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LAS VERDADES VERDADERAS


Ayer día 4 de junio, la Biblioteca Nacional rindió un merecido homenaje a Juan Eduardo Zuñiga, Madrid, 1927. Escritor, crítico y traductor español. Es premio Nacional de Traducción 1987 y uno de los escasos especialistas españoles en lengua eslava. Estudió en Madrid, ciudad en la que ha centrado los argumentos narrativos de sus novelas.
Vivió en la capital de España durante la Guerra Civil, hecho que le marcó profundamente. Lo movilizaron a finales de 1937, pero debido a su lamentable estado físico, lo destinaron a los servicios auxiliares. Cursó en Madrid estudios de Bellas Artes y Filosofía y Letras, y se especializó en literaturas eslavas y en el siglo XIX español. Precisamente como especialista en literaturas eslavas, principalmente la rusa y la búlgara, ha editado numerosos estudios y ensayos.
Entre sus obras, destaca una biografía de Turguenev titulada Los imposibles afectos de Ivan Turgueniev (1977), varios ensayos sobre escritores rusos como Chejov, y numerosos artículos acerca de la cultura búlgara. En esta misma línea, Zúñiga elaboró en 1945 su primer ensayo titulado La historia de Bulgaria. También ha traducido a importantes novelistas y poetas de los países del Este, y a autores portugueses, entre los que destacan Urbano Tavares Rodrigues o Mario Dionisio. Gracias a esta labor obtuvo en 1987 el Premio Nacional de Traducción por la versión castellana de las obras del escritor portugués Antero de Quental.
En 1951 editó su primera novela, Inútiles totales, y más tarde, en 1962, publicó El coral y las aguas. Entre 1962 y 1967 realizó otro tipo de trabajos literarios para poder sobrevivir, como labores de crítica e investigación sobre literaturas extranjeras, así como varias traducciones. En 1967 escribió el ensayo Los artículos sociales de Mariano José de Larra, y en 1980, publicó el libro de relatos Largo noviembre de Madrid, basado en la situación de la capital española en plena Guerra Civil, que se convirtió en uno de los mejores libros escritos acerca del conflicto. En 1983 obtuvo el Premio Opera Optima, que otorga la Asociación Colegial de Escritores, y ese mismo año publicó El anillo de Puskin, libro considerado a la vez relato y ensayo. En 1986 salió a la luz La tierra será un paraíso, libro con el que fue finalista del Premio Nacional de Narrativa en 1990. Un año antes fue también finalista del Premio de la Crítica. El 21 de abril de 1992 presentó Misterios de las noches y los días, compuesto por cuarenta relatos breves, que en febrero de 1993 fue finalista del premio de literatura "Elle", situación que volvió a repetirse ese año con el Premio Nacional de las Letras Españolas, en el apartado de Narrativa.
En abril de 1999 apareció su novela Flores de plomo, una crónica basada en datos históricos de la noche en la que Mariano José de Larra, a los 28 años, se suicidó en Madrid. El autor de Largo noviembre en Madrid y La tierra será un paraíso culminó en 2003 su trilogía sobre Madrid y la Guerra Civil con la obra Capital de la gloria, un decálogo de relatos ambientados en los últimos días del Madrid republicano, con la que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica a la mejor obra de narrativa y el Premio Salambó.


En la página de la Biblioteca Nacional, encontramos este artículo de Fernando Valls:

Las verdades verdaderas de Juan Eduardo Zúñiga

Hay escritores que están ya en la historia literaria, sin hacer ruido, sin haber tenido apenas reconocimiento público, porque sin su obra no podríamos entender el transcurrir y la evolución de las formas narrativas breves en castellano, sobre todo durante las tres últimas década. Y ello aunque la obra de Juan Eduardo Zúñiga se remonte a Inútiles totales, cuento barojiano que publicara en 1951, y escribiera como aportación personal a la tertulia de amigos del café de Lisboa, en la Puerta del Sol, a la que también asistían Buero Vallejo, García Pavón, Arturo del Hoyo, Corrales Egea y Vicente Soto. El caso es que Zúñiga forma parte de ese selecto grupo de escritores, cada vez más escaso, que casi en silencio, con la más absoluta discreción han ido componiendo, a lo largo de seis décadas, entre susurros, una obra literaria que perdurará más allá de nuestro tiempo, como un testimonio fabulístico de la confusa época en que nos tocó vivir.

Su trabajo como ensayista, traductor, articulista y, sobre todo, su obra como narrador, se extiende desde Largo noviembre de Madrid (1980) hasta su último libro de cuentos, Capital de la gloria (2003), para la que se ha valido de las estéticas del realismo, del romanticismo fantástico y del simbolismo, adecuando siempre su escritura, con su peculiar estilo alusivo, a lo que deseaba contar de la forma más verdadera posible. Entre sus ficciones, aparece también, de hecho, una sutil reflexión sobre el arte de la escritura. Zúñiga, a través de sus relatos, nos ha proporcionado una visión diferente, humanizada, de la guerra civil española y de los primeros años de postguerra. Su épica, más perdurable sin duda, se sustenta en ese heroísmo que supone sobrevivir día tras día, en medio de los difíciles tiempos de la guerra y de la posterior Victoria. Pero también nos ha proporcionado imágenes ya inolvidables de autores como Larra, Flores de plomo (1999), y de grandes escritores rusos, entre ellos Puskin y Turguéniev, a quien -según ha confesado- le debe su vocación de escritor, sus almas y los paisajes de sus obras.
Zúñiga es un maestro, un hombre querido tanto por sus compañeros de oficio como por sus lectores. Sospecho que incluso es venerado incondicionalmente por los críticos, esos seres sin corazón. Así, quedan dichas algunas de las razones confesables por las nos reunimos en la Biblioteca Nacional; pero también estaremos allí para celebrarlo, para alegrarnos con él, y con Felicidad, de toda una vida cumplida, como escritor y ser humano, entrañable, discreto y sensible, por su búsqueda de la verdad y por la excelencia literaria de sus obras. Gracias, Juan Eduardo.
Fernando Valls



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