Decía Enrique Vila- Matas el 18 de octubre de 2011
en su columna “Café Perec” del diario El País:
“La semana pasada, en plena Via Po de Turín, Colum
McCann, plantado literalmente en medio de la calle, me habló de una novela que
había regalado ya unas 100 veces. ¡Unas cien veces! La novela, dijo, era Stoner,
de John Williams. Como, además de gran escritor, McCann siempre ha sido un
lector que tiene un gusto ajeno al tedio de lo comúnmente aceptado en novela,
me dije que en cuanto llegara a Barcelona trataría de buscar ese libro.
En el avión de vuelta, hojeando distraídamente una
revista francesa, encontré con la lógica sorpresa una reseña de Bernard Quiriny
sobre Stoner, de John Williams: la novela había sido escrita en 1965 e
ignorada durante décadas, pero de pronto reavivada por la canonizante editorial
de la New York Review of Books y publicada después en París en la
editorial Le Dilettante. Leyendo aquella nota de Quiriny, creí recordar una
reseña muy elogiosa de Rodrigo Fresán sobre el libro y pensé que ojalá no me
equivocara porque esto significaría que el libro de Williams había sido
traducido al castellano. Lo estaba, lo confirmé en Internet en cuanto llegué a
casa. Stoner no había sido percibida por ninguna de las casas
editoriales importantes de este país y con buena vista la había publicado la
editorial tinerfeña Baile del Sol, con una excelente traducción de Antonio Díez
Fernández.
La novela cuenta la historia de William Stoner,
hijo de unos campesinos de Misuri, nacido a finales del XIX y enviado con gran
esfuerzo por sus padres a la universidad para que estudie en la Facultad de
Agricultura, donde un día, un profesor que está iniciando a sus alumnos en las
virtudes de la literatura, se dirige directamente a él en clase para decirle:
"El señor Shakespeare le habla a través de 300 años, señor Stoner, ¿le
escucha?".
Stoner es un libro que nunca terminas porque cuando
acabas con la última página sus letras corren por las venas del lector y sus
líneas quedan incorporadas para siempre a nuestro tejido cognitivo. Es pura
poesía. Para seguir con Vila- Matas en su libro "Perder teorías" dice que hay cinco
rasgos esenciales e irrenunciables para la novela futura que quisiera sentirse
perteneciente al nuevo siglo:
.-La "intertextualidad"
.- Las conexiones con la alta poesía
.- La escritura vista como un reloj que avanza
.- La victoria del estilo sobre la trama
.- La conciencia de un paisaje moral ruinoso
Stoner los reúne todos y como se ha mencionado
anteriormente fue escrita en 1965.
Es fascinante también que sea en el fondo un elogio tanto de la rectitud
moral como de la cultura del esfuerzo y del amor por la vieja literatura, con
el patetismo que encierra todo eso. Y porque, a fin de cuentas, en plena crisis
mundial, sorprende leer una oda tan intensa a los viejos valores morales
heredados de una infancia hundida en las raíces agrícolas del Misuri más
profundo y miserable, el más conmovedor también, porque es el que dice mejor la
verdad sobre la vida.
John Wiliams (1922-1994) nació y se crio en el
noroeste de Texas. Después de desempeñar varios empleos en periódicos y
estaciones de radio, Williams se enroló en el ejercito en 1942. Varios años
después de la segunda guerra mundial fue a la Universidad de Denver, donde
obtuvo la licenciatura en 1949. En 1950 fue a la Universidad de Misuri donde
ejerció como profesor y en 1954 obtuvo
el doctorado.
“Los ojos de Sloane regresaron a William Stoner y
sijo secamente; “El señor Shakespeare le habla a través de trescientos años
señor Stoner, ¿le escucha?”.
William Stoner se dio cuenta de que por unos
instantes había estado conteniendo el aliento. Lo expulsó suavemente, siendo entonces
consciente de la ropa moviéndose sobre el cuerpo mientras el aliento le salía
de los pulmones. Desvió la vista de Sloane hacia otro punto de la sala. La luz
penetraba por las ventanas y se posaba sobre los rostros de sus compañeros de
manera que la iluminación parecía venir de dentro de ellos mismos para salir
hacia la oscuridad; Un alumno pestañeó y una sombra delgada cayó sobre una
mejilla cuya parte inferior había recogido la luz del sol. (…) Pensó que podía
sentir la sangre fluir invisible a través de sus diminutas venas y arterias,
pulsando delicada y precariamente desde las yemas de los dedos a través de sus
cuerpo”
STONER de John Williams, traducción de Antonio Díez
Fernández. Editorial Baile del Sol
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