Los aficionados al humor inglés somos una gran familia y, como tal, estamos atravesados por múltiples divisiones. Casi todos tenemos en un altar al gran patrón del género, P.G. Wodehouse (publicado en España en los años 40 y 50 por Josep Janés y recuperado en los últimos decenios por Anagrama). Wodehouse practica un humor infalible, blanco y suave, pero muy genuino y lleno de registros. Sobre sus antecesores y sucesores hay menos consenso. Entre los primeros se coloca siempre a Jerome K. Jerome. autor de Tres hombres en una barca, a quien el tiempo no le ha hecho favor. De los segundos el más consensuado probablemente es Tom Sharpe, para mi gusto demasiado vitriólico (el mejor humor inglés se basa en la observación social aguda y la ironía sutil, y en mi opinión pierde calidad cuando se precipita hacia la farsa). Jorge Herralde publicó en el 2009 una recomendable antología, en la que incluía, junto a Wodehouse y Sharpe, a otros autores de su sello como Evelyn Waugh, Roald Dahl, Alan Bennett, Julian Barnes, Douglas Adams o Nick Hornby. Quedaron fuera firmas notables como la de Dodie Smith, autora de 101 dálmatas y El castillo embrujado, auténtica plasmación de lo british.La última reencarnación del humor inglés llega el próximo día 17 de octubre de la mano de Roca editorial bajo el título de Once vidas. El autor, Mark Watson (Bristol, 1980) es también un conocido cómico teatral y televisivo, un tipo polifacético, en la línea de Hugh Laurie y Stephen Fry (y de Woody Allen). Once vidas arranca con la tertulia nocturna de un locutor en boga, Xavier Ireland. Un maestro deprimido le llama para comentar una vez más sus fracasos sentimentales, mientras el copresentador Murray mete baza de cuando en cuando y, fuera, las calles londinenses se van cubriendo de nieve. De vuelta a casa, testigo de una riña escolar, Xavier no se ve capaz de detener a los matones que pegan una paliza a Frankie, cuya madre, Jacqueline Castairs, crítica gastronómica, vuelca su mal humor en una dura reseña sobre el restaurante de Andrew Ryan, quien a su vez se desquita despidiendo a uno de sus camareros. Se trata del obeso Julius, que de este modo se queda sin dinero para pagarse el gimnasio, por lo que roba una blackberry al agente inmobiliario Ollie, quien con su nuevo móvil envía por error un mensaje insultante a su jefe Roger, que clava una buena bronca a la adjunta Maggie, la cual explica ciertos chismes a su amiga la periodista Stracey Collins, lo que tiene un efecto inmediato en la vida del barman Alessandro...
En suma, una concatenación de hechos imprevistos trastorna las vidas de una cadena de personajes que se relacionan siguiendo el modelo de La ronda. de Schnitzler. Y el resultado es un ameno retrato del Londres contemporáneo, divertido y a la vez compasivo con las miserias de los personajes que retrata, equilibrio muy difícil de conseguir y propio de los mejores. Bienvenido a la primera línea del humor inglés, Mr. Watson.
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