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RELATOS FINALISTAS DEL IV CONCURSO DE MICRORRELATOS CIUDAD DE OVIEDO
 
 

INCUNABLE  JUAN CARLOS SOMOZA GARCIA      (Bilbao)
Llevábamos unidos mucho tiempo y nuestro mayor temor era la separación. Por eso cuando, formando parte de la donación de Somoza, vimos el escudo Real y la Cruz de los Ángeles que nos saludaban desde la fachada de la Casa de las Comedias, nos alegramos pensando que aquel iba a ser nuestro nuevo hogar. Lo comprobamos más tarde al no poder imaginar las arrugas del conocimiento olvidadas en el hueco de aquellos lúgubres estantes. Solo cuando el experto bibliotecario ciego comprobó entusiasmado la sonoridad de mis tapas, aspiró melancólico mi aroma, acarició con dedos trémulos mi piel, y sonrió, me di cuenta de que, a pesar de sus ojos muertos, había descubierto mi secreto de siglos. No podía consentir que me separaran del grupo para exhibirme en una solitaria e iluminada vitrina. Reaccioné, dejándome caer y que la arista más puntiaguda de mi cuerpo se clavara en su sien. 
 
   ME ACUERDO María Teresa Garrido Bigorra (Valencia)

 
Me acuerdo, como si todavía lo estuviera paladeando, de ese café que nos tomamos juntos, hará ahora un año, en la Plaza de San Marcos. Me acuerdo de la última luz de la tarde que se escurría por las cúpulas doradas, de la humedad que entorpecía el revuelo de las palomas, de la elegancia ajada de las góndolas, de la melancolía de los músicos callejeros y de la algazara de los turistas sorprendidos por otro tiempo que casi los rozaba y se les enredaba en los cabellos cuando intentaban retenerlo con sus cámaras. Me acuerdo del eco de los susurros amorosos de las parejas al ser devueltos por la piedra de los nobles palacios. Me acuerdo de tus ojos distraídos y de la cancioncilla que canturreabas. Y me acuerdo de lo fácil que me resultó decirte que ya no te quería.
 
 
 
Noviembre    Pilar Tuero Secades (Oviedo)

 
De repente te veo en el portal, indefenso, mojado de lluvia y pena, pidiendo perdón  por nada con una disculpa de flores. Te abrazo y te digo que vas mal vestido, que hace muy malo  y querría decirte que te abrigues pero me suena ridículo y además me dirías que nada te quita el frío, que  te quedaste helado con tanto grito a destiempo. Presiento que tienes un te quiero en los labios y mucho miedo de que me vaya. Sin embargo la visita no anunciada me alegra y  me sorprendo no queriendo escuchar tus disculpas y querría  callarte con un beso. Te acaricio el pelo y siento que eres mucho mas que otro ser humano temblando en un día frío de noviembre y recuerdo  lo que ya sabía, que muy posiblemente, te quiero aún más de lo que  me merezco.
 
 
El jefe impasible.Silvia Hidalgo Callarga  (Sevilla)
Abre la oficina, media hora antes de que llegue el resto de empleados. La limpiadora ya se ha quejado de que es imposible limpiar bien el despacho del nuevo jefe, siempre está allí. No le cae bien a nadie. Nunca pide las cosas por favor, las exige. Tampoco saluda ni da las gracias. Se rumorea que su mujer es alcohólica, la pobre no habrá encontrado otra salida. Incluso sospechan que es un violento, más de un lunes ha llegado con señales de alguna pelea de bar. No les extraña, si su puesto no dependiera de ello, habría quien le dejaría un recuerdo en el rostro. Cada noche cierra la oficina. Hoy es viernes, se detiene frente a su casa. Llora. Su única esperanza es que este fin de semana la tome con él en lugar de con los niños.
AROMAS  Clarisa Leal  (Ciudada Real)
 
Aquella mañana, cuando se abrieron las puertas, un  aroma conocido inundó todo el vestíbulo. Intentó un primer reconocimiento y se lanzó a la búsqueda de aquellos recuerdos que algún día le produjeron ese mismo mareo, intenso y embriagador, elegante pero complejo. Un sinfín de caras, cuellos, muñecas, pechos…, desfilaron por su mente. Nada. No conseguía ubicar aquella reconocida sensación. En un alarde de valentía se acercó a la mujer que había abandonado el ascensor y, susurrándole  al oído con la esperanza de poder olerla más y mejor, preguntó: “¿Chanel Nº 5?”. Ella  sonrió y, estirando el cuello hacia él, contestó: “No. Cabernet Sauvignon. Gran Reserva del 69”.Él tomó el ascensor, asintiendo con la cabeza. Ella, abandonó el vestíbulo con una gran sonrisa de suficiencia.  
 
 
Piedra Juan Pablo Fernández Zumaquero (Ciudad Real)
 
Quiero que una piedra me hable del tiempo con sus muescas, con su tacto. Que me cuente terremotos, fósiles, magma. Que me hable de libertad y de espera, de volar y de herir, de ser martilleada y de un millón de años. Luego la haré reposar entre semejantes, sea grava o sillar, para que sustente una sombra donde pensar en lo que dijo. Y si cien años yo he vivido, rogarle a ella otros cien más para que te dé cobijo, sombra, calor y sea representación física de la soledad. Soledad del tiempo convertida en arte, precio de la infinidad. Individualismo triste, adecuado a lo infinito e indigno de lo perecedero, nosotros, que llegado el día expiramos y dejamos de contar.
 
 
 
 
Guillermo de Jorge (Bilbao)
llueve y todas las lágrimas del mundo caen sobre la ventana.
parece como si un viejo dolor volviese a p
 
 
r
e
c
i
t
a
r
s
e
 
sobre todos los cristales del universo
o
sólo
una vieja nostalgia
quizás, o
no, o
nunca.
un niño alimenta en la cocina a su dragón preferido, mientras espera a su princesa. mamá hace un caldero de sueños con su ropa más íntima. la abuela cose hasta el último agujero que le queda en el alma. el abuelo escala hasta el infinito, subido en su pipa.
 
l l u e v e
l l u e v e
 
l l u e v e
l l u e v e
l l u e v e
 
y todas las ventanas del mundo caen sobre las lágrimas
,
parece como si todos
los cristales del universo se precipitasen sobre un viejo dolor
.
 

 
 
EL EXILIO INTERIOR Jesús Artacho Reyes (Málaga)
Interrumpió de golpe la canción que estaba tarareando mientras se secaba. Algo inquieto, detectando ciertas variantes, barrió con la mirada el cuarto de baño, ahora que la nube de vapor permitió a los objetos delimitar sus formas. El diseño de los azulejos se le antojó tan extraño como ridículo, el bidé había desaparecido, el espejo era ahora oval.
Desde la cocina, una voz lo reclamaba cada vez con mayor urgencia. Hora de cenar. Se apresuró a bajar las escaleras: el pasamanos, el color del mármol… Para cuando se sentó a la mesa de la cocina, varias veces se había preguntado dónde estaba, porque aquella no era su casa. Como tampoco era su esposa la mujer que se comportaba como tal y le pedía que le pasase el pan con la voz monótona de quienes llevan años conviviendo.
 
 

Tres vidas rotas   Carlos Sánchez Ponz (Madrid)


Una noche de verano. Unas merecidas vacaciones. Una típica familia: una pareja enamorada, una niña llena de vida. Una casa en la playa. Un ruido. Un hombre se levanta. Un Ten cuidado. Una tensa espera. Una necesidad de estar con Claudia. Un suspiro al verla dormida. Un ¿Qué pasa, mami? Un beso para tranquilizarla. Un Ahora vuelvo. Una escalera a oscuras. Un bate en la mano. Un miedo atroz. Una mano a la boca. Un cadáver. Un matrimonio roto. Un grito arriba. Una madre corriendo. Una puerta entreabierta… un ángel inerte. Unas lágrimas desconsoladas. Una sombra. Un Ahora tu, puta. Un forcejeo. Una madre poseída. ¡¡¡Ira, ira, ira!!! Una nueva muerte. Un interrogatorio interminable y una taza de café. Un funeral conjunto. Un gran vacío. Una vuelta a la rutina. Una tarde de alcohol. Una ventana abierta y un salto a la nada. Un olvido. Dos historias. Tres vidas rotas.
 
 
 
El viaje de la esperanza  David Domínguez Parrilla (Sevilla)
Sudando y con el gesto roto por la crispación, el hombre apuró sus últimas fuerzas y avivó la marcha bajo las sábanas sucias de aquel hostal. Mientras el tren vislumbraba ya el final del túnel y se aprestaba buscando la explosión de luz, Lucía se movía al compás del rítmico vaivén que se iniciaba más allá de sus caderas, ascendiendo en sinuoso viaje hasta su negra melena. Con un seco e interminable rugido el maquinista anunció por fin que habían llegado a la estación y que el viaje terminaba allí.
Lucía, que ya no se movía, abrió los ojos con una sonrisa en los labios y una imagen nítida cincelada en sus húmedas pupilas.
Sus hijos podrían comer un día más.
 
 
 
Afortunado encuentro  María José Sánchez Alegría (Málaga)
Cuando la tuve delante, mi mente se quedó en blanco. ¡Era la que me había quitado el sueño durante tantos años! Los otros amores del pasado se eclipsaron en su presencia. No me reconoció, porque nunca se había fijado en mí. Ni supe hacia dónde mirar siquiera, pero su pecho me sedujo. ¡Le sentaba muy bien el negro! Se dio cuenta enseguida de mis intenciones. Me expulsaron de la sala. No leyeron el informe ni las pruebas. Me condenaron por desacato a la autoridad y me encerraron. Nadie supo que me juzgaron por aquella mirada, no por la muerte de un hombre.


La mirada María Díaz de la Cruz (Madrid) 
Uno se toma a veces la vida demasiado en serio.
Hace un momento, sin ir más lejos, me sentía completamente angustiado y sin esperanza. Es verdad que hoy ha sido un día especialmente duro…
Sin embargo ahora, estoy mirando a los ojos de una chica preciosa que me corresponde con infinita ternura. Es increíble como una simple mirada basta para devolvernos la esperanza en el mundo.
Todo esto no lo había pensado antes, cuando paseaba sobre la carretera. Pero tampoco habría visto nunca estos ojos, si no hubiera saltado sobre su capó.
 
 
 
Así que. . .       Laura Lozano Barreiro Arriondas Asturias
 
Abrí la puerta, entré a la calle y me comí el mundo.
 
DESENFOCADO           José Carlos Rodríguez Rojo (Málaga)                              
             --Hace cinco segundos--Echo un vistazo en el espejo del ascensor; veo mi cara, pero está desenfocada, empiezo a discernir líneas; atisbo mi boca, mi nariz, mis cejas; pero no consigo ver mis ojos de forma cristalina. Algo ocurre…
              --Hace veinte minutos--¡Ya está, ella está a salvo! Es lo que importa.  Cogió el vuelo, nunca la encontrarán. Agarro el maletín mientras enciendo un pitillo; humedezco la garganta con un chorro de whisky repasando en mi mente posibles cabos sueltos. Hay que largarse.
            --Hace dos minutos--Abro la puerta del ascensor, miro de soslayo al vecino risueño entrando en su casa; pero no advierto sonrisa en su rostro cariacontecido...Está comprado, estoy jodido; dos sonidos suaves, mi cuerpo cae.    
           --Hace un segundo--Ahora recuerdo, sangro, mis pupilas ya se aprecian, se dilatan…Es igual, ella está a salvo.         
                                                 
 
 
 

 
 


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