Juan Carlos Mestre logra el Premio Nacional de Poesía
El autor, también un destacado grabador, recibirá 20.000 euros por su obra 'La casa roja”
El poeta Juan Carlos Mestre ha sido galardonado hoy, por su obra La casa roja, con el Premio Nacional de Poesía, que concede el Ministerio de Cultura. Este galardón está dotado con 20.000 euros. Mestre, poeta y artista visual, se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona y es autor de los poemarios Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonais, 1985), Las páginas del fuego (1987), La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) y La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999), libro este último escrito durante su estancia como becario de la Academia de España en Roma. Su obra poética entre 1982 y 2007 ha sido recogida en la antología Las estrellas para quien las trabaja (2007).
Mestre ha realizado las antologías sobre la obra poética de Rafael Pérez Estrada, La palabra destino (2001), y La visión comunicable (2001), de Rosamel del Valle, además de la edición comentada de la novela de Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre (2004); asimismo, es autor de El universo está en la noche (2006), libro de versiones sobre mitos y leyendas mesoamericanas.
De su diálogo con la obra de otros artistas y poetas el autor, que en el ámbito de las artes plásticas ha expuesto su obra gráfica y pictórica en galerías de España, EEUU, Europa y Latinoamérica, ha publicado libros como Piedra de Alma, con José María Parreño; Crónica de amor de una muchacha albina, con Rafael Pérez Estrada; Emboscados, con Amancio Prada; Bestiario apócrifo, con Álvaro Delgado (2000), Enea y los gatos, con Javier Fernández de Molina (2002); El Adepto, con Bruno Ceccobelli (2005), Arde la oscuridad, con Alfredo Erias (2007); y Los sepulcros de Cronos, con el escultor Evaristo Bellotti (2007).
Asimismo, Mestre ha editado numerosos libros de artista, como el Cuaderno de Roma (2005), versión gráfica de La tumba de Keats, y ha acompañado con sus grabados poemas de Antonio Gamoneda, Diego Valverde, Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, Gonzalo Rojas o Jorge Riechmann. Su colaboración con otros creadores y músicos como Amancio Prada, Luis Delgado o José Zárate, ha sido recogida en varias grabaciones discográficas.
El jurado, presidido por Rogelio Blanco, Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas, estuvo constituido por Darío Xohan Cabana Yáñez (Real Academia Gallega); Sebastián García (Real Academia de la Lengua Vasca); Alexandre Susanna i Nadal "Alex Susanna" (Instituto de Estudios Catalanes); José Carlos Quiroga (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas); Dionisia García Sánchez (Asociación Colegial de Escritores); Teresa Sanz Tejero (Federación de Asociaciones de Periodistas de España); Elena Medel Navarro (designada por la ministra de Cultura) y los dos últimos autores galardonados: Joan Margarit i Consarnau y Olvido García Valdés.
LA CASA ROJA
Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja. Una casa donde los cardenales negros sacrifican papagayos a la voz del diluvio. El diluvio tiene las barbas blancas como el sauce de la jurisprudencia un domingo de bodas. Los predicadores aman la tempestad y golpean con sus Biblias de nácar la erección de los guardiamarinas. Las familias beben alcohol, se santiguan, recolectan insectos. El niño de la lámina se masturba plácidamente con la transparencia. La rosa de Jericó huele a vainilla. Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja. Una casa cuya ilusión está llena de peces, el pez de San Pedro, la conciencia del delfín encerrada en el aro de la bahía desierta. Lorenzo de Médicis tenía una casa roja, las maniquís de Bizancio tenían una casa roja. Mi corazón es una casa roja con escamas de vidrio, mi corazón es la caseta de los bañistas cuya eternidad es breve como columna de lágrimas. El minotauro hace rodar sus ojos por el acantilado de las estrellas, la herida del anochecer hace su nido en la arena. Yo hablo con alas, yo hablo con humo de lo ardido y lava de diamante. La geometría bebe veneno, en el canto de los pájaros suena la armonía del baile de los muertos. En la casa roja hay una mesa blanca, en la mesa blanca hay una caja de plata con la nada del sábado. La intemperie gime contra los muros, la tristeza gime contra los mármoles. El profeta tuvo una casa de papiro a la orilla del lago, la muchacha del ghetto vivió en la casa de las preguntas. Mi mano izquierda luce un anillo de agua, en el camafeo de la supersticiosa brilla el mercurio de la temperatura. Lo que canto es lumbre, caballos lo que canto contra la aritmética y los números. Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja, una casa bajo el índice del cielo y el negro nenúfar de la amante devota. El muchacho con ojos de ebonita ama la enfermedad y el rubí de los reyes. Las mujeres hermosas sueñan con acuarelas, sueñan con garzas y volúmenes y súbitos prodigios sobre las alfombras de lana. Yo vivo extraviado entre dos rosas de sangre, la que tiñe la calamidad de impaciente belleza, la que tiñe la aurora con su astro eucarístico. Mi voluntad tiene la cólera del orfebre, mi capricho tiene el óxido de una frente de hierro. Nadie cruza los bosques malignos, nadie sobre la yerba de la muerte escucha el desconsolado discurso de las ceremonias asiduas. Yo veo el arco iris, yo veo la patria de los músicos y el olivo de los evangelios. Mi casa es una casa roja bajo la fibra de un rayo, mi casa es la visión y la beldad de una isla. Aquí cabe la gala del mandarín y la escrupulosa usura de las edades antiguas. Esta casa mira al norte hacia las lagunas de helechos, esta casa mira al sudeste azotada por el aliento de los que piden limosna.
(Fotografía: Salustiano, Sinfonía en rojo)
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