Hace unas semanas estuvo en Oviedo Luis Goytisolo. El escritor impartió una conferencia bajo el título de Novela y novelista. El acto estuvo organizado por Tribuna Ciudadana y presentado por Fernando Menéndez. A continuación aparece el texto completo de la presentación.
Luis Goytisolo: novela y novelista
Así que aquí estoy (…) / tratando de aprender a usar palabras, y
cada intento / es un arranque completamente nuevo, y un diferente tipo de
fracaso / porque uno ha aprendido sólo a prevalecer sobre las palabras / para
aquello que uno ya no tiene que decir, o el modo como uno ya no está dispuesto
a decirlo. Y así cada intento / es un nuevo comienzo, una incursión en lo
inarticulado con un desastroso equipo siempre deteriorándose / en la confusión
general de la imprecisión del sentimiento, indisciplinadas escuadras de
emoción. (…) sólo hay lucha por recobrar lo que se ha perdido / y encontrado y vuelto y vuelto a perder; (…)
Pero quizás no hay ganancia no pérdida. / Para nosotros sólo está el intentar.
Lo demás no es asunto nuestro. (“Cuartetos”, T.S.Eliot)
Tal vez, con la presencia hoy entre nosotros de un escritor de la
talla de Luis Goytisolo: y más aún si pensamos en el título de la que será su
intervención: “Novela y novelista”, podemos albergar alguna esperanza sobre la
resolución de ese debate que a menudo se asoma en los foros públicos sobre la
posible pérdida de trascendencia de la novela en los tiempos que corren. Una
marea creciente que no duda en afirmar que la relevancia narrativa empieza a
recaer en la ficción de una nómina de series televisivas que, al calor de
crítica y espectadores, se erigen como las nuevas moduladoras de la realidad
circundante. Tras este ensalzamiento de la “novela filmada” se oculta (o se
descara más bien) la crítica a una novela escrita que, al parecer, ha perdido
el interés por plantear a la sociedad en la que sobrevive preguntas indiscretas
y perdido también el interés en revisarse a sí misma como género. Pero un
diagnóstico que emplazara a la novela al mero ámbito del espectáculo y el entretenimiento,
obviaría de manera grave la tarea de autores como el que hoy tengo el honor y
placer de presentarles. Recordaba hace apenas una semana el crítico de ABC
Cultural, Pozuelo Yvancos, al hilo de su reseña de “El lago en las pupilas”,
última novela publicada hasta ahora por Luis Goytisolo en Siruela, lo
reconfortante que resultaba para un lector la inquietud que aún le empuja a
estas alturas de su trayectoria por realizar una búsqueda en cada título
escrito. Y es que la biografía literaria de Luis Goytisolo puede verse como la
biografía de un escritor que busca la incomodidad, es decir, que plantea al
género que practica las suficientes preguntas inesperadas, siempre desde la
confianza en que es el estilo, como así emana de Proust, lo que convierte a la
novela en un mundo que no ilustra la realidad sino que se conforma en realidad
autónoma, emparentándose así con la naturaleza también independiente de la
poesía y no con el fácil trampantojo de tildar como poética aquella novela
excesivamente retórica o dulcemente lírica.
Volviendo al crítico Pozuelo Yvancos, en su opinión, la inquietud
por la búsqueda hace de la trayectoria de Luis Goytisolo una trayectoria
sólida, felizmente errática por ser imprevisible. Pero toda errancia tiene sus
sentidos orientados; sus encrucijadas en las que el riesgo solidifica. Un
primer sentido orientado supone, según mi opinión, la primera novela de un
jovencísimo Luis Goytisolo, “Las afueras”, merecedora del I Primer Premio
Biblioteca Breve. La novela, si bien no fue mal recibida por la crítica, se le
reprochó tal vez una gratuidad en su experimentación al mismo tiempo que,
paradójicamente, se elogiaban sus novedades estructurales. Modulada en
capítulos de los que algunos, previamente, tuvieron afortunada vida como relatos,
“Las afueras” confronta dos realidades cercanas pero alejadas de una gran urbe
como Barcelona. La de sus extrarradios con sus habitantes que física y
socialmente viven afuera y la de los burgueses y terratenientes que viven
dentro, por expresarlo así.
En palabras del profesor Fernando Valls, los capítulos / relatos
de “Las afueras” al verse reunidos conforman una novela de enriquecida
complejidad. La errancia, pues, asume su perfil desde el inicio, si por
errancia entendemos un camino reacio a la conformidad y a las soluciones
fáciles.
Desde 1958 (año de la concesión del Biblioteca Breve) transcurren
cinco años hasta 1962, año en el que comienza la escritura de su obra magna: la
tetralogía “Antagonía”. Proyecto que llevó a nuestro autor diecisiete años de
escritura. He aquí la segunda encrucijada o sentido orientado. “Antagonía” vive
este año en el que estamos una puesta al día en su vigencia por la decisión de
celebrar la editorial Anagrama sus quinientos números de la colección
Narrativas Hispánicas publicando la novela en un solo volumen prologada por
Ignacio Echevarría. Este acontecimiento, lo que hace, es subrayar la
capitalidad de un título clave para entender la obra de Luis Goytisolo y la
historia de la narrativa contemporánea en nuestro país. Escuchemos sino por un
momento a un ilustre lector como Claudio Guillén: Antagonía, en efecto,
aspira a ser una summa novelesca y lo consigue. Sus dimensiones, que en
resumidas cuentas se superponen, son varias y siempre amplias, es más,
panorámicas, abiertas a todo cuanto puede abarcar el narrador ficcional. Ese
narrador cultiva la exactitud y asimismo la abundancia, sin temor a la
profusión de detalles y hasta la prolijidad. La creación literaria puede dar
cabida lo mismo al afán de síntesis, que en este caso no se pierde nunca de
vista, que a la atención más paciente a la infinidad de cosas y objetos y
sucesos y personas y personillas que producen la prolijidad de lo real. Estamos
en Cataluña y en Barcelona durante los años del último franquismo y la inminencia
del régimen político siguiente. Una dimensión principal es la consciencia de la
Historia, propia de la mejor tradición de la novela europea, y especialmente
adecuada a las actividades clandestinas de los militantes antifranquistas que
aparecen en la novela.
Simultáneamente se va profundizando en una conciencia de la
sociedad, es decir, en el ejercicio del análisis sociológico, encarado con la
evolución de las clases, profesiones y grandes familias catalanas por aquellos
años. Barcelona es París, es Dublín, es Berlín, es el escenario de la novela de
la gran ciudad; pero cuidado, ni Cataluña ni el mundo se reducen a ella, y
junto a las escenas de la vida barcelonesa tenemos unas escenas de la vida
catalana y a ratos también española.
Si se me permite afirmarlo, la contradicción de asentarse en la
incomodidad, es la que marca el discurso literario de Luis Goytisolo sin obviar
ninguno de los desafíos planteados a un novelista que percibe el género como un
imponente interrogante o como un ámbito insular, con sus propias reglas y que
no necesita de ninguna instrumentalización externa. El lector que se a alguna
de las obras de nuestro autor debe ser consciente de esto último. Digamos que
es a éste al que le toca levantar la pared de un edificio en marcha (o, quién
sabe, tal vez derribarla). Uno no puede menos que pensar en alguno de los
principios de la estética de la recepción que aguardan la participación activa
del lector y no una mera contemplación.
Sin ir más lejos, la última novela publicada por Luis Goytisolo,
la ya citada “El lago en las pupilas” es un clarísimo ejemplo de lo que acabo
de decir. Narrada a través de una fragmentación de voces y con una alta
capacidad de sugestión; al lector que culmina su lectura (al menos al que
suscribe) le queda la sensación de que, una vez leída, queda pendiente otra
novela (la misma y distinta): la que ha de (re)construirse en mi cabeza.
En honor a la verdad, lo que yo he denominado de manera
reiterativa “errancia” o incomodidad ante las convenciones de un género, habrá
que definirlo como la transición del verbo “representar” al verbo
“interpretar”. La renuncia a la vieja (aún reincidente) intención realista de
representar, de imitar la realidad, para optar por la interpretación de dicha
realidad, cuya plasmación en términos literarios es la creación, no de un mundo
independiente y paralelo al mundo que conocemos, sino de un mundo independiente
y en muchas ocasiones perpendicular pues, no pocas veces, el mundo de ficción
interpela al mundo real y en esa interpelación y en el lenguaje utilizado se
ubica la única realidad válida para el novelista.
El barcelonés Luis Goytisolo es miembro de la Real Academia de la
Lengua desde 1994. Además de Biblioteca Breve, ha recibido el Premio Nacional
de Narrativa y el Premio de la Crítica. De sus obras publicadas me van a
permitir que cite y ponga el acento en aquellas que al lector que ahora les
habla mayor huella le han dejado: son los casos de “La paradoja del ave
migratoria” (1987), “Estatua con palomas” (1992), “Diario de 360º” (2000) o
“Placer licuante” (1997). Pero más allá de mis gustos particulares es de
justicia destacar obras como “Liberación” (2003), “Oído atento a los pájaros”
(2006) o “Cosas que pasan” (2009).
No me quiero olvidar de su labor como documentalista que dio lugar
a celebradas series documentales como “Indico.”
Querría finalizar mi intervención recurriendo de nuevo al
magisterio del profesor Claudio Guillén: (…) para Luis Goytisolo la novela
no puede reducirse a la convivencia del lector con unos pocos personajes representativos
o unos sucesos simbólicos. Ninguno de ellos es un signo suficiente ni
plenamente significativo por sí solo. Lo principal es su inserción en una
visión total, o su vinculación con un vasto conjunto, mediante una índole de
comprensión que se vive dinámicamente como ciclo sin comienzo ni fin precisos,
como aprendizaje de un futuro quizás más descifrable.
Fernando Menéndez
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