MERODEOS (1)
Trace un plano de la ciudad
o diseñe un jardín donde ahora solo hay
basura que se cuece al sol, veo siempre un afuera
merodeando, y a él me remito;
a él me someto voluntariamente sin temor a la absorción.
Si acaso, temo ser tan permeable que no pueda recuperar luego
los jirones deshilachados de mi persona, puestos a secar
tras ser pescados, por el cotejo de los motivos
al que la mente propone indiscriminadamente.
Así, la dispersión termina siendo un asidero
y todo lo que ayuda a trocear, dando aquí un mordisco
a la manzana más jugosa, y allí otro al diario de campaña
acaba por dar en el cuerpo de un relato. Lo compongo
cada día que me empuja a la aventura de salir
y se evapora, suspendiendo el cierre del paréntesis
y a la noche sueño que la abro y me dejo dentro:
cuarto sin ventanas, y aun con todo lleno de luz
donde no está conmigo ni mi sombra.
Libro segundo Luis Muñiz Editorial Trea
A continuación la reseña realizada por Fernando Menéndez sobre El libro segundo de Luis Muñiz, aparecida en el diario La Nueva España el 27/ 10/ 2011
LA ERRANCIA
En los versos finales de “Merodeos (3)", poema del nuevo libro de Luis Muñiz (Caborana, 1964), me topo con lo que, para mi complacencia de lector, auguro como núcleo del libro segundo: “La errancia no requiere desplazamiento / no es, en suma, más que un pivotar a tientas / cuando toda apariencia de reconciliación / entre la teoría y la práctica de la vida / está ausente.” Qué duda cabe de que las necesidades de quien lee distan a menudo de de las necesidades de quien escribe. Esta urgencia mía por condensar en una epifanía la textura completa de todo un libro no encaja con su verdadera naturaleza: la de ser un conjunto de poemas errantes que se fragmentan desigualmente: como el agua al contacto con el suelo; que merodean y atisban sin hallar jamás un centro. Y es sobre todo en esta última característica donde la poesía de Muñiz viene a desdecir a la mayoría de la poesía escrita hasta su aparición. Libro segundo ahora y antes un fragor indeterminado (Trea 2008) rebaten la circularidad tradicional de lo poético: que suele expandirse concéntricamente desde el hallazgo feliz de un epicentro. Los versos del escritor de Caborana eluden la instantánea la foto virtuosa de la metáfora o el objetivo brillante. Libro segundo extrema el carácter discursivo y prosaico de su primer hermano. No es, en suma, más que un pivotar a tientas”. Pero el reconocimiento de tal impotencia, de tal indefensión, cuaja como propuesta de poética. Así sin núcleo al que aspirar, y “cuando toda apariencia de reconciliación /entre la historia y la práctica de la vida / está ausente”, avanza Libro segundo, como el padre y el hijo de McCarthy: por una carretera cenicienta, sin más remedio ni otra alternativa que insistir. Aunque la errancia también exige ritos: aún se presignan las señoras —quien sabe lo que Dios deparará—, y tras un poema/cancela (“Oración antes de salir de casa”), se pasa a “Una vida completa( e interior)”, que simulando un ejercicio de estilo, se disgrega en cuatro declinaciones : relato, monólogo, diálogo y diario (secreción). Es el poema /maqueta: la disposición a escala de la fragmentación que caracteriza todo el libro. Pero antes de las cancelas, de las palabras quebradas, afónicas, enteras, firmes , dubitativas están las citas de apertura: pecios que anticipan el naufragio. Pier Paolo Pasolini: Ahora que la vocación está vacante / -pero no la vida, no la vida”. Se vaga, se intenta llegar al núcleo, pues la vida se modula en imposiciones: a veces trágicas, a veces dulces.
Y en la urgencia por salir de paso, qué pocos poetas hurgan referencias tradicionales, si no es para escribir la bonita postal correspondiente; para a lo sumo, ser figurantes de un paisaje memorable. En “Tríptico de los magos”, Muñiz interioriza la expresión de un suceso tratado en mil ocasiones: la visita de los Reyes Magos al niño Jesús. En este caso recrea, narra, se roza con la ficción para devolver al lector un reflejo nuevo de un asunto viejo. Y si lo hace de esta manera es gracias a la voz, mi voz, como nos recuerda Phillippe Jaccottet al inicio del poemario: Es mi voz : todo esfuerzo por endurecerla, por quebrarla, por torcerla, implicaría una mentira mucho más grave que la que ya la impregna tal vez a pesar de mí”. Jaccottet, a quien encuentro ayer, de camino, en la alforja de Peter Handke. Jaccottet, recuerda el autor austriaco, está convencido de que para el hombre poético, literalmente, el mal es imposible. Pero ahora (de nuevo Passolini) la vocación está vacante. Se ha de errar por una tierra baldía por la especulación y el capitalismo de trileros. ¿A quién le importa entonces un poeta? Paciencia y barajar (Luis Rosales), persevera el desaparecido (Miguel Suárez). El poeta es un ciudadano con derecho a diagnóstico—aun pudiendo ser el diagnóstico un erro de bulto— y como tal concluye Libro segundo, con un sonoro portazo: “El enfriamiento de la economía” es el poema que cierra el libro. Por su conjunción de aciertos rítmicos y formales; por su entreverado/simultaneidad de discursos, merece convertirse en un hito del libro como ya lo fue, de un fragor indeterminado”, “Tentativa de aproximación al núcleo”. Reverbera el portazo: “(…) Y lo que has pensado lo has escrito para acercarte / a lo que deberías decir / intentando que no quedar maltrecha tu capacidad / de ser conmovido , que el peso de la realidad no se impusiera / como acostumbra al de lo real; la construcción ideológica / a la de la vida, siempre esperando que una pasión / 8de conocer, de sentir) se apodere de ella / para mostrar las cosas como son”.
Bienvenido y bien hallado, Luis Muñiz. El lirismo como placebo tiene sus días contados.
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