A veces pienso que, si escribo algo que se parece a un diario, y lo hago a mano, y no en la pantalla del ordenador, es nada más que para poder utilizar los cuadernos y plumas que compro. (…) Llenar, utilizando la estilográfica, las páginas de un cuaderno, de noche, tarde, en el silencio de mi casa, habitante exclusivo del mundo, me aporta un tipo de sentimientos de esos que ponemos en el campo semántico de la felicidad, a pesar de que dicha escritura resulté más bien poco provechosa. En primer lugar, porque soy de los que para ajustar una frase coherente necesito escribirla diez o doce veces (qué difícil es el viaje de la cabeza al papel, lo dijo Kafka), borrar, romper, reintentar: o sea que estos cuadernitos expresan algo más parecido al vagido de un niño que a lo que entendemos por un texto.
(…) La autocompasión, el pavor ante la página en blanco, parecen sentimientos poco pudorosos para sacarlos del ámbito de la estricta intimidad. El lector puede decirte que, si esos son los mimbres con los que haces tus cestos, por qué no cambias de profesión. Si no puedes poner una frase detrás de otra, ¿por qué no pruebas con los tornillos, o con los cables?
Rafael Chirbes Textos ventaneros, Diario de Eñe 2009
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