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LA VIDA INTERIOR DE LAS PLANTAS DE INTERIOR; PATRICIO PRON

 
 
Recopilación de relatos en el que lo irreverente, lo dulce y lo descorazonado conviven entre sus páginas, teniendo un peso mayoritario sobre el conjunto los relatos sobre literatura, libros y el mundo de la creación literaria, definiendo éstos el tema central de La vida interior de las plantas de interior.
Henry David Thoreau afirmó alguna vez que en su cabaña del bosque de Walden tenía tres sillas: «una para la soledad, dos para la amistad, tres para la sociedad. Cuando inesperadamente venía un gran número de visitantes, sólo estaba la tercera silla para todos ellos, pero por lo general economizaban espacio quedándose de pie.»
No importa cuántas personas se queden de pie, los personajes de La vida interior de las plantas de interior sólo tienen una silla: una mujer que llora al ver la portada de una revista de decoración en un supermercado, un anciano encerrado en el baño de un avión que cree que se va a pique, el jurado de un concurso literario de provincias que por fin descubre al genial escritor que siempre ha estado buscando, un perro que aparece en cincuenta y cuatro pinturas de Pablo Picasso y odia a los comunistas, un albatros que vive en la gran Mancha de Basura del Atlántico, un caballo prehistórico que piensa en Empédocles de Agrigento, una joven que sólo come puré de patata deshidratado, un escritor que descubre las potencias de la ficción, una mujer en una lavandería en Bélgica que lee noticias de actrices porno muertas, dos aspirantes a escritores que giran en la nada y otro que vive bajo el gran escritor argentino vivo, un niño que se corta las piernas y el rostro con un cuchillo, dos amigos que les ponen caras a las nubes, una florista obsesionada con un viejo cliente suyo, un actor porno que huye de sí mismo. Todos ellos experimentan el bloqueo, pero también la liberación que promete este libro, a ellos y a sus lectores.
 
Me pregunté si el escritor argentino vivo no escribía principalmente para sí mismo porque eso era lo que lo  convertía en un escritor y no en cualquier otra cosa, por ejemplo en alguien que escribe o que repara coches o lleva a los niños al colegio, y me pregunté también cómo hacía el escritor argentino vivo para que la existencia de grandes libros escritos previamente por otros, libros tan jodidamente perfectos que yo jamás iba a poder escribirlos porque presuponían cosas como una buena educación primaria y no pasar hambre ni frío y no haber crecido lleno de terror, para que la existencia de esos libros, digo, no le impidiese escribir los suyos. Entonces pensé que tal vez el escritor viera esos libros y a sus autores como ejemplos a seguir y demostraciones palpables  de que la práctica incesante de la literatura  podía salvarla de sus propios errores  y de sus defectos y salvar  así también a su autor, y esa certeza más imaginaria que real  me acompañó y me acicateó y me hizo pensar que yo estaba  perdiendo el tiempo, dando vueltas en la cama en lugar de escribir, y de esa forma empecé a escribir  yo también de nuevo.

LA VIDA INTERIOR DE LAS PLANTAS DE INTERIOR, Patricio Pron, editorial Mondadori

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