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MIGUEL CASADO 1

El viernes diecinueve de febrero nos visitarán en la Biblioteca de Asturias Miguel Casado y Olvido García Valdés. Juntos realizarán una lectura de sus poemas. El lugar del encuentro será el Salón de Actos de la Biblioteca de Asturias a las siete de la tarde.
Hasta ese día iremos dando información puntual en el blog.
Para abrir boca os dejamos la reseña que hizo Luis Muñiz en la Nueva España, el día cinco de diciembre de 2009, sobre el último libro de Miguel Casado “ La experiencia de lo extranjero” Galaxia Gutemberg/Circulo de Lectores

Miguel Casado recopila sus ensayos en “La experiencia de lo extranjero”

«Cuando hojeo un libro en la librería y veo que su ritmo y su mundo es previsible, que se acomoda a plantillas bien conocidas, me siento expulsado de la lectura y lo vuelvo a dejar en su mesa o estante». Este comentario de Miguel Casado (1954) no pertenece a ninguno de los ensayos incluidos en La experiencia de lo extranjero; sin embargo, es más que ilustrativo de la actitud con la que el más importante de nuestros críticos de poesía afronta el análisis de los textos: lectura de diferencias, no de semejanzas; lectura, por lo tanto, insumisa, no prescriptiva, de la tradición y sí, en cambio, movimiento de separación («indisoluble», dice, «del gesto constructivo: ésta es exactamente la ley del extrañamiento»): demanda de autonomía, ruptura de los modelos, conflicto, tensión, diálogo crítico, dialéctica.

En el volumen, que recopila los mejores ensayos escritos por Casado a lo largo de las dos últimas décadas, el autor incide a menudo en esta cuestión de la autonomía al señalar como punto de arranque de las poéticas modernas (y de las posmodernas, que son su corolario) el abandono de la imitatio y la conversión del poema en artefacto. Autonomía, quizá ruptura, pero nunca ignorancia, pues, como afirma en «Notas para una crítica de la tradición», «el gesto romántico de rechazar los modelos como norma que debe imitarse no supone un desenganche de la tradición, sino su afianzamiento más radical desde otra perspectiva: la de la autonomía del arte como mundo en cuyo seno se mueve la obra».

En consecuencia, la crítica del también poeta y traductor vallisoletano nace con vocación de atender al texto y a sus mecanismos de composición y desarrollo, en una búsqueda de lo singular que, como él mismo apunta en la nota introductoria, «no opera como juicio o valoración, sino como género de escritura y de pensamiento». De ahí, prosigue, que estos ensayos se conciban «más bien como notas o apuntes que como estudios cerrados» y que desconfíen «de lo que tiende a la generalidad, a la totalización». Lo que no impide que, al mismo tiempo, la reflexión tenga siempre un pie puesto en lo académico y las notas y las citas, sin llegar a ser excesivas, permitan apuntalar con éxito el avance de unos textos que huyen de las clasificaciones, las preceptivas y las «palabras clave que se toman como si su sentido fuera obvio o natural, por supuesto unívoco» (así, «tradición»).

En realidad, el modelo de crítica elegido por Casado se corresponde lúcidamente con el estado de cosas poético heredado del siglo XX, excepción hecha de la involución realista registrada en sus dos últimos decenios: a una obra abierta y objetiva (o sea, autónoma, dependiente sólo de su materia lingüística) se responde con una crítica también abierta, que haga justicia a una «constante metamorfosis» (la del poema antes de poder serlo y, después, cada vez que es leído) «que escapa a toda estabilización»; una «energía singular» que ni se crea ni se destruye, pero se transforma, tal como se explica en el ensayo «Sobre la poesía dilatada», escrito a partir de un famoso fragmento epistolar de Novalis citado por Walter Benjamin.

Para Casado, «la lectura de un poeta consiste, en buena medida, en detectar ese punto en que su texto se hace discontinuo con la cadena de la tradición». Esto supone conceder un papel determinante al momento de la separación, al punto en el que el código asumido o del que se parte entra en conflicto al entablar un diálogo crítico con una tradición exterior a él (en Garcilaso, por ejemplo, los cancioneros cortesanos del siglo XV y el petrarquismo). Y supone, además, plantear la poesía como «una actividad de resistencia» frente a la codificación que, paradójicamente, «sólo puede situarse a la ofensiva»; que tiene ambición, que no se conforma ni se adapta.

Paradójica y discontinua es también, a juicio del autor, la ciencia más reciente, que, como antes la poesía, ha empezado «a exigirse como método (como no-método) la separación y el conflicto». En el único ensayo inédito del libro, «Notas sobre azar y tiempo en poesía», texto de una conferencia dictada en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA en abril de 2007, Casado se apoya en las opiniones del Nobel de Química Ilya Prigogine para acercarse a «las formas pluralistas y no lineales» en las que las ciencias se han internado en el último siglo, donde, dice, «resulta imposible (?) la eliminación de lo imprevisible», y compararlas con las conquistas poéticas, de similar inestabilidad y dependencia del azar, de Gamoneda, Ullán o Mallarmé. Todo ello le sirve para establecer que, «como en la ciencia actual», en la poesía contemporánea «conocimiento y azar no son contrarios, sino espacios reales que (?) se penetran y potencian entre sí»; pero, sobre todo, para sacar provecho de la eliminación del determinismo que acarrea el descubrimiento de lo aleatorio, que es «lo que ocurre realmente y es físicamente analizable, comprensible por la razón, pero que no observa regularidades, viene como acontecimiento singular». Y, ya se ha dicho, lo singular, la «energía singular» que es cada poema que se propone abierto y en conflicto, porque se separa y demanda autonomía y está sujeto al principio de incertidumbre, es el motor y el lugar de trabajo de la poesía.

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