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EDWARD GOREY







Edward Gorey, ilustrador y escritor, consiguió ser elevado a autor de culto por su entendmiento de la realidad y su manera de plasmarla en unas imágenes excéntricas, con un equilibro perfecto entre el humor ácido y la ternura. A través de un juego de apariencias que manejaba con manos expertas, el artista pensaba siempre en blanco y negro, convirtiendo sus historias en deudoras de las novelas victorianas. Consideraba, además, que una obra solo merecía la pena si hacía creer que se refería a una cosa, pero en realidad hablaba de un aspecto diferente.


El estadounidense Edward Gorey, con una vida llena de excentricidades, que iban desde su colección de bebés muertos a su compulsiva obsesión en la compra de libros pasando por su ecléctica combinación de zapatillas deportivas con abrigos de piel, empezó a dibujar precozmente. Con aún no había cumplido los dos años, trazaba a una especie de gusano que representaba un vagón de tren. Y con la misma precocidad comenzó a leer, a la edad de tres años, sin la ayuda de nadie. Edward Gorey huia de las reuniones sociales, pero sin embargo no se perdía ni una función del New York City Ballet, adoraba jugar al Monopoly y era capaz de arrancar sonrisas con imágenes oscuras y tenebrosas, las grandes y auténticas protagonistas de sus historias.

Los trabajos de Edward Gorey, macabros y retorcidos dibujos de sencillos trazos, sirvieron de inspiración, sin embargo, a grandes figuras del cine como Tim Burton, que en más de una ocasión aseguró que algunos de sus personajes nacieron a raíz del tratamiento naif que impregna las crueles y trágicas historias de Edward Gorey.

Edward Gorey debutó en los años 50, pero su popularidad inmediatamente se vio reducida a los pocos que supieron (y saben) apreciar en su lápiz su capacidad para caricaturizar la tragedia. Edward Gorey nunca fue un autor de masas. Se inventó y levantó en el papel un mundo surrealista, de personajes pálidos, escuálidos, sometidos a la resignación de la desgracias de tal forma que consiguen arrancar las sonrisa al lector que contempla cómo la irremediable tragedia se adueña de ellos.

Más de 60 de sus pequeñas obras se recogen en las antologíasAmphigorey (1972), Amphigorey Too (1975), Amphigorey Also(1983) y Amphigorey Again (2004), episodios desbordados de una mordaz crítica del día a día en los que subyace la influencia en Edward Gorey de autores como Ronald Firbank, Evelyn Waugh, Ivy Compton-Burnett y, sobre todo, Agatha Christie. A estas, les acompañan una larga lista de trabajos, como otras obras como The Doubtful Guest, The Object-Lesson, The Hapless Child, The Insect God, The West Wing,The Gilded Bat, The Glorious Nosebleed, Gorey Stories, The Other Statue o The Epilectic Bicycle que dan forma a su nutrida bibliografía.

Edward Gorey editó su primer álbum ilustrado en 1953. The Unstrung Harp, que nació como un relato de las calamidades y la frustración de un novelista que batallaba con los obstáculos de la vida literaria, fue eclipsada años más tarde por la que se convirtió en su obra más popular, un abecedario que, letra por letra, cuenta la historia de un niño -cada letra corresponde a la primera del nombre de un pequeño-, víctima de algún infortunio o accidente. The Gashlycrumb Tinies acompaña cada vocal y cada consonante de un dibujo en blanco y negro, una viñeta en la que Edward Gorey recrea, con sencillez y maestría al mismo tiempo, el momento justo de la desgracia que azota a sus jóvenes protagonistas.

El humor negro se mezcla en el legado de Edward Gorey con sus dos grandes devociones, los felinos y el ballet. El ilustrador era un incondicional de los gatos, mascotas que le inquietaban y atraían su atención hasta tal punto que el estadounidense intento no pocas veces capturar sus astutos movimientos en dus dibujos, reflejados en obras como Dancing Cats and Neglected Murderesses, en la que los bocetos de estos animales se confunden con siluetas femeninas. Edward Goreyllegó incluso a ceder en su testamento la gestión de su obra a una fundación dedicada a la defensa de los perros y los gatos.

Edward Gorey, más allá de mascotas, espectáculos de ballet y niños desgraciados, llegó incluso a probar suerte en el terreno del erotismo. Y lo hizo, como todo lo demás en su vida, a su manera. Sus dibujos ilustraron The Curious Sofa, un trabajo que reúne un conjunto de escenas, en las que Edward Gorey huye del sexo explícito, llamando la atención hacia las páginas del libro a través de pequeños y repensados detalles, que insinúan más que decir, que dejan todo el trabajo a la imaginación, haciendo lo que mejor sabe hacer Edward Gorey, jugar con la deducción y la inteligencia del lector.

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