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LOS INFINITOS


Todos nos lo pasábamos bien, salvo tres, Susan Sontag, Derek Walcott y Joseph Brodsky, que sólo hablaban entre ellos, discutiendo enfadados, defendiendo su ego. Los demás no podíamos dejar de mirarlos y reír», aseguró ayer Banville. 

Aquel día acabó ocultándose detrás de un pilar para no tener que encontrarse con ninguno de ellos. «Sí, son como grandes dioses, pero yo prefiero la figura del semidiós, tener lo mejor de los dos mundos», asegura. Los dioses griegos son precisamente los protagonistas de «Los infinitos», (Anagrama/Bromera), su nueva novela, una verdadera celebración del paganismo en la que mortales e inmortales se enfrentan en una lucha fratricida. «Los dioses son tan estúpidos y caprichosos como nosotros. Sin embargo, nos envidian por dos motivos: nosotros podemos morir y enamorarnos. Ellos no y eso les saca de quicio».

La historia comienza en la casa de campo de la familia Godley. El patriarca está en su lecho de muerte y sus hijos y familiares se acercan para pasar sus últimas horas con él. Entre medio, Zeus, Hermes y compañía harán de las suyas. «Los dioses todavía alucinan con la imaginación de los hombres. Con algo tan basto y simple como el deseo sexual han creado el amor. Eso es como si le dieses un palo y un pedazo de barro a un mono y te crease una catedral. Los dioses están más fascinados por los hombres que a la inversa». La novela es un enorme juego literario lleno de humor, referencias clásicas y giros inesperados. 
No hay plan detrás de la literatura. Escribir es como soñar, te vas sorprendiendo a ti mismo. Ya lo dijo Nietzsche, todos somos artistas cuando soñamos. El reto es hacer que el lector sienta el sueño como propio

(Artículo de Carlos Sala "John Banville desde el Olimpo")

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