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Hace 5 días
Adolfo Suárez ya no recordaba el nombre del actual jefe del Estado Mayor del Ejercito ni el de los cuatro generales más gordos del escalafón que habían ido a la Zarzuela a pedir al rey que lo echará de la Moncloa antes de que florecieran los almendros; también había olvidado el gesto de aquel milico que se negó a cuadrarse y a darle la mano en un acto oficial. Esa desmemoria del nombre de los generales la compartía con la mayoría de los ciudadanos. España había cambiado, pero Suárez tampoco lo sabía. En medio del bosque lácteo él creía que el país seguía teniendo un olor a sardina en arenque envuelta en papel de estraza, aquella sardina que había que aplastar con el quicio de la puerta para separarle la piel. Creía que había todavía ciegos cantando los iguales en las esquinas, que los feriantes de ganado lucían un cinturón confeccionado con monedas de un real, que subsistía todavía un tiempo de plomo en que no había forma de hacer una foto en la calle sin que apareciera al fondo una monja, de uniforme, un caballero mutilado, un niño vendiendo barquillos, un abrecoches con gorra de plato o un guardia con el pitillo en la boca indicando la dirección a un extranjero que parecía un ser de otro planeta simplemente porque vestía colores claros. Adolfo Suárez ignoraba que la democracia y las proteínas habían hecho síntesis y la sociedad había mudado la piel.
Etiquetas: DE LIBROS Y ESCRITORES
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Asistí al encuentro y estuvo muy bien. He leído varias novelas de Vicent, entre ellas, 'El azar de la mujer rubia' y seguiré leyéndolo!
Saludos.
Manderly dijo...
13 de mayo de 2013, 17:23