“La desnudez del mundo invita a que alguien la
capture”, escribió Prohaska en Al dictado de un dios
cruel. “Pero la insatisfacción permanente del hombre, su ansia implacable de
razones, es la que exige que alguien la interprete. Ahí", concluye el
contemplador del Reich, “en la funesta manía de explicar, se esconde el origen
de nuestro concepto de culpa.”
No es sencillo satisfacer la duda que nos corroe al
leer estas líneas: ¿habla un cínico o un sabio? ¿Un pesimista razonable o un
asesino odioso? ¿Una víctima o un verdugo?
MEDUSA de Ricardo Menéndez Salmón, editorial Seix Barral
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