Montero Glez, una de las voces más personales y rompedoras de la narrativa española actual,
demuestra en esta selección de relatos su capacidad para la prosa cruda, los
personajes marginales y el uso inteligente de las tramas.
Polvo en los labios Montero Glez, Lengua de Trapo
FUE VERLO ENTRAR Y EMPEZARON con las señales de una esquina a otra de la barra.
Traía en la mirada la timidez del principiante, el escalofrío del que está a
punto de descubrir el sabor de la primera carne.
La rubia, que se hacía llamar Caty, saltó la primera,
provocándole con una de sus manos, cerca del bulto. Con la otra sostenía el
cigarrillo.
—¿Qué de estreno?
Él se fijó en la boquilla manchada por el carmín, en las
uñas postizas, en los disparos de humo directos hacia la luz de color. Estuvo a
punto de decir algo, pero el nudo en el gaznate le impidió articular palabra.
Es cuando la mano de Caty se precipita a la cremallera, con viejo oficio, y
pone los ojos en blanco, parpadeando, dado a entender a las demás lo que el
joven cargaba.
—¿Cuántos años tienes, guapo, ¿—le vino desde atrás aquella
a la que llamaban Carla; pelo de mechas, ojos y labios recién pintados igual a
una vampira del cine de terror, pero con con medias de rejilla y un abrigo de
pieles, a la manera de capa. Viene dispuesta a chuparle. Pero el joven hace un
aspaviento, manifestando que poco o nada quiere de ella. Ni de ninguna. Es
cuando se recompone, toma aire, va y suelta:
—Me llamo Pedro y vine aquí a conocer a mi madre, pues me
dijeron que aquí trabajaba.
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