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SILENCIO ROTO




La garganta pronunció un sonido ininteligible, pero tu interior, sin saber por qué, gritÓ ¡aleluya!.
Casi en duermevela escuchaste un estruendo y te precipitaste de la cama. Sin duda Martín, como tantas veces, había abrazado cualquier objeto en el sopor del alba.
Su cuerpo yacía inmóvil al final de las escaleras. El temor se adueñaba de ti en cada peldaño; tal vez enfadado por el suceso se incorporase intentando agarrarte de cualquier sitio, lanzándote …. Pero no fue así. Inerte, con la cabeza ladeada, tenía una mueca altiva en aquel rostro de ojos fijos y babeaba sangre por la comisura de los labios.
La memoria se te debilitaba al paso de las horas y a fuerza de repetir al policía las mismas cosas, decaía tu ánimo intentando reconstruir al hombre que nunca fue.
Hoy sin testigos deseas recorrer el camino que lleva al cementerio por última vez.

Tere Fuertes Fernández

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