Conjeturas y esperanza (Antología 1988-2008), John Burnside. Edición al cuidado de Jordi Doce. Editorial Pre-Textos.
Por Fernando Menéndez
Es la poesía de John Burnside (Dumferline, Escocia, 1955) una
poesía que busca los intersticios del mundo; que nunca se completa del todo
porque vive del tránsito, de la aparición de una penúltima mirada. En el
prólogo a esta antología, Jordi Doce, su responsable y traductor, señala con
nitidez los lugares de Burnside: “las afueras y barrios residenciales de las
ciudades de provincia, el anillo suburbano donde asfalto y naturaleza se
mezclan o entreveran creando bolsas de quietud y abandono.” Lugares, al fin, en
tierra de nadie; lugares que, ocupados por la corporeidad de un poema, se
reconstruyen como paisajes a partir de la imaginación del poeta y se pueblan de
pequeñas comunidades que permiten a Burnside expresarse como la parte de un
todo: con criterio para distinguir su voz pero diluyéndose complacido entre
paseantes, pescadores, ancianos, niños, perros… Ese sentido de comunidad se hace
patente en la abundancia de poemas enunciados desde la primera persona del
plural: ya el texto que abre la antología, perteneciente al libro “La anilla”
(1988) va coronado por el evidente título de “Nosotros”: “Así debiera ser: / la
calle azul, el carro de la leche, / olor a tinta y grano. // Nada conforta al
ojo / como las vallas y los muros / salpicados de lluvia verde // o crestados
de nieve, en / el alba que rezuma. / Nada nos calma tanto / como los setos y
las puertas, // la sensación de ser / cuartos secretos / al fondo de la casa
única, / dedicados al tiempo y al espacio.”
Como pórtico, vestíbulo, “Nosotros” resume tal vez las
características de una obra que se desarrolla profusamente a lo largo de la
antología: “al fondo de la casa única, / dedicados al tiempo y el espacio.” Si
Jordi Doce nos describe el hábitat de la poesía de Burnside; con respecto al
tiempo, es el propio autor escocés quien se explaya en conversación con el
poeta polaco Adam Zagajewsky, conducida por Doce y celebrada en la Residencia
de Estudiantes de Madrid. La inclusión de este coloquio, a modo de epílogo en
“Conjeturas y esperanza” supone un gran acierto.
Burnside y su percepción del tiempo poético: “diré que el poema
lírico tiene mucho que ver con salir del tiempo medido en el que normalmente
vivimos, el tiempo lineal del reloj (…) Así que el poema lírico es un viaje, o
el final de un viaje por el que entramos en otra noción del tiempo, otra manera
de vivirlo. Puede que también sea una llegada a otro mundo. Me interesa ese
otro mundo y trata de transmitir la idea de que está aquí todo él pero no lo
vemos, no somos conscientes de él.”
Un mundo secreto revelado por el poema. La antología aquí
presentada se puede desplegar como un mapa de ese mundo. Interpretar su
cartografía. Localizar sus colinas y hondonadas; sus zonas boscosas; sus
páramos, sus líneas costeras y sus abruptas montañas. Un mundo que, lejos de
mantenerse estático, surge para fluir al paso de Burnside. En opinión de Jordi
Doce: “el poeta escocés percibe ese mundo como un continuo inmenso que sucede,
a todos los efectos, en un yo abierto, no acotado, que discurre – que fluye
mientras piensa – tan dentro como fuera.”
Tal actitud se confirma en un ritmo poético fluido, sencillo, con
la naturalidad del que camina o piensa. Poemas que discurren morosos pero sin
interrupciones, como una corriente que desciende lenta, sin pausa. Hasta su
expresión formal va adaptándose al enunciado de unos versos que se disponen
como peldaños con sus correspondientes descansos. En la poesía de Burnside,
cuanto más se avanza por su antología, más patente se hace el deseo de que el
lector aminore el paso, se tome su tiempo. Abundan ejemplos, como el magnífico
poema “Sobre un tema de Lucrecio”, dividido en cuatro partes y que suma todas
las virtudes y características apuntadas en esta reseña.
“Conjeturas y esperanza” es una generosa presentación ante los
lectores españoles de un poeta que, una vez leído, se hace imprescindible,
necesario. En dicha impresión, en la asunción de que Burnside es una de las
voces poéticas más importantes de la actualidad, tiene Jordi Doce una
responsabilidad decisiva: desde su encuentro con la obra del escocés allá por
1993, no ha cejado en su empeño de leer, traducir y difundir al autor de “El
baile del manicomio”(2001).
Casi veinte años después, no cabe duda de que la espera ha
merecida la pena. El resultado es esta magnífica antología publicada por
Pre-Textos.
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