El viernes murió una de las mejores personas del mundo. Era también uno de los mejores escritores que yo conozco, pero eso ahora no es tan importante. De hecho, durante años, Félix Romeo, el autor de Dibujos animados y Discotèque, aseguraba que no volvería a escribir jamás una novela. Mentía, claro. Publicó Amarillo en la editorial Plot, con Jonás Trueba, que era uno de sus grandes amigos. Amarillo era un libro hermosísimo y sincero, excelentemente escrito por uno de los hombres más generosos que yo haya conocido jamás.
Muchos de los que tuvimos la fortuna de trabajar con él, de conversar con él, de discutir con él, acabamos escribiendo gracias a él. Félix Romeo era la persona más buena del mundo y el escritor que más ha hecho por la literatura en este país en los últimos 15 años. ¿Estás escribiendo? o ¡escribe eso! son las frases que más veces le he escuchado pronunciar, y se las decía a todo el mundo. Para él, cualquiera que tuviera algo que contar debía de hacerlo. Y jamás dejaba un resquicio para que te entrara la duda de si lo harías más o menos bien. Él solo era mejor que cualquier profesor, mejor que cualquier escuela de escritura creativa, mejor que cualquier fecha límite de cualquier editor.
Decir que la literatura era su vida es no haber entendido que él era la literatura, pero no como un personaje que crea leyenda tras su (espantosa, increíble, inesperadamente absurda) muerte, sino como un estigma. Lo leía todo, lo sabía todo, lo entendía todo. Encontraba tiempo para todos y eso que su lista de amigos es interminable, empezando por el escritor y editor Chusé Raúl Usón, continuando por la familia Trueba, pasando por Luis Alegre, Beatriz Pécker, Ismael Grasa, Antón Castro y Aloma Rodríguez o Daniel Gascón... Hasta el infinito y más allá.
Félix Romeo quería bien y se dejaba querer. Disfrutaba de sus amigos y del amor de Lina y de Zaragoza, ciudad de la que se sabía hasta el mínimo detalle. Lo disfrutaba todo y hacía que cualquiera que estuviera cerca lo disfrutara también. Y escribía. Sobre lo que le gustaba y lo que no. Escribía, claro, sobre literatura, pero también podía hacerlo magníficamente sobre cualquier cosa: cómics, cine, música, temas que durante años nos enseñó a apreciar y a entender: primero en la ya legendaria revista cultural de La 2 que él puso en marcha, La mandrágora, y luego en RNE y en Radio 3, donde le escuchábamos hablar de libros hasta el miércoles pasado. Era verdaderamente prolífico: artículos, reseñas, recomendaciones... Nunca decía que no. Y en todos sus textos, en todas sus intervenciones, aparecía su arrollador talento, su genio, su delicada manera de entender el alma humana y de no juzgarla. A Félix Romeo le ha podido su inmenso corazón y nos deja a todos con el nuestro hecho añicos.
Lara López es directora de Radio 3.
El País (9/10/2011)
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