30 DE MARZO, POR EJEMPLO
Te levantas sin más, tranquilamente, un domingo de
marzo con cambio de hora,
miras el cielo; llueve,
pones agua y pan a calentar, y la habitación se llena de olores
y el recuerdo de algunos muertos: un gesto, una costumbre,
los alimentos que ellos preferían para el desayuno de las mañanas de domingo,
justo ese recuerdo
cuando muerdes el pan ya caliente, cuando intentas beber el
líquido ardiendo, y puedes sentir todavía “lo caliente”, y te
permites el lujo de maldecir lo “ardiendo”.
Los alimentos se adentran por tu cuerpo, los digieres,
como los muertos hacían hace sólo unas semanas o
unos años,
lo mismo da,
y tú te sigues preguntando: ¿qué haré esta mañana de domingo?
Ernesto Pérez Zúñiga “
Cuadernos del hábito oscuro”
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