UNA SONRISA PARA RECORDAR
Teníamos peces dorados y daban vueltas y vueltas
en la pecera sobre la mesa cerca de las pesadas cortinas
que cubrían las vistas de la ventana y
mi madre, siempre sonriente, deseando que todos nosotros
fuésemos felices, me decía, ¡Sé feliz Henry!
tenía razón: es mejor ser feliz si es que
puedes
pero mi padre seguía pegándonos a ella y a mí varias veces a la semana
furioso dentro de sus 6 pies de envergadura porque no podía
entender lo que le estaba atacando desde dentro.
Mi madre, pobre pez,
quería ser feliz, golpeada dos o tres veces cada
semana, diciéndome que fuese feliz: “¡Henry, sonríe!
¿Por qué nunca sonríes?”
Y entonces ella sonreía, para enseñarme cómo hacerlo, y aquella era
la más triste sonrisa que he visto jamás.
Un día los peces dorados murieron, los cinco,
flotaban en el agua, de costado, sus
ojos aún abiertos,
y cuando mi padre llegó a casa los arrojó al gato
allí sobre el suelo de la cocina y vimos cómo mi madre
sonreía.
The pleasures of The Damned, Charles Bukowski, Harper Collins Publishers, USA
Traducción de Mari Luz Fernández Llames
Bukowski que en Estados Unidos es reconocido sobretodo como poeta, al contrario que en España que es más conocido por su narrativa, muestra en este poema una intensidad emocional transmitida a través de un lenguaje tan simple, tan cotidiano que por ello lo hace genial.
Cari Colado dijo...
19 de febrero de 2011, 23:59