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UN SIMPLE LECTOR


Su último deseo:

“Formulo un deseo: que esparzan mis cenizas en el Zócalo para presumir en el más acá o en el más allá de un funeral céntrico.”

 Y cómo habrá amanecido México después de haber perdido al enorme Carlos Monsiváis, “quizá uno de los últimos nombres que las multitudes mexicanas sean capaces de reconocer”, según dijo alguna vez el escritor Adolfo Castañón. Y es que Monsiváis salía a la calle a la par de sus libros, de sus crónicas, de sus ensayos. Nunca negaba una entrevista. La oralidad de Monsiváis se hizo tan célebre como su pluma, y el sentido del humor, la ironía y los juegos de palabras marcaron sus discursos y presentaciones.
Carlos Monsiváis murió ayer, después de haber pasado dos meses internado, aquejado por problemas respiratorios. Había nacido en Ciudad de México en mayo de 1938.
Fue un escritor público en el mejor sentido: alguien que se formó para actuar en la vida cultural de su país, en la historia de su pensamiento. Monsiváis estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue un profeta en su tierra y fuera de ella durante sus más de cincuenta años de actividad intelectual; aparte de decenas de premios (incluido el Juan Rulfo en 2006) fue reconocido por el esquivo ámbito académico: recibiría tres títulos honoríficos de distintas universidadess. Tan grande y constante era su presencia en México que Carlos Fuentes dijo una vez: “El sub-comandante Marcos, me parece, ha leído más a Carlos Monsiváis que a Carlos Marx ”...

(ANA PRIETO, ESPECIAL PARA CLARÍN)

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