Los más leídos en nuestras bibliotecas (2024)
Hace 5 días
Los primeros días, ventosos y desapacibles, no pusimos el pie en la playa. Subíamos hasta la atalaya y desde allí observábamos a las mujeres que faenaban en la ría metidas en agua hasta la cintura: mariposas negras clavadas en la extensión dorada del arsenal que la bajamar descubría. Mi madre las miraba sin verlas y después les dio la espalda. Dimos dos o tres pasos por el borde de la ensenada hasta quedar frente al cargadero de Ribadeo: grandes barcazas descargando el carbón traído de las minas y luego deslizándose ría adentro hasta alcanzar los embarcaderos de las serrerías de Vegadeo, de donde regresarían con las bodegas repletas de troncos de castaños, pinos y robles. Yo miraba de soslayo a mamá para auscultar su viaje inmóvil. Fiel y fugitiva, la veía varada en el recuerdo de un amor detenido y al mismo tiempo la sentía partir hacia una travesía imprecisa. Entonces la cogía del brazo y con una suave presión la arrancaba de allí, de la atalaya y de ese otro lugar desconocido hacia donde ella se fugaba, sola.
Etiquetas: DE LIBROS Y ESCRITORES
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Ese pasaje es uno de mis preferidos. Celebro que lo hayas seleccionado. Con gratitud fraternal, Ana
Ana Rodríguez Fischer dijo...
2 de febrero de 2013, 20:12