Al mundo del libro le pasa aquello de Galileo: lo digital está aún por estallar, sí, pero moverse, se mueve. La prueba la dio ayer la inauguración oficial de la Feria de Fráncfort. Por vez primera en su historia, el mayor evento del sector lleva un lema bajo su logotipo. Y nada baladí: "Repensar. Renovar". Acaso sea porque en su gran cita los editores europeos parecen decididos a dejar de temer el cambio (la llegada del libro digital) para desearlo. Y, por qué no, sacarle el mismo partido que sus colegas estadounidenses.
"No hay que hablar de otros formatos sino de otra era", sostiene el director
A la cita acuden 7.384 expositores, apenas 150 menos que el año pasado
El motor sigue siendo lo electrónico: el 41% de los exhibidores acude a la cita incluyendo productos digitales en su cartera y un 43% admite estar preparando ya nuevos servicios. La búsqueda del Santo Grial del libro digital mantiene la feria viva. Pero se detecta otro peligro, tan inquietante como la piratería electrónica (que alcanza un 60% de las descargas de libros en Alemania): la brecha digital en relación con EE UU se agranda. Ni en un país tan avanzado en los asuntos lectores como este se acortan las distancias. Los expertos reunidos en Fráncfort hablaban ayer de al menos tres años para alcanzar en Europa y Sudamérica una eclosión similar a la estadounidense: allí, la penetración del libro digital se mueve ya entre el 15 y el 20% del mercado.
Las ganancias en libros electrónicos fueron el pasado marzo un 146% superiores al mismo mes del 2010, según una filtración de la Asociación Norteamericana de Editores. No es ajena a todo ello la labor del Kindle de Amazon y sus soportes cada vez más baratos, que han provocado que las ventas de e-books hayan superado en el gran bazar a las de papel tanto en ediciones baratas como en tapa dura. En Alemania, según datos de Gottfried Honnefelder, "poco más de un 1%" del total de libros se vende en formato digital. Un porcentaje del que sería muy culpable la escasa diferencia de precio entre la edición electrónica y uno en papel (apenas un 15% más barato de media el primero). Estas cifras son muy similares a las del mercado español.
"El contenedor del libro se ha roto totalmente. Ya ni siquiera podemos hablar de diferentes formatos sino de una nueva era de la edición. No tenemos otra opción que cambiar; lo hacen hasta nuestros hijos: el libro debe formar parte de la cadena interactiva multimedia de la que esta feria ha de ser plataforma, ya todo existe simultáneamente", señalaba ayer Juergen Boos, director de la feria. Pero lo decía tranquilo, quizá con las cifras de la feria en la cabeza. Si no fuera por los puestos de los grandes grupos, menos espectaculares y ampulosos y que ayer aún se montaban, casi no se nota la crisis: hay 7.384 expositores, apenas 150 menos que el año pasado y la mayor parte se debe a la ausencia de editores alemanes. No les está yendo muy bien el curso: las ventas han descendido casi un 3%, "pero las perspectivas son positivas, como las del resto de la economía".
Tampoco se recuerdan aquí tantos eventos dedicados al mundo digital. Muchos de ellos tendrán lugar en un nuevo ámbito llamado Story Drive, donde expertos de campos tan -en principio- distantes como el cine, los juegos, los libros y la música discutirán los escenarios ya inminentes del futuro de la industria de los mass media. Que el productor de los ocho filmes de Harry Potter, David Heyman, o el de la HBO, la cadena televisiva reina de las series, Peter Friedlander, sean algunos del medio centenar de invitados lo dice casi todo. Allí tendrán lugar algunos de los 500 eventos (de los 3.200 programados de todo tipo) que hasta el domingo se destinarán en la feria a temas digitales. Hace solo dos años, en 2009, los actos de ese ámbito eran casi inexistentes.
El pabellón del país invitado de honor, Islandia, parecía felizmente ajeno a todo ello. En el que sin duda es uno de los más bellos de las últimas ediciones casi no hay libros. Prescindiendo de plúmbeas explicaciones históricas, se muestra lo genuinamente islandés: bella tierra y grandes lectores, con Reikiavik declarada ciudad literaria por la Unesco y un país con una media por persona de ocho libros leídos al año, unas 170 editoriales y 2,5 millones de ejemplares vendidos al año para apenas 320.00 habitantes.
Una docena de pantallas muestran espectaculares parajes islandeses en las que, en particular trampantojo, se integran libros, ya sean volando como pájaros o transformándose en saltos de agua. Y también imágenes fijas de lectores anónimos frente a sus pobladísimas bibliotecas y que lentamente cobran vida y recitan a los autores islandeses que leen (39 de ellos presentes estos días). Viejos comedores y estanterías de madera con muestras de su literatura envolviendo a cómodos sillones cierran el espacio. Tanta calidez y beatitud provocan en el visitante unas irreprimibles ganas de sentarse, acurrucarse y leer un libro. En papel o de los otros, no importa.
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CARLES GELI (ENVIADO ESPECIAL) - Fráncfort - 12/10/2011 El País.com)
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