libre con la canción Something stupid de Frank y Nancy Sinatra

* "Al calor de la chimenea"



MÁS LECTORES EN LAS BIBLIOTECAS

Nunca se ha leído tanto en España", afirmó la semana pasada en la Biblioteca Nacional la ministra de Cultura Ángeles González-Sinde. Las cifras facilitadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) ilustran parte de esa afirmación. Las bibliotecas españolas crecen por todos los caminos posibles: puntos de servicio, usuarios, préstamos y presencia de cada centro en Internet.

Según el INE, las bibliotecas españolas contaron el año pasado con 16,30 millones de usuarios inscritos (13,30 millones de adultos y 2,91 millones en el área infantil), lo que supone un incremento del 10,1% respecto a 2006, año en que se realizó la anterior Estadística de Bibliotecas.
La estadística presentada ha recogido un total de 6.601 bibliotecas, cifra superior en un 1,2% a la de 2006. En 2008 se ha contabilizado además un centro por cada 5.518 habitantes. En esta misma línea, el número de visitantes se ha incrementado un 5,0% y alcanza los 204,36 millones. Esto supone que cada ciudadano acudió a una biblioteca una media de 4,48 veces durante el año pasado.
Por comunidades autónomas, la mayor tasa de visitantes por habitante se dio en Navarra (7,79). Entre tanto, la mayor proporción de usuarios se localizó en Castilla-La Mancha (50,9%).

Suben los audiovisuales, baja la música
Por tipo de documento solicitado en préstamo, el libro sigue en cabeza con el 64,2% y un aumento del 9,0%. Le siguieron los audiovisuales (23,5% del total) y sonoros (6,4%). Los primeros presentaron una tasa de crecimiento del 31,7%, mientras que los segundos registraron un descenso del 18,8%.
La cantidad de fondos existentes fue de 235,61 millones de documentos, un 7,7% más que en 2006. Los libros registraron el mayor aumento, con 7,68 millones más de unidades.

Internet se afianza
El uso de las nuevas tecnologías se está consolidando en las bibliotecas españolas. Así, la proporción de bibliotecas con acceso a Internet alcanzó el 87,7%. A comienzos de la década el porcentaje era la mitad. En las bibliotecas públicas este porcentaje se elevó hasta el 93,4%.
Finalmente, el 23,7% de las bibliotecas disponía de página web y recibieron 315,58 millones de visitas, un 13.2% más que en 2006. Además, el 40,6% ofreció su catálogo de fondos a través de Internet, cifra superior en un 11,2% a la estadística de hace tres años. El porcentaje para las bibliotecas públicas se situó en el 41,8%.

NOS VAMOS A LA ÓPERA


Ariodante de Häendel

Estos días se representa en el teatro Campoamor de Oviedo la ópera Ariodante de George Friedrich Häendel, con el aplauso unánime de público y crítica.
El libreto de “Ariodante” es una adaptación del que Antonio Salvi escribió originalmente para la ópera “Ginevra, princesa de Escocia” de compositor Jacopo Antonio Perti, estrenada en 1708 en Florencia.
Aquel libreto contenía dos elementos que animaban en gran manera el genio de Haendel: Uno es el desarrollo de la acción en lugares abiertos, hecho que siempre excitó la imaginación del músico. El otro radica en la relación padre-hija. A pesar de que Häendel no tuvo la oportunidad de conocer en carne propia la paternidad, siempre exaltó las relaciones filiales con suprema nobleza.
“Ariodante”, al igual que “Alcina”, es una ópera en la que están muy presentes los aires de danza, y su causa es muy simple. La instalación de Häendel en el Covent Garden de Londres coincidió con la contratación por parte de ese teatro de la bailarina Marie Sallé. Este hecho y la admiración, acaso desmedida, que el compositor sintió por esta mujer hizo que tanto en “Ariodante” como en “Alcina”, éste dispusiera una inusual cantidad de partes danzadas, las cuales obviamente fueron dedicadas al lucimiento de la Sallé.
El período de composición de “Ariodante” se extendió entre mediados de agosto y fines de octubre de 1734. Su estreno aconteció el 8 de enero de 1735 en el señalado teatro del Covent Garden de Londres. A ese estreno siguieron 10 nuevas representaciones y luego algunas interpretaciones sólo en forma de concierto. En mayo de 1736 hubo 2 nuevas funciones y desde entonces “Ariodante” entró en el olvido hasta su exhumación acontecida en Stuttgart, en septiembre de 1928.
Como se sabe, a partir de mediados del siglo el Siglo 20 el repertorio barroco ha conocido un fuerte resurgimiento, muy bien apoyado con notables ediciones de la industria discográfica, las cuales para el caso del legado de Georg Friedrich Häendel han sido decisivas en la divulgación que se ha dado a su faceta operística.
Al igual que lo sucedido en muchas óperas barrocas, en “Ariodante” hay dos roles masculinos, el titular y el de Polineso, que deben ser abordados por contratenores o mujeres con voz grave.

ARGUMENTO
Ariodante” se desarrolla en Escocia en tiempos no precisados

Acto primero
La princesa Ginevra, hija del rey de Escocia, está enamorada del príncipe Ariodante. El padre está plenamente de acuerdo con que Ariodante sea no solo su yerno, sino su sucesor en el trono.
El conflicto surge cuando Polinesso, duque de Albania, que aspira a apoderarse del trono escocés, hace explicitas declaraciones a Ginevra..
Ella lo rechaza, pero Dalinda, dama de la corte, le asegura a Polinesso que ella sí lo ama.
Mientras en el jardín Ariodante y Ginevra se declaran una vez más su amor, con la bendición del rey, Polinesso trata de usar el amor de Dalinda como recurso para conseguir sus oscuros fines.
Polinesso pide a Dalinda que se disfrace de Ginebra y le dé acceso a su habitación aquella noche, prometiendo respetar su honor y casarse después con ella. Dalinda, entusiasmada con la idea, acepta sus peticiones.
Mientras tanto, ninfas y pastores se unen con sus danzas a la alegría de nueva la pareja real, Ariodante y Ginevra.

Acto segundo
Es de noche y Ariodante, que no puede dormir contento, se pasea por el parque cuando encuentra a Polinesso, quien fingiendo no saber nada de su próxima boda con Ginevra, le dice que está teniendo una secreta relación amorosa con ella.
Ariodante se indigna y saca su espada, pero Polinesso promete que le dará pruebas fidedignas de lo que ha dicho, aconsejándole que se oculte y observe.
Lurcanio, hermano de Ariodante, viéndolo en tratos con el desagradable Polinesso, se oculta también para ver qué intenciones tiene ese hombre.
Siguiendo indicaciones de éste, Ariodante llama a la puerta de la habitación de Dalinda y ésta abre disfrazada de Ginevra. Ariodante cree morir de rabia y trata de suicidarse con su espada, pero Lucarnio, que estaba al acecho, llega a tiempo para evitarlo y, también presa del engaño de Polinesso, convence a su hermano que no vale la pena morir por una mujerzuela.
Más tarde el rey está con su consejo a punto de declarar heredero a Ariodante, cuando Odoardo, amigo y confidente del monarca, trae la noticia de que el príncipe se ha tirado al mar y se ha ahogado a consecuencia del disgusto provocado por la conducta de Ginebra.
Lucarnio se presente ante el rey y exige luchar con el que quiera defender a Ginevra. Pero el rey declara que una mujer así no merece su defensa. Ginevra sorprendida, no entiende de qué la acusan y sufre un ataque de locura.

Acto tercero
Polinesso ha enviado a dos sicarios para matar a Dalinda, para evitar que se sepa todo. Dalinda corre perseguida por ellos y Ariodante, que se halla en el bosque, los encuentra y los hace huir.
Dalinda, sorprendida el verlo vivo, le confiesa lo ocurrido y se da cuenta de que su vida corre peligro. Ariodante, entonces, se la lleva al palacio bajo su protección.
El rey no quiere ver a su hija, pero acepta que Polinesso luche por ella, cosa que éste hace con vistas a la sucesión del trono.
El rey, pensando que en definitiva es el honor de su familia, se dispone a luchar contra Lucarnio cuando aparece un caballero con el rostro cubierto y sin armas, que exige luchar por Ginevra.
Cuando se descubre el rostro, todos quedan atónitos. Es Ariodante, quien señala que Dalinda está dispuesta a confesarlo todo a cambio del perdón.
El rey lo concede, pero además llega Odoardo diciendo que Polinesso, moribundo, ha confesado todas sus malas acciones.
El rey va a buscar a su hija al apartamento donde estaba confinada, la abraza y le muestra a Ariodante, a quien ella creía muerto.
La alegría general reina entre todos, ante este final feliz y la inminente boda de los príncipes Ginevra y Ariodante.

TALLER DE ESCRITURA-2, NOVIEMBRE-09

Nos ponemos al día con el Taller de escritura2.

Las parejas de palabras sobre las que había que escribir un breve relato, de entre 10-15 líneas, han sido hasta ahora las siguientes:

1) Asiento y cartógrafo
2) Bosanova y escabeche
3) Holandés y vainilla

-Describir el cuadro "La balsa de la medusa" de Gericault. Intentar hacer una descripción real, aséptica. Escribir no lo que nos sugiere, sino lo que ven nuestros ojos.

Según la R.A.E. describir es:
1. tr. Delinear, dibujar, figurar algo, representándolo de modo que dé cabal idea de ello.
2. tr. Representar a alguien o algo por medio del lenguaje, refiriendo o explicando sus distintas partes, cualidades o circunstancias.
3. tr. Definir imperfectamente algo, no por sus predicados esenciales, sino dando una idea general de sus partes o propiedades.

Una descripción literaria es básicamente lo mismo, pero cumple el propósito de ambientar una narración. En otras palabras, al describir, el autor busca que los lectores vean en su imaginación lo que él está visualizando en la suya. Describir es hacer ver, no explicar.



Prólogo de las NOVELAS EJEMPLARES

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño...

Miguel de Cervantes

(Imagen: Invento de Matt Robinson, 2009. Para los que tenemos el empeño de escribir: mucha goma de borrar y menos mina de lápiz)

¡ME LO PIDO!



¿Harta de que su marido se queje de que la luz de su mesita no le deja dormir?
¿Tiene todos los días la misma discusión a la hora de acostarse?
¡No se desespere! Gracias a Reading Pillow usted podrá leer el tiempo que desee sin que su marido se incomode. Le darán las dos de la mañana leyendo agradablemente mientras oye roncar a su marido a su lado.
¡Diga adiós a las molestas discusiones gracias a este novedoso invento de David Ngo y feliz lectura!.

SMELL OF BOOKS




No, no es broma: Los nostálgicos que acusaban la falta de olor de los libros electrónicos para no empezar a leer están de suerte. Acaba de lanzarse al mercado un spray con "olor a libro". Ahora los amantes del papel también podrán disfrutar de los lectores de libros electrónicos gracias al nuevo "Smell of books" que nos trae el típico olor de los libros en cómodo y práctico aerosol, uniendo así lo mejor de ambos mundos.
Ay, madre...
Me veo eligiendo en el supermercado (¿o en las librerías?) el spray para mi -futuro- lector electrónico. ¿Olor a moho? ¿Olor a viejo? ¿Fresco aroma de la estantería de roble? ¿Olor a libro nuevo?
Pasen y huelan.

(Visto en Microsiervos)

UN CUENTO DE NAVIDAD


En Boston Common, una estrella roja
Brilla conectada a un majestuoso olmo
Americano. Los Reyes Magos se acercan
A la State House, coronada por una cúpula.

El viejo José lleva un bastón con punta de acero.
Dos bueyes de cera flanquean al niño.
Una oveja negra guía el rebaño del pastor.
María, mansa apacible.

Los ángeles-más femeninos y dulces
Que los modelos de Bonwist’s o Jay’s,
Y con unos halos tan resplandecientes
Como Sirio-alzan sus trompetas doradas.

De S.S. Pierce, anuncian
Con su campanilla las mujeres de nariz roja y capa azul,
Sólo por dinero. ¡Dios, las muchedumbres son feroces!
Resuenan los villancicos.

En Winter Street, en Temple Place.
Los caniches hornean galletas en
Los escaparates de Filene’s.
Donner, blitzen,

Y todos los renos de Santa Claus que,
Con el permiso de la Comisión del Parque, pacen
La hierba que antaño alimentaba a las vacas de Boston,
Nos conceden su gracia. Al unísono

En Pincckney, Mount Vernon, Chesnut,
Se abren las puertas enguirnaldadas a la multitud.
¡Navidad! ¡Navidad! Ninguna boca cerrada.
A grito pelado y desafinado.

El populacho canta de cara a los alfeizares
De las ventanas con extraños cristales violetas.
¡Ah, la Pequeña Ciudad sobre la Colina!
Los cordiales esfuerzos.

De los campanilleros y de los cantantes avivan
Las palomas roídas por la escarcha, y el remolino avanza
Desde la Charles Street a la Custom House,
desde la Estación del Sur a la del Norte.

Sylvia Plath

DE LUNA DE INVIERNO


De Ventanas

TE GUARDO UN POCO
De luna de invierno,
por si cuando vengas
no queda ya esta luz,
tan clara al irse,
o –como veo ahora–
vuelve a nublarse. Era
pequeña y blanca, dulce,
creciente, en los bordes
borrosa. Y el azul pálido
se iba amoratando alrededor,
sobre el foco de las vía.
Era como a veces
tú la señalas y sales a mirarla,
un tiempo corto
porque hace frío.

Miguel Casado (Valladolid, 1954) “La mujer automática” Poesía Cátedra

CONTADORES DE HISTORIAS, 11 DE DICIEMBRE-09




Temas para el relato del próximo viernes, 4 de Diciembre:


* Tema libre con la canción Like a rolling stone de Bob Dylan

* "La nieve estaba dura"



ERNEST HEMINGWAY

Algunos consejos

Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.
La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve. Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".
Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.
Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...
A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.

MARY FLANNERY O'CONNOR


El arte del cuento
Siempre he oído decir que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles; y siempre he tratado de descubrir por qué la gente tiene tal impresión respecto de lo que considero una de las formas más naturales y básicas de la expresión humana.
Aún me inclino a pensar que la mayor parte de la gente posee una cierta capacidad innata para contar historias; capacidad que suele perderse, sin embargo, en el camino. Por supuesto, la capacidad de crear vida con palabras es esencialmente un don. Si uno lo posee desde el inicio, podrá desarrollarlo; pero si uno carece de él, mejor será que se dedique a otra cosa.
No obstante, he podido advertir que son las personas que carecen de tal don, las que, con mayor frecuencia, parecen poseídas por el demonio de escribir cuentos. Estoy segura que son ellas quienes escriben los libros y los artículos sobre "cómo se escribe un cuento".
Un cuento es una acción dramática completa, y en los buenos cuentos los personajes se muestran por medio de la acción, y la acción es controlada por medio de los personajes. Y como consecuencia de toda la experiencia presentada al lector se deriva el significado de la historia. Por mi parte prefiero decir que un cuento es un acontecimiento dramático que implica a una persona, en tanto comparte con nosotros una condición humana general, y en tanto se halla en una situación muy específica. Un cuento compromete, de un modo dramático, el misterio de la personalidad humana.
Para el escritor de ficciones, en el ojo se encuentra la vara con que ha de medirse cada cosa; y el ojo es un órgano que además de abarcar cuanto se puede ver del mundo, compromete con frecuencia nuestra personalidad entera. Involucra, por ejemplo, nuestra facultad de juzgar. Juzgar es un acto que tiene su origen en el acto de ver. En la escritura de ficción, salvo en muy contadas ocasiones, el trabajo no consiste en decir cosas, sino en mostrarlas.
Un buen cuento no puede ser reducido, sólo puede ser expandido. Un cuento es bueno cuando ustedes pueden seguir viendo más y más cosas en él, y cuando, pese a todo, sigue escapándose de uno.
En la mayoría de los buenos cuentos es la personalidad del personaje lo que crea la acción de la historia. En la mayoría de esos cuentos, siento que el escritor ha pensado en una acción y luego seleccionado un personaje para que la lleve a cabo. Usualmente, existen más probabilidades de llegar a un buen fin si se comienza de otra manera. Si se parte de un personaje real estamos en camino de que algo pase antes de empezar a escribir, no se necesita saber qué. En verdad, puede ser mejor que uno ignore lo que sucederá. Cada uno debe ser capaz de descubrir algo en el cuento que escriba.

HAIKUS DE NIEVE


HAIKUS DE NIEVE -2-

Cinta de nieve
a través de los montes.
Diciembre, plomo.

Pinos orantes.
Arbustos sarmentosos.
Brillo de cobre.

Brumas, neblina.
Humedad invasora.
Tarde tan triste.

Verdor con nieve.
Viejos chopos, desnudos.
Pradera helada.

Río crecido,
agua sucia, espumosa,
rumores broncos.

Mª Evelia San Juan Aguado
Oviedo, diciembre 2009

ROBERTO BOLAÑO


Como ya tengo 44 años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.

1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.

9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

11.Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.

12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

EN TIEMPOS DE CRISIS, CREATIVIDAD


En períodos de crisis económica como el que vivimos, los presupuestos públicos de la cultura tienen también que apretarse el cinturón. A nadie le gusta ver sus recursos disminuidos (el presupuesto de la BNE se verá recortado en un 10% el próximo año y nos retrocederá a 2005) pero soy de los que creen que las crisis deben ser abordadas como una oportunidad de gestionar mejor poniendo a prueba la creatividad, que tiende a aletargarse en tiempos de bonanza, y, de asegurar que nada fundamental se quede en la cuneta de la crisis. En mi opinión, la rentabilidad de la cultura no se puede medir sólo en términos de PIB estrictamente económico. ¿Cuál es el ingrediente fundamental del tan famoso I+D+i sino la creatividad, ese recurso natural tan bien repartido que es además renovable y no contamina? Soy una convencida de que el nuevo modelo de desarrollo en el siglo XXI será fruto de la creatividad, o no será.

En la era de la globalización todos los países compiten en todos los terrenos. También en el de las industrias culturales. La dificultad estriba en que no todos salen a la palestra compitiendo con las mismas armas. Es, pues, no sólo lógico sino deseable que los Estados apoyen a sus industrias culturales, con el fin de crear las condiciones que permitan a sus protagonistas desarrollar su musculatura creativa e intelectual, asegurando una vibrante diversidad cultural a nivel global. La pinza “globalización + tecnologías” debe encontrar respuesta en las políticas públicas de cultura. Hay una voluntad unánime de los Estados a favor de sus industrias culturales, que quedó expresada en la Convención sobre la Diversidad de los Contenidos Culturales (UNESCO, 2005). Tras 16 años de trabajar por esta causa desde la UNESCO, no ha dejado de sorprenderme que el público español no parezca ser consciente de esta necesidad y, en vez de apostar por nuestra literatura, nuestro cine, etc., es decir, por nuestro propio universo imaginario, parezca preferir los cantos de sirenas y hasta se escandalice de las ayudas públicas a la cultura. Claro está, es de vital importancia que la acción de apoyo estatal a las industrias culturales responda a una clara estrategia de inversión en las mismas y se desarrolle en un marco de total transparencia, ajeno a toda tentación de clientelismos. El apoyo de los Estados a la cultura debe tener la consideración de inversión y no de subvención. La inversión estimula porque incita al sector a asumir riesgos. Por el contrario, la subvención adormece y, a la larga, crea adicción.

MILAGROS DEL CORRAL (Directora de la Biblioteca Nacional)

(Fuente: El Mundo)


Esto es lo que me encanta de la lectura: en un libro encuentras un detalle diminuto que te interesa, y este detalle diminuto te lleva a otro libro, y algo en este te lleva a un tercer libro. Es matemáticamente progresivo; sin final a la vista, y sin ninguna otra razón que no sea por puro placer.

Me encanta ir a las librerías y conocer a los libreros. Realmente los libreros son una raza especial. Nadie en su sano juicio aceptaría trabajar de dependiente en una librería por el sueldo, y ningún propietario en sus cabales querría ser dueño de una, porque el margen de ganancias es demasiado bajo. Así que tiene que ser un amor a la lectura lo que les empuja a hacerlo, junto con ser los primeros en hojear las novedades.

Mary Ann Shaffer (Martinburg, Virginia Occidental. 1934-2008). Trabajó como editor, bibliotecaria y librera. Esta es su única novela

Annie Barrows (San Diego, California 1962). Editora, librera y bibliotecaria.

SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR, EDUARDO GALEANO



El mío ha sido un largo camino hacia el desnudamiento de la palabra: desde las primeras tentativas de escribir, cuando era jovencito en una prosa abigarrada, llena de palabras que hoy me dan vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo quisiera que fuera cada vez más claro, sencillo, y por lo tanto más complejo, porque la sencillez es la hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse.

Uno siente primero que el trabajo intelectual consiste en hacer complejo lo simple, y después uno descubre que el trabajo intelectual consiste en hacer simple lo complejo. Y un caso de simplificación no es una tarea de embobamiento, no se trata de simplificar para rebajar de nivel intelectual, ni para negar la complejidad de la vida y de la literatura como expresión de la vida. Por el contrario, se trata de lograr un lenguaje que sea capaz de transmitir electricidad de vida suprimiendo todo lo que no sea digno de existencia.
Para mí siempre ha sido fundamental la lección del maestro Juan Carlos Onetti, un gran escritor uruguayo muerto hace poco, que me guió los primeros pasos.

Siempre me decía: "Vos acordate aquello que decían los chinos (yo creo que los chinos no decían eso, pero el viejo se lo había inventado para darle prestigio a lo que decía); las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio". Entonces cuando escribo me voy preguntando: ¿estas palabras son mejores que el silencio?, ¿merecen existir realmente?
Hago una versión, dos o tres, quince, veinte versiones, cada vez más cortas, más apretadas: edición corregida y disminuida.

Inflación palabraria. El problema de la inflación monetaria en América Latina es muy grave, pero la inflación palabraria es tan grave como la monetaria o peor; hay un exceso de circulante atroz. Algunos países han tenido éxito en la lucha contra la inflación monetaria pero la inflación palabraria sigue ahí, tan campante. Lo que me gustaría, modestamente, es ayudar un poquito a esa lucha contra la inflación palabraria. O sea, poder ir desnudando el lenguaje. Es el resultado de un gran esfuerzo, y no concluido, porque nace cada vez: a mí me cuesta escribir ahora tanto como cuando tenía 15 ó 16 años y lloraba ante la hoja de papel en blanco porque no podía.

¿Función social? La literatura tiene siempre una función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una función social, porque se publica para otros. Si no, es bastante simple: yo escribo en un sobre y lo mando a mi propia casa, pongo "Cartas de amor a mí mismo" y me emociono al recibirlas. Pero es un círculo masturbatorio (no quiero hablar mal de la masturbación, tiene sus ventajas, pero el amor es mejor porque se conoce gente, como decía el viejo chiste).

Es imposible imaginar una literatura que no cumpla una función social. A veces la cumple, y es jodido, en un sentido adormecedor, a veces es una literatura del fatalismo, de la resignación, que te invita a aceptar la realidad en lugar de cambiarla, pero a veces es una literatura reveladora, reveladora de las mil y una caras escondidas de una realidad que es siempre más deslumbrante de lo que uno suponía. Por otro lado me parece que lo de la literatura social es una redundancia porque toda literatura es social. Muchas veces una buena novela de amor es más reveladora y ayuda más a la gente a saber quién es, de dónde viene y a dónde puede llegar, que una mala novela de huelgas. No comparto el criterio de una literatura política que además, en general, es aburridísima.

SOBRE EL CUENTO, QUIM MONZÓ


En la escritura no debe haber juegos gratuitos. Es necesaria una exigencia en la elaboración de las palabras, en el detalle, en la tensión narrativa. La precisión es muy importante en el cuento. Montanelli decía que una novela son ochenta líneas de texto y tres metros cúbicos de aire. Yo quito esos tres metros cúbicos de aire que representan las digresiones, que dan pistas falsas y responden a las ganas de lucimiento del escritor. El escritor lo que debe hacer es explicar la historia y ya está. En el cuento si haces trampa se nota mucho.

Los finales de los relatos son especialmente importantes. Mientras que en las novelas no hace falta un final rotundo, en el relato los cabos sueltos deben estar atados porque si no, no es un cuento, es una narración. El cuento está a paso de un poema hay que cerrarlo bien todo. Otra cosa es que al hacerlo consigas un efecto sorpresa en el lector. Pero esto es algo que no sabes mientras escribes y que te hace disfrutar cuando llegas al final y descubres que has conseguido ese quiebro, esa sorpresa.

Quim Monzó (Barcelona 1952) escritor y traductor, está considerado uno de los mejores autores del panorama nacional e internacional. Autor de libros de relatos como: La magnitud de la tragedia, El porqué de las cosas, El mejor de los mundos, y Mil criterios entre otros.

(Fuente: Revista Mercurio)

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