Equilibrios
Por fin me había hecho un hueco en aquel mundo.
Los comienzos no fueron nada fáciles. Una y otra tentativa frustrada habían dado conmigo en aquel exacto punto.
Amaba profundamente a los animales; el lenguaje con ellos era siempre más sencillo que con las personas. Una simple mirada bastaba para entendernos y saber comprender lo que esperaba de ellos. El cariño que recibía por el agradecimiento a su esfuerzo era la mayor recompensa.
Mi turno finalizaba. Siete caniches a dos patas se despedían seguidos de múltiples aplausos.
Rosell tomaba la cuerda entre sus manos trepando en un instante a lo más alto. Su cuerpo se balanceaba peligrosamente sujeto por las rodillas; luego los pies lo sustentaban oscilando como un péndulo en el aire. Era el momento de la pértiga. Redobles de tambor acompañados de un mudo silencio seguían a aquel tanteo en el alambre, en cada paso, como acariciándolo, suplicando su protección.
Tras la lona y por una pequeña rendija, observaba el más difícil todavía. Equilibrios con la bicicleta.
Me retiré hacia atrás. El peso del tejido impidió toda visión.
Un ¡Uy! Me hizo estremecer y pensar que como ayer, como siempre, todo estaba en el aire.
Tere Fuertes Fernández
Etiquetas: NUESTRAS VOCES
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